Los días pasan y a veces tenemos la sensación de que son muy similares.
Despertamos, desayunamos, salimos a trabajar, y muchas veces volvemos, cenamos (quizás intercalamos en el medio alguna actividad), y a dormir otra vez para volver a empezar.
En ese ritmo, muchas cosas nos aquejan, ocupan nuestra mente y restan energía a nuestro cuerpo.
Pero, te propongo un ejercicio.
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Quita todo de lado. Tu trabajo, las preocupaciones del día a día, los quehaceres de la casa, las reuniones pendientes… Completamente todo.
Déjate solamente a ti. Imagínate, visualízate.
Y pregúntate: ¿es ésta la única forma de vivir posible? Piensa por un momento: ¿en dónde podrías estar? ¿Cómo te gustaría estar? Y en esa proyección, ¿qué peso tiene todo lo que ahora te preocupa?
Eso puede ayudarte todos los días a tomar conciencia de que lo que a veces sientes como vital, imprescindible, o necesario, pero no lo es.
En cambio, respirar, respetar tu cuerpo, escucharte, alimentarte a conciencia, mantener vínculos sanos… Eso sí es vital, ahora o en cualquier otro estilo de vida que elijas.
Por eso antes de ir a dormir, no dejes que termine el día sin agradecer por estar vivo, por tener lo que tienes. Toma conciencia de tu presente, de lo importante que eres y de tu valor. Siéntete merecedor y afortunado.
Ésa es la base, ése es el verdadero inicio. Lo demás, es pura construcción y la buena noticia es que, como tal, siempre puedes modificarla a tu favor.