En 2023, la cifra de activistas ambientales asesinados en todo el mundo alcanzó los 196 casos, según el último informe de la organización Global Witness. Desde 2012, más de 2.000 personas han perdido la vida en su lucha por proteger el planeta, con América Latina como la región más peligrosa para estos defensores. La violencia contra quienes intentan detener la degradación ambiental y proteger los derechos de las comunidades indígenas y locales sigue en aumento, exacerbada por la impunidad y la falta de medidas gubernamentales.

América Latina: el epicentro de la violencia ambiental

De los 196 activistas asesinados en 2023, más de la mitad de los crímenes ocurrieron en América Latina, una región rica en recursos naturales, pero afectada por conflictos sobre la tierra, la minería y la deforestación. Colombia, México y Brasil encabezan la lista de los países más mortíferos para los defensores ambientales.

  • Colombia: Tras la firma del acuerdo de paz en 2016, los conflictos por el control de la tierra y los recursos no solo no cesaron, sino que se han intensificado en muchas zonas rurales. En 2023, Colombia registró 60 asesinatos de defensores del medio ambiente, la cifra más alta del mundo. Gran parte de estos crímenes ocurren en regiones donde operan grupos armados ilegales, narcotraficantes y empresas mineras. Las comunidades indígenas y afrocolombianas son las más afectadas por estos ataques.
  • México: En el país azteca, los defensores del territorio se encuentran entre dos fuegos: el crimen organizado y las empresas extractivas que buscan explotar recursos sin importar los daños al medio ambiente. En 2023, México reportó 31 activistas asesinados, muchos de ellos vinculados a la defensa de la tierra contra megaproyectos industriales y turísticos.
  • Brasil: La selva amazónica continúa siendo un campo de batalla donde se enfrentan intereses madereros, agroindustriales y comunidades indígenas. Los ataques a líderes ambientales en Brasil están impulsados por la expansión de la frontera agrícola y la explotación ilegal de recursos naturales. Solo en 2023, 34 activistas brasileños fueron asesinados, con muchas víctimas entre las comunidades indígenas que defienden el Amazonas de la deforestación acelerada.
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Los awá del Nariño enfrentan graves amenazas como reclutamiento forzado, confinamiento, masacres, asesinatos. Crédito: Comunicaciones UNIPA.

¿Por qué los activistas son asesinados?

Los defensores del medio ambiente son asesinados principalmente por oponerse a poderosos intereses económicos relacionados con la minería, la agroindustria, la tala ilegal, y la expansión de infraestructuras a gran escala. Estos activistas denuncian la apropiación de tierras, la destrucción de ecosistemas vitales y la amenaza que estas actividades representan para las comunidades locales. En muchos casos, las autoridades nacionales no solo fallan en proteger a los activistas, sino que, en ocasiones, colaboran con las empresas que perpetran estos abusos.

Uno de los mayores problemas es la impunidad. Según Global Witness, más del 95% de los asesinatos de activistas ambientales no son investigados ni juzgados adecuadamente, lo que perpetúa un ciclo de violencia y desalienta la protección de la naturaleza. Los activistas que trabajan en regiones rurales y aisladas son particularmente vulnerables, ya que suelen carecer de apoyo institucional o acceso a protección legal.

El trabajo de Nilgul Sayar y otros activistas en la línea de fuego

Entre las figuras destacadas de esta lucha está Nilgul Sayar, una activista por los derechos de los animales que también ha trabajado en temas ambientales en Turquía. Su labor para proteger a los animales callejeros, combatir el maltrato y mejorar la legislación a favor de los derechos de los animales la ha puesto en el centro de la atención internacional. A pesar de los riesgos, activistas como Sayar siguen adelante, conscientes de que su labor es vital no solo para los animales, sino también para el bienestar de los ecosistemas.

En Brasil, uno de los ejemplos recientes es el asesinato de Bruno Pereira, un defensor de los pueblos indígenas y experto en la Amazonía que trabajaba en estrecha colaboración con las comunidades nativas para proteger sus tierras de invasores ilegales. Su trágica muerte dejó en evidencia los peligros a los que se enfrentan quienes se oponen a las poderosas mafias que buscan lucrar con la destrucción de la selva. Si bien este hecho ocurrió en junio de 2022 fue un claro ejemplo de persecución y hostigamiento.

Bruno Pareira

Las voces silenciadas y la resistencia

A pesar de los ataques, la resistencia no se detiene. Las comunidades indígenas, campesinas y los activistas ambientales continúan defendiendo sus territorios y recursos. Muchas de estas comunidades dependen de sus tierras para su subsistencia, lo que les impulsa a seguir luchando, incluso bajo amenazas constantes. Además, organizaciones internacionales como Global Witness, Amnistía Internacional y Human Rights Watch han intensificado sus campañas para visibilizar los crímenes contra los activistas y presionar a los gobiernos a tomar medidas más severas para protegerlos.

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Foto: Cortesía Skylight. Desde 2020, el colectivo Futuros Indígenas agrupa a jóvenes de Mesoamérica para la incidencia política sobre el cambio climático. La guatemalteca Andrea Ixchíu se refugió en México, luego de sufrir persecución política en su país natal, por exigir el respeto a los derechos humanos de los pueblos indígenas.

La importancia de actuar y la responsabilidad internacional

El asesinato de activistas ambientales es una crisis global que exige atención urgente. Los gobiernos deben implementar políticas más estrictas para proteger tanto a los defensores como a los recursos naturales que estos protegen. Esto incluye no solo reforzar las leyes ambientales, sino también garantizar que las comunidades locales tengan voz en las decisiones que afectan sus territorios.

La comunidad internacional también tiene un papel crucial en exigir responsabilidad a las empresas y a los gobiernos que permiten la destrucción del medio ambiente y el asesinato de quienes luchan por protegerlo. Sin una acción decidida, los activistas seguirán siendo silenciados, y el planeta continuará sufriendo las consecuencias devastadoras de la explotación sin control.

En definitiva, proteger a los defensores del medio ambiente no es solo una cuestión de derechos humanos, sino una necesidad urgente para asegurar la salud y supervivencia de los ecosistemas globales.

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