Si quieres conquistar un mayor bienestar emocional, es posible que el orgullo sea una de las barreras que se estén interponiendo para que tu vida sea más pacífica, empática y, sobre todo, con equilibrio interno de tus emociones.
“Orgullo” es una palabra que tiene doble significado. Dependiendo del contexto, podemos sentirnos orgullosos de los logros, las conquistas propias o ajenas, o de algún otro tipo de manifestación que nos produce agrado y una profunda identificación.
Del otro lado, el orgullo es uno de los sentimientos más difíciles de asimilar por las personas, porque como sabemos, desde allí al rencor hay un solo paso, y muchas veces las personas prefieren quedarse encerradas en sus propias buenas razones, sin tener la capacidad de reconciliación ni de perdón.
Cuando el sentimiento del orgullo se interpone, quien está hablando en ese momento en toda su potencia es tu ego, que quiere tener protagonismo y salirse con la suya.
Como no podemos eliminarlo, una forma en que se manifiesta es a través del orgullo herido, ese sentimiento que hace que la persona se vuelva altanera, a la defensiva y hasta agresiva con aquella otra que, piensa, es motivo de su padecer.
El orgullo también está ligado a manifestaciones como la soberbia y el desprecio, especialmente cuando alguien se siente superior por el motivo que sea.
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Psicología del orgullo
Para los estudiosos, referirse al orgullo es hablar de una emoción que está muy identificada, en su origen, con valores sociales que se aprendieron en la primera infancia, entre que nacemos y los 7 años aproximadamente.
Desde esta perspectiva, la persona con esta forma de actuar basada en su sentir emocional se acerca a la arrogancia y a pretender tener un estatus que puede interponerse en sus relaciones. Por ejemplo, cuando desprecia, somete, agravia o se tienen posturas prejuiciosas y al denostar a cierta gente.
Asimismo, otro comportamiento social muy asociado con el orgullo es la vanidad, cuando alguien piensa de sí que es, literalmente, el ombligo del mundo, que es superior, y por eso el entorno debe estar a sus pies, o resaltando positivamente cualquier actitud que tome, ya sea positiva o negativa.
La persona orgullosa tiene una mente poco flexible.
Una de las características de la gente orgullosa por naturaleza es la mente cerrada. Al no tener la flexibilidad suficiente en su modelo mental, su mente subconsciente -que es donde están alojadas las experiencias de emociones y sentimientos- recrean una y otra vez comportamientos de acuerdo con su única mirada: la mirada del ego mal gestionado. Por eso manifiesta aires de superioridad económica, social o moral, por ejemplo.
Esta mentalidad obcecada hace que no soporten ningún tipo de opiniones que no coincidan con la suya, y, además, son tajantes en sus juicios lacerantes que salen de su pensamiento, de su boca y de sus acciones.
La conclusión es que una persona que se comporta en forma orgullosa la mayor parte del tiempo tenderá a quedarse sola, encerrada en su propio micromundo, y sin posibilidad de compartir y experimentar otras visiones del mundo. A lo sumo se animará a relacionarse con quienes considere de menor categoría y que conformarán una especie de corte de obsecuentes.
5 tips para dejar el orgullo
Si realmente deseas evolucionar, crecer y conectarte mejor con las demás personas, puedes empezar a dejar el orgullo de lado siguiendo estos cinco tips:
1. Practica el autoconocimiento: empieza a tener humildad
La introspección y la revisión de las creencias que arrastras desde que naciste hasta hoy serán dos de los elementos claves.
Con la ayuda de un terapeuta profesional, e incluso complementarlo con coaching, podrás dar los pasos concretos en encontrar la raíz del orgullo, y reemplazarlo por otros sentimientos más nobles de acuerdo con tus nuevos principios, si, realmente, quieres transformarte.
Por cierto, esto implica revisar profundamente tu escala de valores. Uno de los que seguramente querrás agregar es el de la humildad.
2. Asume que no somos perfectos
La persona orgullosa no se anima a observar los aspectos negativos en sí, mientras que puede llegar a ser muy cruel al señalarlos en las demás.
Conciliar la autoimagen de arrogancia interna con una de mayor moderación, humildad y paciencia interior para saber que hay aspectos que no contribuyen a tu equilibrio emocional, será un paso importante para dejar la arrogancia y la vanidad.
3. Reconoce tu valor interno: no necesitas de la soberbia
Un enorme miedo que suelen agigantar aún más las personas orgullosas es que si dejan esa forma de ser de lado, no podrán sentirse valiosas.
La verdad es que la soberbia, la pedantería y cualquier otra forma que adopte al manifestarse, son sólo una máscara, una armadura que la persona ha construido -o le han inculcado desde la infancia- para, supuestamente, poner una barrera entre ella y el resto. Es un muro que la aleja, en vez de un puente.
Llegará el momento en que puedas disfrutar de tus logros, expresarlos y darlos a conocer al mundo, sin necesidad de caer en la arrogancia o sentimientos de superioridad, como habrías hecho en tu versión anterior.
Debes saber que cada persona, incluso las orgullosas y arrogantes, tienen un enorme tesoro interno; solo que lo esconden detrás de ciertos comportamientos limitantes.
Animarte a dejarlos de lado, mostrarte tal cual eres con tu cuota de imperfecciones, y de compasión contigo y con el entorno, ayudará a recobrar los rasgos de humanidad que parecía que no tenías. Calma: siempre están, sólo que los has ocultado por mucho tiempo.
4. Supera tus inseguridades
Otro factor relevante es que, por lo general, hay una cuota de inseguridad interna en la persona orgullosa. Surge de la confusión interna que le genera el no saber cómo responderán los demás ante sus actos.
Es por este motivo que elige actuar su rol arrogante, terco y distante, muchas veces con frialdad y hasta desconsideración extrema, con tal de sentir una aparente seguridad.
Cuando empieces a conocerte mejor, hallarás en la inseguridad una palanca para conquistar lo más honesto y verdadero que tienes: tu seguridad interior.
La podrás desarrollar, y aprenderás a confiar, a sentir y a conectarte de una forma empática y sincera.
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5. Aprende a pedir perdón
Este acto de sincero arrepentimiento quizás sea uno de los más difíciles de lograr para las personalidades orgullosas, porque sienten que bajan de “categoría”.
El pedir perdón, y perdonarte, es de las habilidades estratégicas que traen recompensas automáticas: vulnerabilidad -que no es lo mismo que debilidad- para mostrar tu rasgo más humano; sensibilidad para empatizar y entender lo que la otra persona puede estar sintiendo; y entender que los errores forman parte de la experiencia humana. Sí, no somos perfectos en este plano físico. Ni siquiera tú.
Una vez que transites por estos cinco pasos habrás empezado a dejar de lado tus actitudes orgullosas, conquistarás más libertad interior, estarás con menos ataduras a las creencias limitantes que tenías, y podrás conectarte contigo en primer lugar, y luego con las demás personas, en forma más equilibrada.