La variedad de destinos que encontramos en el continente europeo es sencillamente impresionante. Muchos de estos lugares, incluso aunque no hayamos plantado un pie en su territorio, son de sobra conocidos por todos nosotros. Tenemos una idea clara de qué encontraremos allí y podemos ubicarlos en el mapa con facilidad. Por fortuna esto no siempre es así, y todavía disponemos de destinos atractivos que nos evocan curiosidad.
Bulgaria es uno de los estados de la Unión Europea menos visitados por los turistas. ¿Puede ser que la región carezca de lugares idílicos que sean capaces de emocionar? La respuesta es rotundamente no. Este país del sureste del viejo continente cuenta con una naturaleza exuberante, con más de 350 kilómetros de costa bañados por el Mar Negro, lagos de alta montaña como los de Rila, cuevas de infarto como Devetashka, saltos de agua de película y una riqueza y diversidad cultural que muestra fielmente una historia marcada por largos periodos de dominación debido a su ubicación estratégica.
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Al sumergirnos en este mágico país descubriremos algunos pueblos que parecen sacados de un cuento. Este es el caso de Koprivshtitsa, una auténtica maravilla a tan solo 100 kilómetros de la capital Sofía, que tuvo un papel crucial en el levantamiento frente a la opresión otomana tras 5 siglos de sometimiento. En 1952 fue declarada la única ciudad-museo del país, y desde 1971 es una reserva cultural que cuenta con 388 monumentos arquitectónicos, históricos, artísticos y etnográficos.
Esta coqueta localidad te permitirá conectar con la población local, probar la gastronomía de la región y será un auténtico regalo para los ojos debido a una arquitectura que representa al llamado ‘renacimiento búlgaro’. Es un lugar ideal para pasear sin prisa, para observar con calma los bonitos colores de las fachadas que visten las casas y para perderte en sus pequeñas calles.
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A lo largo de tu pequeño ejercicio de exploración, te percatarás que este apacible lugar es ideal tanto para una visita familiar, debido a la seguridad y tranquilidad del sitio, como para una escapada romántica, debido al encanto único que fusiona las preciosas vías y el bucólico paisaje.
Caminando por las calles empedradas descubrimos casas y tiendas que ofrecen pañuelos estampados, cerámicas con detalles de la tradición local o prendas de ropa con grabados representativos. Si tienes la suerte de realizar tu visita con una persona local, como fue mi caso, podrás valerte del idioma para comunicarte con la población residente, la cual no dudará en compartir amablemente sus experiencias de vida.
El recorrido que proponemos conecta perfectamente las principales joyas arquitectónicas de Koprivshtitsa, aunque al tratarse de un pequeño emplazamiento seguramente no te supondrá ningún problema el encontrarlos usando tu propio itinerario. Comenzamos en la antigua escuela y actualmente el ‘Living Museum’, inmueble con una fachada de color amarillo intenso y madera de color ocre el cual fue el primer colegio del municipio.
Uno de los edificios que más llama la atención es el Museo Etnográfico ‘Casa Lyutov’. Construido en 1854 por maestros de Plovdiv, los tonos azules suaves y marrones combinados con la decoración del alerón frontal y un bello jardín nos dan la bienvenida. En sus dos pisos interiores se exponen telares, encajes, tejidos de lana que se usaban como alfombras y colchas de cama (plasti), trajes tradicionales y objetos propios de su época de mayor esplendor.
Muy cerca cruzaremos el famoso Puente Kalachev o Puente del Primer Disparo, pues es allí donde se inició el levantamiento búlgaro el 20 de abril de 1876. Aunque dicha rebelión fue sofocada por los otomanos y supuso el encarcelamiento o ejecución de los implicados, podemos decir que fue el germen de la posterior liberación del país, 2 años más tarde.
La Casa Memorial Todor Kableshkov está íntimamente relacionada con la revuelta ante el yugo del Imperio Otomano, pues el mismo Todor fue quien dio el primer paso al frente y por ello es considerado un héroe nacional. Se trata de una casa simétrica de fachada marrón con techos de madera cuyas vitrinas exponen medallas, cruces, uniformes y objetos de la época.
Prosiguiendo nuestra travesía cuesta arriba daremos con la Iglesia de la Asunción de la Virgen María. Rodeada por una densa vegetación compuesta por imponentes árboles, se erige esta impactante iglesia de colores azul oscuro y franjas blancas. Su ubicación elevada nos regala hermosas vistas del entorno.
La Casa Oslekov, edificada en 1856 por orden de un influyente comerciante, ostenta una rica variedad de murales y expone objetos únicos como trajes de época, calcetines de punto, elementos de joyería, pipas de agua y otros accesorios que nos dan la oportunidad de entender como era la vida de una familia adinerada en aquellos tiempos. Las escaleras de acceso a la planta superior se ubican bajo tres pórticos de cedro libanés que son una auténtica maravilla.
La casa de Dimcho Debelianov posee un pequeño jardín en la parte delantera con una estatua de una mujer pensativa, la cual es la madre del mismo. Dimcho fue un importante poeta que falleció en la I Guerra Mundial a los 29 años, y cuya casa destaca por el color azul intenso y las celosías de madera.
No dejes de visitar el Museo Lyuben Karavelov, casa construida en 1810 donde nacieron los hermanos Karavelov, Lyuben y Petko. El primero se dedicó a las letras y comunicación, pues fue escritor y periodista; el segundo defendió su nación desde la política. En el interior veremos una enorme maquinaria usada para imprimir periódicos y panfletos revolucionarios y la primera constitución búlgara.
Desde aquí es muy recomendable dejarse llevar por el sosegado cauce del río Topolnitsa. Es un paseo muy placentero que nos conduce hasta unas escalinatas que nos permiten ascender la ladera de la colina hasta la casa y estatua de Georgi Benkovski, uno de los líderes del mencionado levantamiento. El tamaño de la escultura del mismo Georgi a lomos de su caballo galopando es impresionante, aunque es posible que lo que más capte nuestra atención sea la privilegiada panorámica del pueblo acotado entre las suaves montañas de Sredna Gora.
“No existen atajos para ningún lugar donde merezca la pena ir”
-Proverbio búlgaro-