Nota por Dra. Albina Ruiz Ríos
Fundadora y Presidenta del Grupo Ciudad Saludable
www.ciudadsaludable.org
Poner fin a la pobreza es el primer objetivo de desarrollo sostenible. Pero, a simple vista uno se pregunta: ¿esto es posible? ¿Cómo podemos lograrlo? ¿Quiénes son responsables de que este objetivo realmente se cumpla?
Para lograr cumplir con esta meta para el 2030, necesitamos de todos; actuar articuladamente el sector público, el privado y la sociedad civil. En nuestro caso, desde Ciudad Saludable estamos trabajando con un sector que, además de estar por debajo de la línea de la pobreza, se encuentra invisibilizado: no solo sus ingresos son bajos, sino que trabajan en condiciones infrahumanas. Nos referimos a los/las recicladores, que trabajan en los botaderos a cielo abierto o en las calles, expuestos a una serie de riesgos de salud, de accidentes y de contraer enfermedades.
Esto que visto así es un grave problema, también es una oportunidad, porque son personas emprendedoras que han encontrado en lo que los demás desechan una oportunidad para obtener ingresos, porque se dieron cuenta de que en los residuos hay dinero.
Sin embargo, mientras continúen así como están trabajando, de manera informal, seguirán por debajo de la línea de la pobreza y siendo cada vez más vulnerables, además que ya son, muchas veces, vejados, agredidos por la sociedad, la policía, etc.
¿Es posible el cambio? ¿Es posible que los/las recicladoras puedan salir de la pobreza? ¿Pueden crecer económica, social y emocionalmente? Sí. Desde nuestra experiencia les aseguramos que es posible. Para ello se requiere trabajar en políticas públicas, en normas que reconozcan su actividad laboral como una profesión técnica, que se puedan articular como un actor más al sistema de gestión integral de residuos sólidos de los gobiernos locales. También se requiere que el sector financiero los vea con otros ojos, como clientes potenciales y además como buenos pagadores.
Por eso, tenemos que invertir en capacitarlos no solo a nivel organizativo, sino también empresarial y emocional. Necesitamos que estén sanos(as); esto significa que puedan tener asistencia terapéutica para descargar la "mochila" y así estar en condiciones de poder hacer el cambio no solo a nivel individual sino colectivo; que tengan la capacidad de comunicarse y de expresarse.
La transformación resultante es realmente increíble, no solo en términos de mejora de ingresos que es la clave, sino también a nivel personal, ya que tienen la capacidad de optar por cambios incluso conductuales, de pensar en su bienestar físico, mental y emocional, y en el de su familia, el de sus compañeros de trabajo, y el de la sociedad entera.
Un caso de muchos
Nelly Ticse, al igual que sus compañeros(as) recicladores, trabajaba 12 a 14 horas diarias. Jnto a sus tres menores hijos y Aldo, su esposo, rompían bolsas en las calles para buscar papel, cartón, botellas de plástico, latas, etc. Sin guantes, sin mascarillas, sin uniformes, muchas veces terminaban con cortes, con golpes o enfermos, y sus ingresos eran de menos de 1 dólar por día. Contaban con una sola habitación donde dormían todos juntos, cocinaban en un espacio sin techo con pedazos de madera que recogían en la basura; tampoco tenían servicios higiénicos.
Luego que trabajáramos juntos para que se aprobara una ley en favor de ellos, la ley 29419, Nelly junto a sus colegas crearon la Asociación de recicladores denominada RUPA. Se capacitaron, accedieron a vacunas antitetánicas y hepatitis B, obtuvieron su acceso al Servicio integral de Salud, fueron reconocidos por la municipalidad de San Juan de Miraflores en Lima (Perú), participan del programa de separación en origen y recolección selectiva, y hoy en día sus ingresos están por encima del sueldo mínimo vital, llegando a los 10 dólares por día. Además, sus hijos van al colegio, ya no trabajan más con sus padres, han mejorado su vivienda, cuentan con habitaciones diferenciadas, con servicios higiénicos, una cocina a gas con un espacio construido y junto a sus demás colegas tienen un centro de acopio. Hoy ya no venden cada día lo que recolectan al intermediario, sino que comercializan juntos de manera quincenal directamente a la empresa manufacturera o exportadora. Han accedido a créditos y cuentan con mejores equipos para la recolección y para el acondicionamiento y comercialización, hoy son formales, hoy facturan a la empresas que les compran.
Pero lo más importante es que ahora ellos directamente negocian con la empresa los precios, la forma de pago, etc; y se relacionan con los funcionarios y autoridades municipales y nacionales. Además, no solo han salido de la pobreza material, sino también de la emocional y espiritual; hoy en día se valoran a sí mismos y a su trabajo.
Todavía quedan miles, millones de recicladores que están por debajo de la línea de pobreza y siguen en botaderos y calles. Sin embargo hoy sabemos que es posible que ese contingente de personas salgan de la pobreza material y también de la emocional. Para ello necesitamos de todos: del gobierno, que asuma su rol de generador de políticas públicas y de fiscalizador del cumplimiento de estas normas; del gobierno local, que vea a los recicladores como aliados claves para la gestión integral de los residuos sólidos con enfoque de sostenibilidad e inclusión social; del sector financiero, que les otorgue créditos con intereses bajos; de la cooperación nacional e internacional, para que invierta en su capacitación y asistencia técnica, legal y organizativa; de las empresas generadoras de residuos y las que están en la cadena de valor del reciclaje, para que también tengan programas dirigidos a mejorar sus condiciones laborales; y de todos los ciudadanos, desde la casa, el colegio, la universidad, el trabajo, para que todos participemos activamente de los programas de separación en origen y entreguemos nuestros residuos a los /las recicladores organizados. Solo así se romperá de una vez el circuito de la pobreza que a tantos deja atrapados.