El ecofeminismo nace en la década del 70 al calor de las luchas contra el armamento nuclear. En un país donde se organizaban movimientos antinucleares, algunas autoras plantearon la necesidad de una nueva cultura en relación a las mujeres y la naturaleza, distinta a la cultura de la guerra. Sin embargo, este movimiento se vuelve sumamente relevante en un momento en el que atravesamos una profunda crisis ambiental.
Te presentamos una guía para conocer como evolucionó este movimiento, sus propuestas, preocupaciones y algunas de sus referentes.
Ecofeminismo clásico
En los 70, en Estados Unidos, comienza la conversación sobre el ecofeminismo gracias a Françoise d’Eaubonne, quien propone este término para denunciar el dominio de los hombres sobre el cuerpo de las mujeres y la naturaleza.
La filósofa encuentra una relación entre la cultura masculina, obsesionada con el control y el poder, y la sobrexplotación de recursos naturales. A su vez, sostienen que los rasgos biológicos que permiten la reproducción vinculan a las mujeres con la naturaleza de un modo especial.
[También te puede interesar: El ecofeminismo es la respuesta]
Por eso es que las autoras clásicas proponen recuperar los “valores matriarcales”, los “valores de las mujeres”. Gracias al vínculo que tienen con la naturaleza podrían entender mejor las consecuencias de la destrucción ambiental.
Estas primeras teorías fueron muy criticadas por reducir las características de hombres y mujeres a causales biológicas. Olvidar el carácter social y cultural en el que nos relacionamos, puede llevarnos a reproducir estereotipos de género.
Referentes
Una de las primeras autoras del ecofeminismo es Susan Griffin, quien realizó varios trabajos e investigaciones que impulsaron el debate sobre el ecofeminismo. Planteó una teoría que proponía recuperar el contacto de las mujeres con la naturaleza.
Ecofeminismo espiritualista
Esta rama del ecofeminismo surge en los 80 y está íntimamente relacionado con las experiencias de pueblos indígenas y campesinos. Se preocupa por las condiciones de vida en pueblos campesinos, donde la destrucción de la naturaleza tiene un gran impacto en la vida de las mujeres.
Es muy común que los hombres partan de estos pueblos hacia las grandes ciudades, donde encuentran mejores trabajos mientras las mujeres se quedan para criar a los niños. De ese modo, son las mujeres quienes, en su mayoría, conviven con la deforestación y las aguas contaminadas por fertilizantes, por ejemplo.
También incorpora una noción espiritualista que entiende a la vida y la naturaleza como sagrados. Pero lo que caracteriza esta corriente, es su fuerte crítica al modelo de desarrollo económico: un desarrollo que sostiene un modelo de consumo a costa de explotar los recursos naturales y destruir la biodiversidad. El ecofeminismo espiritualista propone un modelo alternativo para superar la explotación de la naturaleza y las mujeres.
Referentes
Una de sus exponentes en Vandana Shiva, una física que lucha activamente en contra de políticas que fomentan la explotación de los recursos y defiende a los pueblos de los abusos de las corporaciones que usurpan los recursos naturales. También ha creado campañas que buscan terminar con el uso de pesticidas y concienciar sobre los peligros de consumir semillas genéticamente modificadas.
Ecofeminismo constructivista
Las ecofeministas constructivistas se separan de la concepción que vincula biológicamente a las mujeres con la naturaleza: no hay una esencia femenina que las sitúe cerca de la naturaleza. Por el contrario, explican que esta relación se construyó históricamente. Las mujeres que viven en pueblos rurales y vivieron el avance de la destrucción ecológica en los campos, bosques y ríos, viven en carne propia los peligros que la misma presenta. Por eso los comprenden en profundidad y, potencialmente, podrían liderar las luchas ambientalistas.
Referentes
Una referente de esta corriente es Val Plumwood, una filósofa australiana que remarcó la importancia de superar la distinción hombre-naturaleza. La autora llama esto el “punto de vista de dominio”: en tanto entendemos a la naturaleza como algo exterior e inferior, la explotamos para nuestro beneficio. Sostiene también que este modo de entender al mundo se extiende a otras concepciones que excluyen a las mujeres, a los pueblos indígenas y al reino animal.
Ecofeminismo antiespecista
La concientización que realizan los veganos y vegetarianos no es nueva, sin embargo, ha crecido muchísimo estos últimos años. Esto puede deberse a la expansión de los movimientos de los derechos de los animales y la gran crisis ambiental que estamos viviendo. Cada vez más ciudadanos entienden que es fundamental realizar un cambio en el modelo de producción alimentaria.
El ecofeminismo antiespecista encuentra una relación entre la opresión y explotación de los animales y de las mujeres. El sexismo y el especismo tienen un patrón similar de explotación: tanto las mujeres como los animales son cosificados, subordinados y abusados.
Hoy se han multiplicado los reclamos por el antiespecismo dentro de la juventud y algunos feminismos. Se incrementaron la cantidad de activistas feministas que también son ecologistas y utilizan sus plataformas digitales para comunicar mejores hábitos de alimentación que no sean cómplices de la explotación animal. Esta rama del ecofeminismo es cada vez más cotidiana y podemos encontrarla en redes sociales, movilizaciones y talleres y campañas de concientización.