Sin importar la edad cronológica, hay otra forma de saber si eres maduro: tus emociones. Las reacciones y lo que sentimos en la vida definen la asertividad en los actos concretos.
Cuando los resultados que anhelas conseguir quizás aún no se están manifestando en cualquier campo de la vida, es importante discernir si estás siendo lo suficientemente maduro emocionalmente.
Son inmaduros emocionalmente aquellos que viven queriendo agradar, buscando aprobación, temiendo por la vida, dejando que otros decidan por ellos. Y también los que son arrogantes y soberbios, los que se aprovechan de los demás y hacen un uso desproporcionado del poder que pudiesen tener. Dos extremos del mismo asunto.
¿Qué significa esto? Ser maduro desde tus emociones es tener la capacidad de aceptar la realidad de las personas y las cosas tal cual son, independientemente de que te gusten o no.
Por ejemplo, si te rebelas ante cualquier mínima situación que no coincide exactamente con tu esquema de pensamiento, esto podría provocarte no sólo disgustos sino sufrimiento innecesario, porque las cosas son como son, y tu posición obcecada no va a hacerlas cambiar. Este es un signo claro de inmadurez en este aspecto.
Así como los niños y los adolescentes (que viene de “adolece” = faltar algo) están en pleno proceso evolutivo, los adultos necesitan asumir su responsabilidad total e indelegable por sus actos, sus dichos y sus consecuencias.
Cuando tienes una posición madura frente a la vida es posible que todo transcurra de una manera más armónica, ya que, independientemente de que te gusten o no las situaciones, podrás colocarte en una situación de entendimiento (no de justificación), para ampliar tus fronteras de conocimiento.
Cualidades de personas maduras emocionalmente
Para desarrollar un carácter maduro, es importante empezar por reconocerse aún adolescente emocionalmente. Una vez hecho esto, determinar en qué aspectos tienes reacciones no maduras; y, enfocado allí, disponerse a transformarse y evolucionar.
Por ejemplo, hay muchos adultos inmaduros emocionalmente que teniendo edad avanzada viven con sus padres y éstos los mantienen. Hay inmadurez en algún punto, de ambos lados. Se da una simbiosis inconsciente que no permite que el otro se desarrolle. Como te darás cuenta esto afecta a todo el entorno, no sólo a una persona.
También sucede en parejas, cuando uno de los miembros es altamente productivo y resolutivo, y la otra parte se somete calladamente a las decisiones, por conveniencia, acuerdos implícitos, comodidad, o por no tener las herramientas de su estructura psíquica lo suficientemente fuertes para valerse por si mismo. Necesita una muleta.
1. Reconoce y evalúa tus emociones.
2. Toma consciencia de su impacto.
3. No actúes en caliente en base a tus impulsos: contrólate.
4. Ten paciencia.
5. Desarrolla tu auto confianza en que podrás actuar en forma adecuada a cada situación.
6. Evita todo tipo de estallidos emocionales, típicos berrinches de niños.
7. Ten paciencia contigo y con los demás.
8. Aprende a integrar puntos de vista diferentes.
9. Haz un balance diario de tus emociones, para saber qué situaciones te sacan de tu equilibrio.
10. Reconoce los detonantes que te hacen explotar. Recuerda que nadie explota por algo externo: hay algo interno que, activado por algún hecho, hace que manifiestes esas emociones inmaduras.
11. Colócate en posición de ayudar a otros.
12. Aprende a pedir, sin convertirte en un demandante continuo.
13. Fíjate metas por pequeñas que sean, y cúmplelas a como dé lugar.
14. Desarrolla tu responsabilidad personal al ciento por ciento.
15. No te formes juicios apresurados sobre las personas por tratar de acomodarlas en tu casillero de comodidad emocional.
Como nadie nace maduro, es importante que te auto desarrolles basado en el ejercicio y la práctica de tu vida, tal como se presenta.
Participar de grupos de pertenencia de algo que te apasione; hacer deportes y socializar con otras personas, son otras formas de acentuar tu proceso de madurez interna: aprenderás a co-convivir con los demás, ya que en este mundo somos inter dependientes, nadie puede absolutamente sólo consigo mismo.
Siempre necesitamos de otro, aunque no te des cuenta de eso. Desde la ropa hecha con telas que confeccionó otra persona, hasta el que atiende en un negocio: estas relaciones te sirven para tomar dimensión real de quien eres. Apenas un punto en el mundo.
No eres el ombligo del planeta, no todo gira a tu alrededor. Empieza a compartir, madura y despliégate en el sentido que le quieras dar a tu vida. Es una tarea que te compete sólo a ti, ya de adulto. Nadie lo puede hacer. El único eres tú.
Sobre el autor
Daniel Colombo es Master Coach Internacional especializado en CEO, alta gerencia y profesionales; conferencista internacional; autor de 21 libros y comunicador profesional.
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