Un árbol nativo puede vivir miles de años y volverse casi infinito, uno con el universo, mientras crece sin apuro y en armonía con otros tipos de vida que lo rodean. Donde hay un algarrobo, siempre habrá una sombra generosa para descansar. Donde hay ceibos floridos, revolotean los picaflores. Donde hay un tala, con su perfume encantado de árbol de las yungas, aparecen unas mariposas violetas -las zafiro púrpura- que se mueren de amor por sus flores verdes.
¿Pero acaso solo en el ámbito rural podemos disfrutar de la compañía de estos árboles? ¡Claro que no! Una maravillosa iniciativa es poblar las calles de ciudades y pueblos con estos buenos amigos que, además de ofrendar sus bellezas, desencadenan casi de inmediato el mágico fluir de la vida.
Hernán “Camel” Sforzini, reconocido percusionista argentino, referente del reggae local y productor discográfico, sabe bien de qué se trata. Desde hace dos décadas promueve la plantación de árboles nativos en Lanús, su ciudad natal, y desde hace siete impulsa el movimiento ambiental y cultural “Planta & Canta”, con el que convoca a grandes figuras de la música para concientizar sobre la importancia del árbolado urbano.
“Mi click de conciencia fue hace 23 años, cuando tuve que volver a mi casa familiar en Lanús después de vivir desde los ocho en Monte Grande, adonde me había criado entre árboles, jugando debajo de ellos o trepado a las casitas que me armaba, con todos los beneficios que esto conlleva: el oxígeno que respirás, la energía del paisaje, los sonidos… En Lanús, en cambio, la mano venía complicada, puro cemento. ‘Va a ser durísimo’, pensé, y al poco tiempo estaba plantando un árbol frente a mi casa-estudio. Al lado de ese planté otro y otro y la movida se fue expandiendo con vecinos a otras cuadras, a las plazas y a todo Lanús Este y Oeste, adonde ya llevamos más de 1800 árboles plantados en dos décadas, en su mayoría nativos”.
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–¿Cómo se gestó el movimiento “Planta & Canta”, a partir del cual invitás a músicos famosos a cantarles a los árboles y a plantar uno?
–“Planta & Canta” es un movimiento ambiental y cultural que reforesta al mismo tiempo que reúne a vecinos con músicos, va a las escuelas a dar charlas sobre árboles y organiza plantadas con todos ellos… Cada vez somos más. Tiene su origen en mi tarea barrial concientizando al vecindario… Aunque terminó siendo una suerte de revelación con la Pachamama, mientras tomaba una medicina de plantas, la que decantó hace unos diez años mi pasaje de lo individual a lo colectivo: en ese trance, la Pachamama me dejó claro que mi misión en la vida era esta. Lo sentí muy claro y conciso. Entonces apreté el acelerador: después de mucho trabajar solo, decidí involucrar a más artistas y vecinos en esta tarea de restauración de árboles, regeneración y reforestación. Así también nació en 2020 “Bosque de canciones”, un álbum que reúne a destacados artistas como Litto Nebbia, Diego Frenkel, Los Cafres, Eruca Sativa y muchos más.
“Forestar un barrio estimula la interacción de la fauna y también de los vecinos, que comienzan a charlar sobre sus árboles”.
–¿Este movimiento tiene presencia en las provincias?
–En San Luis Capital tuvimos un programa de radio durante dos años, desde el cual difundíamos nuestras acciones y organizábamos plantaciones, algo que seguimos haciendo. En Mar del Plata tenemos una sede en el Bosque Peralta Ramos: ahí venimos reforestando con nativos porque hay árboles de setenta años que se caen por añosos. También hacemos plantaciones en Ciudad de Buenos Aires y, en la provincia de Buenos Aires, en Lanús, San Miguel y Chapadmalal.
