En las últimas décadas nos hemos visto envueltos en una trampa sin salida. El imperativo de la felicidad se hace presente en paquetes de galletas, en publicidades de TV, en anuncios de Youtube, etc. Instagram es la cuna de la felicidad actual. Me pregunto a dónde quedarán las demás emociones.
¿Cómo impactan las redes sociales en nuestra felicidad?
Muchas personas tienen el hábito de levantarse y entrar en sus redes sociales, (ya sea whatsapp, Instagram, Facebook) en donde muchas veces nos encontramos con caras sonrientes por diversos motivos, vendiendo el ideal de la felicidad. Detrás de esa foto o ese video que vemos existe una persona, de carne y hueso, que lidia con situaciones personales como vos y yo.
Comparar nuestra vida con las personas que vemos en TV o en redes sociales no nos ayuda a construir una imagen genuina de nosotrxs mismxs. Nos provoca sentimientos ligados a la frustración, envidia y celos. Genera pensamientos como “para ser feliz tengo que parecerme a esa persona, o tener lo que tiene ella, o vivir la experiencia que vive tal persona”, incrementando nuestra insatisfacción con nuestra propia vida.
Las redes sociales y muchas publicidades moldean nuestra mente, nuestros deseos, incentivándonos a ser, mostrarnos y consumir de determinada manera.
Socialmente se impone la felicidad como un mandato: tenemos que estar bien, gozar, disfrutar, sonreír. Lamento ser el aguafiesta que te diga: la felicidad constante es imposible de alcanzar, sería extraño encontrar una persona que no atraviese distintos estados emocionales.
No existen parámetros específicos de felicidad puesto que, como toda emoción, es subjetiva. Sin embargo, se puede explicar a partir de la sensación de alegría, satisfacción y plenitud.
Animarse a sentir
Para poder estar bien, tenemos que animarnos a sentir, incluso aquellas emociones que más nos alejan del placer y la felicidad. ¿Cómo sería esto? Las personas que esconden, reniegan y huyen de sus emociones intentan evitar el displacer, aunque con el tiempo se expresan de algún modo, se vuelven visibles en gestos, actitudes, palabras, modos, sensaciones, pensamientos, enfermedades somáticas, etc. Quienes se atreven a sentir y gestionan sus emociones asertivamente actúan con mayor coherencia interna, generando sensaciones de satisfacción consigo mismas. Al transitar las emociones comprendemos su ciclo, su comienzo, su pico y su descenso.
Internalizar este ciclo nos invita a ponerle freno a la manía de bienestar y felicidad constante. El Bienestar es algo que se construye, paso a paso. Eso requiere de osadía, de paciencia, de tolerancia. En aquellos momentos difíciles ayuda tener presente que todo pasa, que con el tiempo logramos tomar distancia y obtenemos perspectiva sobre eso que hoy nos aqueja. Preguntate qué te está mostrando esa situación, qué información te está brindando esa emoción, tal vez puedas aprender algo de todo eso que te está pasando.
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Hábitos en lugar de recetas
Si bien no existen recetas mágicas para alcanzar la felicidad, existen muchos hábitos que podemos incorporar que verdaderamente van a influir en nuestro estado de bienestar.
- Reconoce aquello que te da paz.
- Tomá decisiones que te acerquen a lo que necesitás.
- Buscá conectar con lo que te guste, con momentos de disfrute, identificalo y buscalo.
- Elegí quiénes te rodean, sé consecuente con lo que buscás, armonizá con vos, con lo que necesites en ese momento.
- Que nadie te imponga que tenés que estar bien, validá tus sentires.
Lo cierto es que las personas podemos estar mejor. Merecemos sentirnos bien, con nosotrxs mismxs, con nuestras decisiones, con nuestra vida. Eso es un acto ético y político, una decisión en sí misma que podemos abrazar. Si elegís sentirte mejor hay mucho que podés hacer.