Por Isabella Meneghel, Universitat Internacional de Catalunya
Nos despertamos y nos damos cuenta de que ya no recordamos cuántos días llevamos en cuarentena. Tal vez nos espera una jornada de teletrabajo, o quizá tenemos todo el día libre porque ahora ni siquiera trabajamos. Los medios de comunicación no paran de transmitir información y cifras relacionadas con el COVID-19.
Intentamos distraernos. Suerte que en las redes sociales se comparten sugerencias para mantenerse ocupados: cursos online, listados de películas, clases de deporte, etc. Incluso se empieza a escuchar ya que debemos ver esta situación como una oportunidad para salir fortalecidos.
El concepto de resiliencia
Pero ¿a qué nos referimos con eso de “salir fortalecidos”? La psicología lo denomina resiliencia, definida como el proceso de adaptación exitosa frente a situaciones adversas y de crisis. Nos adaptamos con éxito cuando somos capaces de interpretar la situación como una oportunidad de aprendizaje, cuando salimos fortalecidos tras ella.
Las situaciones adversas son inevitables en nuestra vida. Muchas veces las vivimos como amenazas porque se interponen en nuestros planes y ponen a prueba nuestro equilibrio emocional, generando sensación de impotencia y falta de control. Sin embargo, no son las situaciones en sí las que provocan una crisis. Lo decisivo es cómo las valoramos y cuáles son nuestras capacidades para sobreponernos.
En este sentido, a veces las dificultades pueden incluso favorecer nuestro crecimiento personal. Las podemos aprovechar para mirar hacia el interior y conocernos mejor a nosotros mismos. En algunos casos, hacen que nos cuestionemos cosas que nos parecían obvias y nos invitan a hacer un repaso de nuestra vida. Tal vez sea el momento para tomar una decisión que no puede seguir aplazándose. O quizás nos atrevamos a hacer algo que hasta ahora se nos resistía.
Entonces, ¿qué podemos hacer para que el confinamiento sea una oportunidad para salir fortalecidos? Lo que la investigación nos ha revelado, es que podemos incrementar nuestra resiliencia a través de unos sencillos hábitos. Concretamente tres: calmar la mente, mantener el foco y conectar con los demás.
Calmar la mente
Para entender lo que realmente está pasando, lo primero que necesitamos es darnos un respiro. Vamos a tomarnos un tiempo para estar a solas con nosotros mismos, sin hacer nada más. Pausar y observar la mente, sin juzgar si nuestros pensamientos son buenos a malos, tal y como nos enseña el mindfulness.
Cuando aprendemos a estar centrados en el presente, con una actitud de aceptación hacia la situación que estamos viviendo, se incrementa nuestra resiliencia. Eso es debido a que, al practicar mindfulness, nuestra mente está más preparada para hacer frente a las situaciones difíciles. A través del mindfulness nos entrenamos para estar centrados en el “aquí y ahora”, mantenemos el enfoque en la solución y eso nos hace incluso más creativos.
Por esa razón, el mindfulness nos hace sentir mejor a nivel físico y mental. Sin embargo, para conseguir estos beneficios es necesario practicarlo a diario, aunque sea durante pocos minutos al día. Si aún no lo ha probado, ahora tiene la oportunidad de encontrar tiempo para hacerlo.
Mantener el foco en lo importante
Cada uno hace su propia interpretación de la realidad en función de las cosas a las que prestamos atención. Dónde ponemos el foco define nuestra realidad. Para salir más fortalecidos de esta situación, es importante dedicar más tiempo a aquellas actividades que nos aportan emociones positivas. Además, conviene evitar aquellas actividades o pensamientos que nos generan preocupación.
Experimentar a diario emociones positivas construye recursos personales duraderos, ya que las emociones positivas impulsan nuestro crecimiento y cambio a lo largo del tiempo. Gracias a estos recursos ampliaremos nuestras habilidades para hacer frente a los desafíos de la vida. En otras palabras, nos volveremos más resilientes.
Para aumentar nuestras emociones positivas, lo más fácil es realizar actividades que nos hagan sentir bien. Si el deporte nos carga de energía, practiquemos nuestra disciplina favorita (en la medida de las posibilidades). Si nos gusta la cocina, probemos unas recetas nuevas. Si leer es lo nuestro, desempolvemos los libros que quedaron pendientes. Bailemos, escribamos, dibujemos, practiquemos un idioma con un amigo por videoconferencia. En este caso, la única receta que vale para todos es: elijamos las actividades que más nos gustan, ¡y hagámoslas!
Conectar con los demás
La resiliencia depende en gran medida de la existencia y la calidad de las relaciones interpersonales. De hecho, relacionarnos frecuentemente con otras personas se asocia con sentirnos bien. Podemos aprovechar el confinamiento para dedicar más tiempo a las personas que tenemos en casa, es una oportunidad que pocas veces tenemos.
Aunque veamos a esas personas todos los días, ¿nos hemos preguntado si tenemos con ellos tiempo de calidad? Pregúnteles como están, dediquen un tiempo a compartir experiencias o recuerdos positivos. Escuchemos con todos los sentidos, seamos empáticos, mostremos atención y preocupación hacia las necesidades del prójimo.
Cuanto más tiempo dediquemos a nuestras relaciones, más profundas serán sus raíces. La cercanía con los demás nos sirve como apoyo a la hora de enfrentarnos a los momentos difíciles. Además, gracias a las relaciones interpersonales nos recuperaremos mejor después de la dificultad.
Eso sí, aunque podemos conectar con muchas personas a través de las redes sociales, es preferible la interacción cara a cara siempre que sea posible. Aunque ahora tenemos pocas opciones.
Isabella Meneghel, Profesora de Psicología Social y Psicología del Trabajo y las Organizaciones, Universitat Internacional de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lee el original.