Dolores Campos, mejor conocida como Lolita y Manuel Pozzi son Argentinos. Ella era diseñadora y maestra, trabajaba en un colegio y tenía su propia marca de vestidos de alta costura restauradas con géneros vintage. Manu era músico y hacía trabajos de diseño.
Los dos viajaban por su parte, pero luego de conocerse decidieron que querían recorrer América, en una camioneta. Ellos no saben cómo lo decidieron porque no fue algo de una dia para el otro. Fue algo que se dio más en ruta y visibilizando que era posible.
“Todo lo que se ve lejano se ve más difícil o imposible de concretar, mientras lo estás haciendo te das cuenta que es igual de accesible que la quietud y que tener un trabajo estable, todo depende de la voluntad de lograrlo y adaptarte", cuenta Loli en diálogo con Bioguia.
Ellos opinan que todo lo desconocido genera algo de miedo, pero que es importante diferenciar el miedo del pánico. “El miedo es hermoso, es ese cosquilleo frente al terreno Virgen que uno no conoce en absoluto pero un fiel indicador de que “es por ahi”, nos encanta sentir ese vértigo. En cambio el pánico te paraliza y no te deja avanzar. Es importante usar el miedo como aliado", explica Dolores como respuesta a si habían tenido miedo a dejar la vida “estructurada” que llevaban antes de emprender este viaje.
Loli y Manu admiten ser bastante desorganizados y no planean qué destinos van a visitar. Sin embargo admiten tener asignaturas pendientes como las auroras boreales, el Himalaya, un viaje en barco entre otras.
“Somos bastante intuitivos, como siempre estamos en ruta, vamos viendo lo que va saliendo y siguiendo las coordenadas de lo que sentimos. Jamás planeamos rutas y mucho menos hospedaje y demás. Hemos dormido en la calle por no planear, y eso es lo que nos encanta, las pruebas y anécdotas que surgen del camino no trazado", afirma la entrevistada.
Para sostenerse económicamente, Loli y Manu han trabajado en obras de construcción, en bares, de pintores, mozos, y hoy en día sus carreras les permiten vivir cien por ciento de lo que aman, dando conciertos de poesía y música alrededor del mundo.
Lo que mas les cuesta de vivir con este ritmo y en una espacio tan chico va mutando según el clima o las necesidades básicas del lugaren el que están. A veces les cuesta no tener baño, otras no contar con calefacción o la ventilación. Muchas veces los afecta perderse fechas importantes de sus seres queridos. “Cada época es una nueva renuncia a algo. Elegir es renunciar", reflexionan.
Lo que más les gusta de esta vida es la escenografía es la recolección de anécdotas interminables y que la escenografía para sus ojos se renueva.
Ahora que esperan a su hija, Amapola, están contentos de que va a poder conocer los colores de la naturaleza en vivo y en directo y no en cuadros. “Nada nos provoca tanta felicidad cómo saber que se viene una aventura completamente distinta pero de la mano del mundo siempre", concluye Loli.
De España al mundo
Como Loli y Manuel, Marta Bruyel y Daniel Gimeno también viven viajando. Ellos son españoles y tienen tres hijos: Tao, Dhara y Erik.
Los cinco vivían en Madrid. Dani tenía una empresa junto a un amigo y Marta se ocupa de la casa. Antes de tener a los niños habían viajado por un año y medio de mochileros por Asia y Nueva Zelanda, recorrieron india con una moto, la vendieron y estuvieron por Tailandia, Malasia, Indonesia, seis meses.
Luego en Nueva Zelanda se compraron un furgoneta y recorrieron. Pero cuando tuvieron a los niños decidieron tener una vida más “estable” en su país, aunque las ganas de viajar nunca desaparecieron.
“Yo siempre le decía: 'Dani, ¿cuándo vamos a viajar?' y él todavía no lo veía claro por el tema de la empresa", cuenta Marta riendo. “Un día, Dani se despertó y dijo 'ya lo tengo claro, vendemos la empresa y emprendemos un proyecto audiovisual de 6 años para que Tao no vuelva muy mayor'”.
Así arrancó la historia de “Los Mundo”, como se hacen llamar. Partieron con el dinero que les dejo la venta de la empresa y comenzaron a hacer fotos corporativas para empresas, hoteles entonces de ahí comenzaron a generar más ingresos.
“Estamos trabajando muy duro en nuestra pagina web Los mundo, en nuestro Instagram y en nuestro canal de Youtube porque nuestro sueño es poder vivir de forma online pero sabemos que esto es difícil y lleva tiempo, por eso es un proyecto a largo plazo. Generamos un poco de ingresos de todos lados para poder sostenernos económicamente”, explica Marta.
