Los "superalimentos" se han convertido en una tendencia de estilo de vida en las últimas décadas, y con la expansión de las redes sociales y el Internet, ahora la información relativa a sus beneficios puede llegar a un público más amplio que nunca.
Pero, ¿qué sabemos de los superalimentos? ¿Le hacen justicia a su nombre? ¿De dónde viene la denominación? ¿Qué tan profundo es su efecto en nuestra salud? En este artículo pretendemos aclarar algunas de estas dudas a un nivel muy básico.
No existe ningún órgano regulador a gran escala, como la FDA estadounidense o la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) de que reconozca el término "superalimento" o superfood como una forma legítima de referirse a ciertos alimentos.
Sin embargo, hay un conocimiento extendido que entiende que un superalimento es un alimento con una serie de supuestos beneficios para la salud derivados de su densidad nutricional, que es la proporción de nutrientes presentes en un alimento, siendo más nutritivos los que tienen una mayor densidad.
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El lino, el goji, la quinoa, la stevia y la chía son algunos de los alimentos que de un tiempo hasta hoy se han ganado el adjetivo de "súper" por su carga nutricional. Como se mencionó anteriormente, el término no está regulado y en la práctica cualquier compañía distribuidora puede afirmar que un alimento cualquiera es "súper". Es con eso con lo que hay que tener cuidado: con los casos en los que el término se utiliza como estrategia de marketing.
¿De dónde surge el término?
De hecho, si bien no está del todo claro, parece que el nombre proviene de una publicación en un periódico canadiense en 1949, que se refería a las propiedades nutricionales del muffin, también conocido también como magdalena, panquecito o ponquecito. No precisamente la comida más saludable si se aplica la preparación tradicional.
Para combatir la desinformación, el 1 de julio de 2007 entró en efecto una medida que prohibe la comercialización de productos en la Unión Europea bajo el nombre de superfood a menos que los productores puedan proveer pruebas científicas creíbles de que el alimento es verdaderamente "súper".
Hasta el 2007, alrededor de 100 alimentos habían caído bajo esta denominación y en casos como el de la espinaca y el arándano, sus ventas crecieron considerablemente como resultado de la publicidad. Las ventas de arándano aumentaron 132% del 2005 al 2007 en el Reino Unido. Por si fuera poco, los arándanos tienen propiedades nutricionales más bien promedio comparados con otras frutas o vegetales.
Entonces, ¿los superalimentos son reales o no?
Medidas como la tomada por la Unión Europea y el hecho de que se trata de un término que no tiene ninguna validez académica ni científica llevarían a muchos a pensar que los superalimentos no son más que un invento de directivos empresariales y agencias publicitarias para vender más, y por lo visto, realmente les funciona.
Esto, por supuesto, no significa que algunos de los llamados superalimentos no sean verdaderamente alimentos ricos en nutrientes que pueden potenciar nuestra alimentación. Muchos lo son: el brócoli, la nuez y el aguacate destacan en sus respectivos grupos alimenticios por sus cualidades nutritivas por encima de la media. Pero eso es todo, no quiere decir que estaremos libres de enfermedades o adelgazaremos sin esfuerzo por comer X cantidad diaria.
El error está en creer que los llamados superalimentos resolverán los problemas de nuestra salud o nos protegerán indefinidamente con sus poderes nutritivos. Son saludables, pero una medida diaria nunca superará la efectividad de un patrón alimenticio sano.
Los llamados se deben consumir en igual capacidad que los demás alimentos de la dieta, no como si tuvieran cualidades superiores hasta el punto en que balancean un estilo de vida poco saludable. Y sobre todo, hay que utilizar esa palabra cuando sabemos realmente qué propiedades tiene lo que estamos comiendo, y no confiar ciegamente en lo que dicen los envases de las grandes marcas o los comerciales de televisión.
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