Cuando en el 2019 vimos el eclipse total en Córdoba, nos sentimos unos afortunados de que Argentina nos regalara de nuevo este fenómeno el año siguiente. La franja geográfica marcaba que la totalidad se vería en Chile y en nuestro país, específicamente en algunos lugares de la Patagonia, por lo que sin dudarlo viajamos 1521 km desde Córdoba a Piloli, Neuquén.
Entre todos los caminos posibles, Pilolil, pueblo de 106 habitantes, fue el lugar elegido para registrar dicho acontecimiento. La razón de la elección fue que las cuevas y formaciones volcánicas asombrosas que se encontraban en este punto, serían el escenario ideal para contemplar el eclipse.
Los días previos al eclipse, una familia nos abrió las puertas de su casa para que podamos acampar en el jardín y de esta manera, estar resguardados de la lluvia y el viento avasallante que caracteriza el sur argentino.
Durante nuestra estadía, fue divertido escuchar muchas historias de qué imaginaba la gente cuando ocurría un eclipse en tiempos donde no había acceso a la información, mientras nosotros cruzábamos los dedos para que el pronóstico se encontrara ese día a nuestro favor.
El clima marcaba que el 14 de diciembre a las 12:00 pm el cielo se despejaría justo para que durante los primeros minutos de las 13 hs. ocurriera la tan esperada alineación.
Y así fue, como ese día amanecimos celebrando el cielo despejado. Capturé mentalmente por un instante la imagen de la familia que nos hospedaba: cuando salieron a la puerta de su casa, acomodaron unas sillas reposeras y con los lentes de protección se sentaron a empezar a presenciar el espectáculo natural.
Qué privilegio poder verlo desde casa y compartirlo con los más cercanos, pensé. Al mismo tiempo, nosotros partimos para la cueva y alrededor de una hora antes de la totalidad, comenzamos a observar como el sol con la luna se encontraban.
Con una mezcla de sensaciones, nervios y adrenalina, el equipo inició la cuenta regresiva. Todos en posición.
Diez minutos para la totalidad, ocho minutos para la totalidad y así sucesivamente hasta que se hizo la magia.
La noche acaeció, nos quitamos los lentes de protección y la esfera negra con un contorno de luz estaban en perfecta armonía. Impactante, atrapante y hasta hipnotizante podría decir.
El viento incrementó y esos dos minutos parecieron surreal, convirtiéndose en el momento en que todo cobra sentido: lo imaginado, lo planificado y lo esperado.