“Solo una crisis, real o percibida, produce un cambio real. Cuando se produce esa crisis, las acciones que se toman dependen de las ideas que están por ahí. Esa, creo, es nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, mantenerlas vivas y disponibles hasta que lo políticamente imposible se convierta en lo políticamente inevitable". Esto planteó hace varios años Milton Friedman, quien fue uno de los economistas más influyentes en el último cuarto del siglo XX.
Leo esta frase y naturalmente lo llevo al plano personal, y me viene a la mente un profesor de psicología diciendo: “Las personas cambiamos por convicción o por una gran crisis. Lamentablemente los casos que cambian por convicción son casi nulos, los grandes cambios personales se producen en las crisis: la muerte de alguien cercano, padecer una enfermedad grave y recuperarnos, perderlo todo y volver a surgir”. El cambio puede ser positivo, incluso cuando es forzado.
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Pues al parecer, como humanos necesitamos vivir terremotos para cambiar genuinamente nuestro eje. Y es que las crisis nos hacen percibir y cuestionar aspectos que no veíamos o que no valorábamos, que simplemente dábamos por sentados.
Lo que vivimos hoy es un remezón de proporciones globales: 6000 millones de personas enfrentadas al miedo, muchas obligadas a confinarnos... e inevitablemente, luego de semanas de cuarentena, esto nos lleva a repensarnos, a mirar más allá.
Muchos quizás siguen enfocando sus energías en pensar "¿Qué voy a hacer ahora?", imaginando planes de acción para despertar de un mal sueño, pero esa pregunta nos puede llevar a más de lo mismo. Quizás debamos dar un paso atrás, respirar, abrirnos a la exploración y preguntarnos: ¿En quienes deseamos convertirnos?
Esta pregunta nos invita a un viaje más profundo, un viaje al interior, donde podemos observarnos en perspectiva y reflexionar: ¿Cómo estoy viviendo mi vida? ¿Estoy viviendo desde la competencia o colaboración? ¿Cómo me estoy relacionando con mi entorno? ¿Tengo una actitud de víctima o protagonista?
Porque cuando el mundo es una tormenta, el refugio más seguro es uno mismo y lo único que podemos controlar es nuestra actitud y pensamientos.
Esa es la gran responsabilidad que hoy tiene cada uno de nosotros, la mejor manera de aportar a crear un mundo mejor, porque el futuro que emerja luego de la pandemia no será al azar. Dependerá de la calidad de nuestro estado interior, y la capacidad de adaptación y co-creación que desarrollemos.