El NUEVE es el “pacificador”. Su carácter ecuánime y tranquilo y su modo calmo y natural de expresar verdades duras hacen que a los otros les resulte sencillo admitirlas. Se distingue por la aceptación de diferencias políticas, religiosas, culturales.
Su fina intuición para detectar los intereses de todos y su capacidad de escuchar, de acoger sin ser crítico ni formular juicios sobre los demás, le permiten actuar como intermediario o conciliador en situaciones de tensión en el ámbito familiar, laboral, o comunitario.
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Siente visceralmente el anhelo de armonía: evita las situaciones conflictivas y tener que tomar posiciones. Sin embargo, este deseo de armonía puede generarle altos grados de pasividad e inacción, resultado de su temor a tomar decisiones que podrían desestabilizarlo, pudiendo alcanzar estados depresivos o conductas altamente estructuradas.
Aunque no se deja influenciar, en ocasiones, nada a favor de la corriente y aplaza todo lo que le resulte difícil o le demande demasiada energía, porque le falta valor, porque no se considera lo suficientemente importante o porque tiene una natural actitud de renuncia. Debido a su pasividad, puede llegar a ser cómplice de una situación que, en el fondo, no apoya.
Necesita de la soledad y el silencio. El contacto con la naturaleza lo ayuda a recuperarse de las presiones de la vida cotidiana. Hay lugares determinados en donde le gusta refugiarse para que nadie lo moleste: un jardín, una biblioteca, una habitación.
Según el eneagrama, cada eneatipo tiene una vivencia particular de la experiencia intrauterina. A su vez, pertenece a un determinado centro energético y focaliza la energía en un modo específico. Estos tres factores dan lugar a una necesidad básica distintiva. En la experiencia intrauterina, el NUEVE siente primordialmente una presencia que da armonía; su nacimiento está vinculado a una sensación de soledad, de no ser parte del todo.
Si lo pudiera expresar el NUEVE diría: “¿Por qué ya no siento la presencia?”. En su búsqueda de recuperar la vivencia intrauterina, el NUEVE construye puentes y recurre a la serenidad como instrumento. No parece una persona visceral ya que, a fin de alcanzar la paz y armonía a la que aspira, bloquea su energía visceral. En el NUEVE, la herida primaria que le origina sensación de soledad y el bloqueo de la energía (visceral), dan lugar al temor de ser abrumado por la vida. Como respuesta nace la necesidad distintiva de serenidad.
Estas características, en el plano laboral, lo llevan a ser discreto, a no desear llamar la atención. Prefiere ambientes de trabajo apacibles y sin estrés. Cuando se desempeña como líder su foco está en el conciliar. Es frecuente que elija profesiones como la de árbitro y negociador, consejero, consultor, o bien desempeñarse en alguna ONG.
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En el plano del amor busca un compañerismo o una unión total, como si deseara que la otra persona se fundiera con él/ella. Este ideal responde a su deseo de armonía. En la sexualidad se muestra complaciente y atento, teniendo que aprender a expresar sus deseos.
Desde el intercambio que surge en el contacto con los otros eneatipos, nos enriquecemos tomando y entregando sabidurías específicas. Lograr un equilibrio entre recibir y compartir, requiere una minuciosa y continua auto-observación. Desde allí que el NUEVE puede tomar el regalo de los otros eneatipos que lo invitan a comprometerse y hacer, lo estimulan a ser genuino, discernir; y finalmente, lo impulsan a acercarse y divertirse en el proceso de encuentro consigo mismo.