Lo que más les gusta de esta vida es la libertad de no tener que depender de horarios ni de jefes. Los Mundo valoran mucho depender de sus propios ritmos, conocer personas de distintas culturas, que los llenan de manera personal y espiritual. “Lo difícil es la despedida, dejamos un pedacito de corazón en lo distintos sitios", expresa Marta emocionada, y añade: “Disfrutar de la infancia de nuestros hijos, de la pareja, estar tanto tiempo juntos, es muy lindo".
Sin embargo también tienen miedos, como el de no poder sostenerse económicamente o el de la salud de los niños. “Cuando estás afuera hay enfermedades que no conoces, bichos, entonces uno tiene un poco mas de respeto, pero la verdad es que cuando uno está en ruta se da cuenta de que los miedo van desapareciendo y las cosas fluyen", reflexiona Marta.
Por otro lado, la educación de los niños es algo que le preocupa a todos los padres, Marta y Dani se han dado cuenta de que los niños han estado aprendiendo de geografía y de culturas diversas de América, que en España no hubiesen aprendido. También notan que aprendieron a relacionarse con adultos, niños, diferentes culturas, gente de distinta clase social.
“Aprenden un montón de cosas de la naturaleza, este año cuando yo veía el temario de Tao, era aburrido porque son cosas que él ya sabía porque lo está viendo y viviendo. Todo eso se lo está dando el propio viaje", cuenta la entrevistada.
“Es verdad que nosotros no queremos que pierdan el hilo de la educación formal, para que el día de mañana cuando vayan a España no estén tan perdidos y que tengan la noción de leer, escribir, también que le gusten los libros por eso también seguimos el temario de la escuela a distancia”, añade.
Una pareja viajera de México
Cynthia y Gustavo son mexicanos y están juntos hace 10 años y desde que están juntos decidieron recorrer el mundo. Él estudió Comunicación y ella Administración de Empresas. Él trabajaba de manera freelance y ella trabajaba en una oficina de lunes a viernes, entonces le costó dejar su zona de confort y la seguridad para ir a darle la vuelta al mundo.
Sin embargo Cynthia admite que desde los 16 años solo pensaba en que quería estudiar y cuando volvía a San Luis se sentía encerrada entonces buscaba la forma de salir, por eso realizó prácticas profesionales en Argentina.
Gustavo y Cynthia iniciaron su viaje desde México hasta Argentina en un escarabajo Volkswagen. “Nadie nos creía que podíamos llegar a Argentina. En un principio dijimos que el viaje iba a durar 14 meses pero luego nos dimos cuenta de que iba a durar más, y así estuvimos cuatro años viajando, nos tomamos nuestro tiempo y lo hicimos a nuestra velocidad”, dijo la entrevistada en diálogo con Bioguia.
La pareja salió con ahorros pero durante el viaje dieron 35 cursos a chicos de comunidades con escasos recursos de Latinoamérica “A los niños no les pedíamos nada a cambio, nos acercábamos a través de fundaciones, programas, etc”, explica Cynthia. También fueron realizando videos y fotos para restaurantes y hoteles. En su Instagram Nomadarte se pueden ver muchas de sus obras.
Admiten que el último tiempo fue cansador, ya querían estar en su casa, tener su lugar, porque paraban en casas de personas que acostumbran a recibir viajeros y ellos ya estaban un poco cansados de contar siempre su historia.
En la segunda parte del viaje, volvieron a México y descansaron unos meses pero luego decidieron volver a la ruta. “Nos fuimos un 21 de marzo del 2019 hasta Alaska y regresamos el 21 de Marzo del 2020”, explica la entrevistada. El plan eran seis meses más pero les agarro la pandemia en Estados Unidos y decidieron volver a San Luis, México para estar junto a su familia y amigos.
Para ellos lo más difícil del viajar tanto tiempo y en un lugar tan pequeño no es la convivencia. “Lo más difícil es el baño y la regadera, porque en la combi no hay, entonces siempre hay que estar buscando gasolineras donde bañarnos. Esa es la parte complicada pero por el espacio viajar en una combi a comparación del Volky era como una mansión", cuenta la viajera riendo.
“Tener la libertad de despertar donde queramos, quedarnos los días que queramos en las playas, detenernos en cualquier lugar e ir haciendo lo que uno quiere a nuestro ritmo, para nosotros eso es lo mas lindo”, concluye Cynthia.