El ritmo y la velocidad en la que nos hemos habituado a vivir en las grandes ciudades hace que cada vez tengamos menos tiempo librado a las preguntas. Por eso hay muchas situaciones cotidianas que nos hemos dejado de cuestionar. Una de ellas es el proceso que hay detrás de cada cosa que consumimos. Nos hemos acostumbrado a ver las frutas, vegetales y otros alimentos en góndolas o cajones, sin preguntarnos de dónde vinieron, cómo fueron producidos o por quién, y bajo qué condiciones.
Pero, como todo tiene que seguir funcionando, incluso nosotros mismos, estas preguntas se han ido disipando de nuestro pensamiento. Vamos al mercado, tomamos los vegetales, los pagamos, y todo acaba allí.
Sin embargo, cada vez más oímos hablar -aunque sea solo al pasar- sobre la manera en que se produce aquello que consumimos, y es ahí cuando encontramos que el mismo ritmo y velocidad de las ciudades tiene también su correlato en los campos que, para producir en mayor cantidad y aquello más redituable para el mercado, utilizan semillas modificadas genéticamente y los tan peligrosos agroquímicos con los que crece y se desarrolla lo que después comemos diariamente.
Pero esto no es todo, ese modelo de producción agrícola al estilo industrial implica la extensión de los monocultivos, la deforestación para expandir el espacio para cultivar, la expulsión de pueblos locales y, peor aun, su enfermedad.
Éste es el caso de Fabián Tomasi, un hombre que solía trabajar como fumigador rural en Entre Ríos (provincia de Argentina), y se ha convertido en uno de los tantos ejemplos vivientes del efecto de los agroquímicos sobre la salud de las personas.
Su historia
"Empecé a trabajar a los 23 años como ‘apoyo terrestre’ que consiste en preparar los agroquímicos y cargarlos al avión fumigador, atender al chacarero que te indica el lote a tratar para luego indicarle al piloto los lugares de riesgo dentro del lote, cursos de agua, tipo de viento al momento de la aplicación, arreglar algún pico de la barra del avión cuando el caudal no es el indicado, entre otras tareas.
Cuando trabajaba estuve en contacto con los siguientes agrotóxicos: glifosato, tordon, propanil, endosulfán, cipermetrina, 2-4D, metamidosfos, clorpirifos, coadyuvantes, fungicidas, gramoxone, etc. Cabe aclarar que se llama deriva a la capacidad del producto de propagarse suspendido en el aire, dependiendo de la presión atmosférica, la humedad y el viento. Para que esto suceda se les agrega a los agroquímicos coadyuvantes que mejoran su precipitación y fijación sobre la planta.
Soy diabético, pero comencé con un dolor en las puntas de los dedos que me llamó la atención. Mi médico me dijo que era una neuropatía por lo que estuve un año con calmantes hasta que decidí consultar al doctor Lescano quien me hace desnudar y me dice que lo que tenía no lo causaba ninguna neuropatía. Fue entonces que me derivó al hospital Posadas al que no pude asistir por problemas económicos.
Finalmente decido ir a Puiggari, provincia de Entre Ríos, al sanatorio Adventista, donde me tratan y me descubren dermatomatosis (pérdida de elasticidad de la piel), disminución de mi capacidad pulmonar y encuentran en mis vías digestivas y respiratorias incrustaciones cálcicas e infección en mis articulaciones que tampoco lo causa la diabetes. Luego de todo esto ponen en mi historia clínica “posible intoxicación con agroquímicos” y que debía ir a un centro más especializado.
Actualmente no duermo por los dolores, estoy tomando ansiolíticos y no cuento con ningún ingreso monetario ya que no puedo trabajar, lo cual afecta aún más mi estado de ánimo. Respecto a las denuncias judiciales, es muy difícil en un país donde se acepta algo tan dañino como la soja transgénica y se habilitan agrotóxicos tan perjudiciales que por más que se apliquen de manera correcta de todas maneras van a contaminar. Nadie se hace cargo y las autoridades no ven nada".
Fragmento extraído del Observatorio Glifosato.
Fabián padece polineuropatía tóxica severa, un síndrome neurológico que incluye un conjunto de enfermedades inflamatorias y degenerativas que afectan al sistema nervioso periférico.
“Me envenenaron y me metieron en una prisión domiciliaria. Mi vida transcurre en mi casa", señala con dolor.
Entre los responsables de esto se encuentran empresas como: Monsanto, Dow, Bayer, BASF, Syngenta, Atanor y DuPont.
En cifras
Las personas más afectadas por el uso de agroquímicos viven en zonas rurales, cerca de las áreas de fumigación; trabajen o no en ellas, ya que estos tóxicos son arrastrados por el aire y el agua.
En Argentina se fumiga con glifosato, endosulfan, azatrina, cipermetrina, clorpirifos, y 2,4 D, entre otros. En relación a esto, de acuerdo a la Red de Médicos de Pueblos Fumigados con glifosato, serían alrededor de 13, 4 millones las personas afectadas, viéndose triplicados los casos de cáncer, los abortos espontáneos y las malformaciones.
Según Medardo Avila Vázquez, coordinador de la Red Universitaria de Ambiente y Salud e integrante de la red de Médicos de Pueblos Fumigados, “a diferencia de otros países donde el límite establecido es de tres litros por hectárea, aquí se utilizan hasta doce” y en total son “200 millones de litros de glifosato los que se usan anualmente, lo que es igual a cinco litros por habitante al año”.
Sin embargo, este asesino silencioso sigue haciendo estragos y dejando víctimas entre las comunidades más vulnerables, cuya voz no suele ser escuchada. Depende de todos informarnos, interesarnos y volver a hacernos esas preguntas que, en algún momento, dejamos de formular.