Aldana y Dino tenían vidas bastante comunes en la Ciudad de Buenos Aires. Aldana tenía un puesto en una editorial de textos escolares y Dino trabajaba como ingeniero en sistemas. Tenían auto, departamento y amigos. Pero algo les hacía ruido. A Dino empezó a costarle cada vez más levantarse de la cama los lunes, sabiendo que así no era feliz.
Entonces, comenzó a buscar actividades gratificantes para incorporar a su rutina. Empezó a jugar más al fútbol, a hacer una terapia, y a estudiar magia. En esta última actividad encontró algo que le cambiaría la vida.
Así, ambos lograron continuar con sus rutinas un tiempo más, teniendo siempre como prioridad ahorrar todo el año para viajar durante sus vacaciones. Pero al volver de uno de esos viajes, a China, decidieron que era momento de hacer del viaje su estilo de vida.
Dino dice que, para él, la palabra libertad siempre estuvo asociada a un viaje sin retorno. En julio de 2009, Aldana le propuso que lo hicieran: “¿Si no lo hacemos ahora, cuándo?”. Así que comenzaron a hacer una lista de lo que deberían hacer para vivir realmente como querían: viajando, escribiendo, sacando fotos… y haciendo magia.
El viaje comenzó con pocas cosas establecidas. Llegar al casamiento de unos amigos en Holanda, hacer la ruta Transiberiana antes de que terminara el verano y pasar fin de año en alguna gran capital asiática, eran los objetivos. Lo demás lo decidiría el camino.
Al cabo de un año concretaron esos pocos objetivos, pero lograron mucho más que eso.
Su primer destino fue Río de Janeiro. Se alojaron en la casa de un amigo, Luis, que habían conocido en Guatemala. Un día, su amigo los llevó a una localidad llamada Timóteo, para conocer a su familia, y desde allí, la madre de Luis los condujo hacia un pequeño pueblo rural llamado Antonio Díaz, en el que podrían hacer magia para los niños de la escuela. Allí, dice Dino, murió el hombre que era y nació el que es hoy.
En ese encuentro, a Dino y Aldana se les fueron todas las dudas. Al comenzar el viaje, una de las incógnitas era la manera en que lograrían generar plata en el camino para poder financiar un recorrido sin fecha de retorno. Ese día descubrieron que hacer Magia en el Camino sería no solo su herramienta de financiamiento, sino una vía inmejorable de conexión con el otro. Y así nació su proyecto.
De este modo comenzó un viaje de 18 meses por Europa, Asia y América, donde se financiaron con la magia que hacían en bares, hoteles y otros lugares en los que tenían oportunidad; y con trabajos freelance que hacía Aldana. Así llevaron adelante un proyecto social y mágico que sería declarado de interés educativo y cultural. Luego, lo extendieron a África, para hacer realidad el sueño de llevar la magia a todos los rincones del mundo.
El proyecto consiste en llevar su show de magia a escuelas rurales y lugares como hospitales, orfanatos u hogares con nenes pequeños con el objetivo de generarles muchas sonrisas y hacerles pasar un momento divertido e inolvidable. También se presentan con una charla y una muestra de fotografías con el objetivo de transmitir las culturas que conocen.
Además, escribieron un libro, llamado “Magia es Viajar”, publicado de manera independiente, que se convirtió en otra herramienta de financiamiento.
Hasta aquí, su viaje fue toda una aventura, pero sus vidas cambiarían una vez más: luego del primer viaje, se decidirían a tener un hijo, con el que seguirían viajando. Incorporarlo al viaje fue todo un desafío:“Tahiel es un chico que se adapta a todo, nosotros tuvimos que hacer un gran esfuerzo para darnos cuenta de que ya no podíamos seguir viajando de la misma manera que antes. Él disfrutó mucho de los siete meses de viaje por Europa porque era feliz en cualquier lugar, pero para nosotros fue agotador y nos costó mucho hacer el clic y entender que ya no íbamos a poder hacer lo mismo. Claro que estamos hablando de un tipo de viaje atípico, no siempre es así. La que más lo sufrió fue Aldana, porque muchas cosas de las que ella hacía, como caminar tranquila sacando fotos, escribir o leer durante horas o entrevistar a las personas que nos cruzábamos en el camino, en ese viaje no lo pudo hacer”.
Sin embargo, ellos dicen que, cuando uno comprende que el viaje es diferente, que los chicos necesitan seguir con sus espacios y tiempos de juegos, comida o siesta, todo se acomoda. Tener un bebé o un niño genera un cambio enorme en la vida de los padres. Y ese cambio por supuesto también se traslada a los viajes. “Incorporar una personita a tu vida es hermoso y agotador”, dice Dino.
Durante 2016, Dino, Aldana y Tahiel tienen pensado quedarse en Buenos Aires, para que Tahiel continúe yendo al jardín y disfrute de su familia, haciendo viajes cortos por Argentina para presentar el proyecto. Luego, el camino volverá a decidir por ellos.
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