La semilla del cambio
Plantar un árbol, no importa su tipo, es una decisión que tendrá efectos durante muchos años, por lo que conviene informarse y pensar un poquito antes de plantar. Hernán aporta varias sugerencias interesantes: “Lo principal es plantar un árbol nativo. Después, dependiendo del lugar del país y el terreno, habrá especies que se adaptarán mejor. Si vamos a plantar delante de casa, consideremos el ancho de la vereda, no vaya a ser que el árbol se ponga gigante allí donde no cabe… O viceversa, porque si ponemos un arbolito ínfimo en una vereda grande, vamos a estar desaprovechando la posibilidad de un follaje mayor. Si vamos a plantar en el fondo, que sea alejado de medianeras, para no tener problemas con el vecino. Y también lejos de la casa y la pileta, por las raíces, cañerías y cimientos. También podemos pensar si queremos un árbol de hojas permanentes u otro que las pierda en invierno para que deje pasar la luz solar.
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–¿Qué transformaciones se dan en nuestro entorno cuando plantamos un árbol nativo en la ciudad?
–Cambia el aire que respiramos, lo que olemos y vemos. La transformación es hermosa. Cuando se planta un árbol nativo, enseguida comienzan a visitarnos las mariposas y después llegan los pájaros para comerse a los bichitos y en busca de frutos y semillas. Además de esta interacción de la fauna y la flora, por mi experiencia noto que en un barrio que se foresta crece también el vínculo entre vecinos: empiezan las charlas sobre lo que cada uno plantó en la vereda, sobre cómo podaron para que les entrara más luz a la casa, etcétera…
–Sos un ser musical y también alguien sensible a la compañía y el bienestar de los árboles… ¿Te pusiste a pensar qué les pasa a ellos con la música?
–Creo que a los árboles les gusta la música (se ríe mucho), sino no serían hogar y alimento de los pájaros que cantan en las ramas. Y además, una vez que mueren, son la materia prima para los instrumentos que generan música, así que están super conectados.
“Cada vez hay más deforestación y se contamina más el suelo con fertilizantes y venenos. Es fácil la lógica: lo que das es lo que vuelve”.
Bosques amenazados
La adaptación de los árboles nativos a sus ambientes originarios es asombrosa, y no por casualidad. Llevan miles de años evolucionando en una región determinada, por lo que sus genes han superado todos los extremos de la naturaleza; sequías, heladas, tormentas y plagas, y han aprendido a relacionarse armoniosamente con los demás elementos del ecosistema. Por esto mismo, no degradan los suelos y demandan menos agua y cuidados que las especies exóticas. Sin embargo, los desmontes e incendios intencionales de los últimos años se han vuelto una amenaza mortal para los bosques nativos de la Argentina.
Según cifras del Ministerio de Ambiente a las que accedió el portal Chequeado tras un pedido de acceso a la información pública, durante 2022 el fuego afectó 723 mil hectáreas en todo el país, más del doble que en 2021.
–¿Qué lectura hacés de la tremenda problemática que estamos atravesando con los incendios forestales?
–Hay menos lluvias, viene por ese lado… Y también es cierto que cada vez hay más deforestación y se contamina más el suelo con fertilizantes y venenos. Es sencilla la lógica de lo que pasa: lo que das es lo que vuelve. Si dañamos más de lo que reparamos, agarrémonos porque se va a venir con todo.
“Si activamos todos con algo, la cosa un poquito cambia. Y si dejamos de destruir todo por un rato, ni te cuento…¡Guau, nos tapa la naturaleza!”.
Hernán “Camel” Sforzini planta a diario árboles nativos para transformar realidades y promover una mejor calidad de vida para el disfrute comunitario. “Cada aporte suma mucho: plantar una semilla, regar un arbolito nuevo que vemos en la calle. También podemos juntar las botellas de plástico tiradas y los papeles de nuestra cuadra… ¡Lo hago todos los días! -propone el músico-. Si activamos todos con algo, la cosa un poquito cambia. Y si dejamos de destruir todo por un rato, ni te cuento… ¡Guau, nos tapa la naturaleza!”.
Los árboles son amigos: nos protegen de las tempestades y en las ciudades funcionan como verdaderas cortinas visuales y auditivas. Sus hojas son pequeñas fábricas de oxígeno. Los seres humanos extraemos de ellos lo que necesitamos y mucho más: alimentos, madera, leña, fibras, resinas. Nos echamos a dormir a su sombra y muchas personas incluso los abrazamos. En su existir secreto -ese que solo conocemos trepándonos a ellos, como decía el poeta cubano Reinaldo Arenas-, cada especie nativa abriga la chispa única de la vida.