El cambio de paradigma que estamos transitando, pone el foco en el Ser para conectar con un hacer consciente. El foco en el ser no excluye al hacer, que también es vital en nuestras vidas, sino que, nos orienta hacia una modalidad de acción vinculada a responder en lugar de reaccionar. Poner en el centro a la persona significa re-conectar con nosotros mismos: conocernos primero para luego, poner en valor lo que ahora conocemos y, a su vez, lo que nos damos cuenta necesitamos aprender y fortalecer para empezar a conectar con acciones que sean coherentes con la vida que queremos vivir.
Conectar con nuestro ser para un hacer consciente es el proceso mediante el cual es posible cultivar y crear un camino de bienestar y en congruencia con nuestra autenticidad.
Incursionar en el autoconocimiento implica una decisión y un compromiso de nuestra parte, entendiendo que se trata de un proceso dinámico, cambia a medida que vamos cambiando, y que, sin embargo, sólo animándonos a observar-nos, aceptando e integrando nuestras luces y sombras y, abriéndonos a la posibilidad del cambio, podremos echar luz a acciones que nos acerquen a la vida que queremos.
Se trata de entrar en contacto con nuestra naturaleza y autenticidad: conocer –y aceptar- quién soy; comprender cuáles son mis valores, mi propósito y mis intenciones. Tiene que ver también, con reconocer nuestros pensamientos y creencias que constituyen nuestro mundo emocional y nuestros patrones de comportamiento. Requiere de ir hacia adentro, de un trabajo de introspección y reflexión.
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Conectar con nuestro ser es crear el puente hacia acciones conscientes: más allá del pulso (y del impulso) que nos conduce a accionar, a veces incluso, a reaccionar, el hacer consciente implica ir más lento, aunque también más despierto, aportándonos claridad y permitiéndonos responder en congruencia con quienes somos y elegimos ser.
El hacer consciente entonces y, en relación a estar en contacto con nuestro ser, requiere de una fuerza interna, una motivación intrínseca, un llamado que nos despierta a tomar acción desde un lugar de entusiasmo, alegría e inspiración. Estamos alineados con nuestra misión y esto, es lo que nos genera el compromiso de sostenerlo en el tiempo y así, manifestar lo que queremos para nuestra vida.
Se trata entonces, por un lado, de conocer y estar enraizados en nuestro núcleo interno, lo que nos aporta mayor claridad a la hora de elegir frente a las circunstancias que nos presente la vida y, por otro lado, y al mismo tiempo, de practicar la apertura y flexibilidad para el cambio que necesitemos hacer en pos de crear una vida con sentido y ligada al bienestar.
¿Por dónde empezar?
- Observar y percibir -con todos los sentidos-:
Convertirnos en observadores de nosotros mismos y de nuestro entorno.
Practicar una escucha atenta, disponiéndonos a ser testigos, sin enjuiciar, identificarnos o tomarnos personal lo que observamos y escuchamos está ocurriendo, sino abriéndonos a la experiencia directa a través de todos nuestros sentidos.
Así, cultivamos la plena presencia y una actitud flexible frente a lo que va apareciendo, momento a momento, en lugar de quedar atrapados en ideas rígidas que no sólo achican nuestro mundo y nuestra experiencia, sino que también, nos mantienen aislados y a la defensiva en lugar de conectarnos.
Poner el foco y la intención en validar, respetar y velar por lo auténtico de cada uno de nosotros mismos, así como también de los demás, es cultivar una mirada compasiva y facilitadora a la hora de tomar acciones que apunten a restaurar, construir y sean beneficiosas en el mediano y largo plazo en lugar de reaccionar o hacer en piloto automático que sólo enmiendan situaciones en el corto plazo.
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- Auto-registro consciente:
Identificar y estar en contacto con un registro consciente de nosotros mismos a nivel de pensamientos, creencias, sensaciones físicas y emociones.
¿Cómo me siento en esta situación? ¿Qué me pasa a mí en relación a esto que observo y percibo? ¿Qué pensamientos aparecen? ¿De qué forma quiero/me propongo transitar esta experiencia?
- Priorizar:
Reconocer lo que es valioso y queremos para nuestra vida, nos permite establecer prioridades y así, estar plenamente presentes en las acciones que vamos tomando.
Comenzamos a elegir con consciencia a qué queremos dar lugar y estamos dispuestos a dedicar tiempo. Esto nos mantiene en el aquí y ahora, custodiando, a su vez, nuestra energía que no se disipa en los “debería” o en la sensación de querer o creer que sería más adecuado estar en otro lugar, haciendo otra cosa.
En este sentido, cabe mencionar la frase del escritor Isaac Asimov: “Tal vez la felicidad sea esto: no sentir que debes estar en otro lado, haciendo otra cosa, siendo alguien más”. Pareciera entonces que nuestro bienestar y la sensación de una satisfacción intrínseca, de paz y libertad interior, está dada, en buena medida, por la congruencia y el equilibrio que encontremos entre nuestro ser y hacer.
Es probable entonces que lo primero que debamos preguntarnos sea: ¿qué nivel de compromiso estamos dispuestos a asumir en el trabajo de conocernos a nosotros mismos y hacernos cargo de nuestra vida? Y, a partir de ahí, empezar a develar no sólo con qué tipo de acciones vamos a elegir involucrarnos sino también y, hasta quizás más relevante, cuál será nuestra actitud en lo relacionado a la aceptación, la paciencia, la confianza y, a su vez, la persistencia que implica todo proceso.