Las mordeduras de serpiente son la causa de muerte de decenas de miles de personas al año en muchas partes del mundo. Sin embargo, la comunidad sanitaria internacional no está haciendo eco del problema y no está garantizando la disponibilidad del tratamiento y las dosis necesarias del antídoto.
Cada año, en todo el mundo, 5 millones de personas sufren mordeduras de serpientes. De esta cifra, 100.000 mueren y 400.00 quedan discapacitados o con alguna secuela permanente. El sector más afectado es África, ya que solamente allí mueren 30.000 personas al año de las cuales 8.000 sufre algún tipo de amputación a causa del veneno. Muchas de estas víctimas son niños.
Desafortunadamente y por una sumatoria de causas, el panorama se prevé más oscuro para junio de 2016 ya que el antídoto más eficaz para las mordeduras está por acabarse. La farmacéutica francesa Sanofi-Pasteur es la única compañía que fabrica el medicamento Fav-Afrique. Este es el único antídoto seguro y eficaz para el tratamiento por envenenamiento. El problema fue que en el 2014 la compañía tomó la decisión de dejar de fabricar el antídoto ya que hacerlo requiere de un gasto tecnológico bastante grande y la compañía prefirió centrar su tecnología en la fabricación de un tratamiento contra la rabia.
La camada de antídotos ya fabricados tiene fecha de vencimiento en junio del 2016 por lo que se estima que, si para ese entonces nadie toma la concesión de la fabricación, ya no habrán más antídotos disponibles. La farmacéutica está negociando con otra compañía para que empiece a fabricar el Fav-Afrique. Sin embargo, se estima que esas negociaciones no terminaran hasta finales del 2016, dejando a la comunidad desprovista del antídoto por al menos dos años. Si bien en África existen algunos productos contra venenos alternativos, su eficacia y seguridad no están comprobadas.
Julien Poetet, asesor en Médicos sin Froteras en materia de enfermedades olvidadas, afirma: "Hasta que exista un antídoto que pueda ocupar el lugar del Fav-Afrique, esperamos que Sanofi pueda empezar a generar el material de base necesario para producir el Fav-Afrique, y más adelante busque las oportunidades adecuadas dentro de su capacidad de producción para refinar el contraveneno”
A los actores del ámbito sanitario pareciera no importarle demasiado este problema ya que no están mostrando demasiado interés en el tema. El Dr. Gabriel Alcoba, asesor médico de Médicos sin fronteras, se pregunta:
“Nos enfrentamos a una auténtica crisis. ¿Cómo es posible que los gobiernos, las empresas farmacéuticas y los organismos sanitarios internacionales se escabullan cuando más los necesitamos?”, “¿Se imaginan la aterradora experiencia de ser mordido por una serpiente, sentir el dolor y el veneno extendiéndose a través del organismo sabiendo que es algo que podría matarte, y ser consciente de que no hay tratamiento disponible o que no puedes permitirte el lujo de pagarlo?”
Otra problemática que conlleva este problema es que las mordeduras de serpiente afectan más que nada a personas que viven en zonas rurales. Por la falta de centros médicos por la zona, les resulta muy costoso a las víctimas hacerse cargo del tratamiento. Según lo expuesto por la organización mundial Médicos Sin Fronteras (MSF), el tratamiento puede costar entre 250 y 500 dólares por paciente. Esta cifra equivale a cuatro años de salario en los países donde más suceden las mordeduras. Esto tiene como resultado que muchas de las personas afectadas no reciban atención. Es por esto, que se estima que las víctimas afectadas son muchas más que las que describen las cifras oficiales. Es sumamente importante y muy necesario que estos costos estén 100% subvencionados, ya que es la única alternativa para salvar cientos de vidas.
Se espera , por parte de Médicos Sin Fronteras, que la Organización Mundial de la Salud desempeñe un papel de liderazgo para afrontar como un problema de salud pública esta problemática. Sin embargo, esta enfermedad carece de un programa formal y es considerada como una enfermedad olvidada. Tanto la comunidad sanitaria internacional como los donantes, los gobiernos y las compañías farmacéuticas deben asumir la responsabilidad de reconocer a esta problemática como emergencia de salud pública, y conjuntamente buscar una alternativa para acabar con esta problemática.