En la cultura japonesa, Kintsugi o el arte de reconstruir, es una práctica por la que se reparan los objetos rotos. En vez de disimular o tapar las grietas, se las vuelve más visibles utilizando polvo de oro o plata líquida.
Esto significa que, desde su filosofía, cuando algo sufrió un daño y viene con su carga de historia, se convierte en más valioso, hay belleza en esa grieta, y bien vale mostrar estas señales.
Justamente esas vetas son lo que, literalmente, significa la traducción de la palabra Kintsugi: “parche dorado” o “fijación con oro”, que, como sabemos, es uno de los metales preciosos.
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Todos tenemos nuestro propio Kintsugi
Los desafíos de la vida, golpes, caídas, las heridas emocionales y físicas, las marcas en nuestro cuerpo, son sólo una parte de quien eres como ser humano; no es tu totalidad. Y además, en este plano físico no existe la perfección, aunque sí podemos aspirar a la excelencia, que es hacer lo mejor, con una calidad superior, permanentemente y con los recursos disponibles.
Desde esta perspectiva, la técnica milenaria japonesa nos enseña que hay belleza detrás de la imperfección y de las heridas propias de la naturaleza humana. Incluso hay estudiosos que llaman a esta técnica como “el arte de aceptar los daños”.
De allí que se utiliza para realzar, en vez de ocultar las secuelas. De esta forma, entras en una más completa aceptación de lo sucedido, y no temes mostrarte de esa forma: es parte de quien eres, y no modifica tu esencia.
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5 consejos para aprender a reconstruirte más allá de las cicatrices
Vivimos inmersos en una sociedad que privilegia el afán de lo lindo y agradable, lo superficial y lo que se muestra. En esa perspectiva de escasa profundidad, el sentido de la vida parece algo vacío y desprovisto de significado.
Sin embargo, cuando irrumpen los encontronazos profundos del existir, podemos aprender de la técnica Kintsugi para darle un nuevo propósito y dirección al ser. Estas cinco ideas buscan alentarte para superarte cada día:
1. La herida o cicatriz no es el final
Un desafío enorme en la vida, si lo superas, no determina el final de tu existencia. De hecho, sé por experiencia propia que puede ser el comienzo de una etapa más dichosa, plena y consciente.
Estas herramientas te pueden ayudar: sé consciente del sentido de la dificultad que has atravesado o que estás viviendo, por más cruenta que se presente; y también de todos los recursos internos que has puesto en juego para atravesarla de la mejor forma que pudiste en cada momento; recursos que quizás ni sabías que tenías en tu reservorio.
2. Cuando nos “rompemos”, podemos reconstruirnos pedacito a pedacito
Hay un momento en que puedes sentirte que se ha destrozado tu vida y tu existencia por el motivo que sea. Sería como observar cómo se rompe un plato de cerámica y queda, literalmente, hecho trizas.
Es justo ahí que necesitas recordar que eres más grande que ese instante, y que, si las sabes buscar, puedes extraer lecciones valiosas para reconstruirte.
Como herramienta, la resiliencia es la capacidad de reconstruirte desde una perspectiva optimista/realista, en la que no niegas lo que pasa, y, con esa información, decides afrontarla con mayor entereza y confianza en que vas a superar este mal momento.
3. Los momentos oscuros te preparan para brillar mejor
Es en la adversidad donde se pone a prueba tu temple y determinación para superar las dificultades. De allí surge un baúl lleno de experiencias, aprendizajes, historias, retazos del dolor y las heridas. Y todo esto construye un nuevo significado interior.
Para trabajar en los momentos oscuros estos recursos pueden ayudarte: llevar un diario de la experiencia, escrito o grabado; también, la técnica de la visualización en creativa al trabajar con afirmaciones positivas que ayuden a reprogramar el aspecto de tu mente que tiende -en ese instante- a ver lo que sucede en forma pesimista.
Aferrarte a un soplo de brillo aún en medio de la noche oscura del alma es lo que te rescatará y hará más fuerte. Y vas a brillar mejor, y hasta quizás, más fuerte que antes.
4. No somos desechables
La cultura ha impuesto la obsolescencia de los objetos, y, por que no, también de las personas, y hasta de las relaciones de todo tipo. En el trabajo muchas empresas consideran a los empleados como descartables, y en las parejas a veces sucede lo mismo.
Por más herido o dañado que estés, puedes repararte, y eso nace de un profundo trabajo interior.
El no sentirte menos ni desechable por las circunstancias que atraviesas es el primer paso para hacer tu Kintsugi que te volverá más fuerte y con más sabiduría para continuar.
5. Valora tu historia, valora tu presente, agradece los errores
Conozco y trabajo acompañando a muchas personas que, lo primero que hacen, es despreciarse a sí mismas y a los demás por los fallos y errores que cometen. Se juzgan una y otra vez, y entran en una espiral que parece no tener fin.
Una herramienta esencial para capitalizar esos momentos es empezar a valorar lo que sí hay de positivo en tu vida: desde mirar en perspectiva los peldaños de tu vida en la línea de tiempo desde que naciste hasta hoy, hasta darte reconocimiento por el esfuerzo que haces para superarte.
Los 5 pegamentos para tu Kintsugi interior
Para lograr los cinco puntos anteriores hará falta un buen pegamento, al estilo del polvo de oro o plata líquida del arte nipón. Y los que te sugiero son:
1. Cultiva tu autoestima.
2. Desarrolla el autoconocimiento en todas sus formas.
3. Pregúntate si lo que estás haciendo es lo mejor en cada momento para el resultado que quieres obtener.
4. Da las gracias por todo lo que ya cuentas en el presente.
5. Tus heridas y cicatrices no definen quien eres: son apenas un punto de referencia de la vida para crecer a partir de allí.
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