Si bien la única constante siempre ha sido el cambio, estamos viviendo en un mundo que va cada vez más rápido y rodeados de estímulos que nos distraen. Podemos sentirlo como un efecto pos pandemia, como parte de una situación particular de cambio o como producto de la globalización. En cualquier caso, lo que se percibe es un ritmo de vida acelerado.
Por eso, hoy más que nunca, es necesario invertir en nosotros mismos para poder transitar el presente que nos toca de una manera saludable y también, para intervenir en lo que es posible y ser creadores de nuestro propio futuro, tal como lo mencionaba Peter Drucker, conocido como el padre del management, “la mejor manera de predecir el futuro, es creándolo”.
En Argentina son tiempos de cambio y de incertidumbre, quizás sea éste el llamado que me convoca hoy a escribir esta Nota para compartir algunos recursos y herramientas y para que toda persona, en cualquier lugar del mundo, pueda tomar y transitar la realidad que le toca experimentar, aportando salud y bienestar a su vida diaria.
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Apalancarse en las certezas:
¿Qué es lo que sabes, hoy? Más allá de los múltiples escenarios que imaginas pueden darse a futuro, que es una condición humana de nuestra mente, la propuesta es que pruebes enfocarte en lo que sabes hoy. En los hechos observables, no en la interpretación o la especulación de esos hechos.
Luego de eso que pudiste alumbrar, preguntate: ¿qué depende de mí? ¿qué está fuera de mi control?
Echar luz sobre la porción que está a nuestro alcance y en la que podemos intervenir, es hacer un uso adecuado de nuestra energía, enfocándonos en lo posible, regulando nuestros esfuerzos y dejando pasar lo que nos quita poder sobre nuestras vidas.
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Entrenar la atención:
La práctica de mindfulness -o atención plena- es la herramienta por excelencia para entrenar la mente en este sentido. Redirigir la atención de nuestra mente, que divaga entre pasado y futuro, al momento presente es sembrar semillas para pasar de una mente distraída –y errante- a una mente asertiva, con todo lo que eso implica en términos de nuestro bienestar individual y colectivo.
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Hace tiempo se conoce de la evidencia científica que la práctica sostenida en el tiempo tiene en el funcionamiento y la estructura de nuestro cerebro, con lo cual no pareciera una opción viable no incorporarla en nuestra vida diaria, si lo que queremos es crear salud y bienestar.
Asumir el compromiso y ser parte activa de nuestro propio bienestar, es la primera decisión que debemos tomar para comenzar con esta práctica meditativa. Para eso, es conveniente buscar personas que nos orienten en este sentido y sanghas (comunidades de práctica) que sean apoyo y sostén en estos primeros pasos de hacer de la práctica, un hábito.
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Regular el consumo de información y el uso de redes:
El exceso de información y la cantidad de estímulos con los que convivimos, no sólo va en detrimento de nuestro foco y atención, sino que, además, puede provocarnos mayor ansiedad o inestabilidad emocional si quedamos fusionados con la porción de la realidad que no está a nuestro alcance modificar.
En este sentido, tener presente nuestro propósito y, a su vez, lo que queremos que pase en nuestro día, es sumamente clave para mantener el foco allí. Priorizar en relación a esto y haciendo un uso efectivo del tiempo en función de lo que es verdaderamente importante para nosotros.
En lo que respecta al uso de redes sociales, proponernos momentos del día y franjas horarias específicas puede servir para destinar un tiempo prudente y hacer un uso consciente de las mismas.
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Aprender:
Mantenernos curiosos y en continuo aprendizaje es vital en términos de fortalecer la salud de nuestro cerebro, fomentando su neuroplasticidad.
Además, aprender significa hacernos partícipes de nuestro futuro: sumar e incorporar nuevos conocimientos y herramientas a nuestra vida nos prepara para afrontar con mayor adaptabilidad y flexibilidad terrenos desconocidos. Estas cualidades, nos aportarán una gran tranquilidad, entendiendo que, habremos cultivado la propia confianza y la resiliencia necesaria para posibilitar la transformación interna al ritmo del cambio externo.
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Conectar con otros:
Rodearnos de personas que nos inspiren y que puedan compartirnos su mirada en relación a una situación en particular, es ampliar nuestra percepción naturalmente limitada, despertar nuestra creatividad y conectar con nuevas posibilidades para abordar los desafíos que se nos presenten, sin quedar atrapados en estados de ánimo como la resignación, creyendo que nada podemos hacer.
Generar vínculos de empatía y apoyo, conectando con otros desde la humanidad compartida, desde una visión conjunta y percibida como “estamos juntos navegando el cambio y la incertidumbre desde nuestra naturaleza humana”, es también vital en términos de recordarnos humanos y ser respetuosos, pacientes y compasivos en nuestras propias búsquedas y procesos de cambio.
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Pedir ayuda:
Reconocer que necesitamos apoyo de un profesional o terapeuta, lejos de convertirnos en personas “débiles”, implica una decisión adulta que nos posiciona como protagonistas activos, haciéndonos cargo de nuestra propia vida, tomando consciencia de la importancia que nuestra salud mental, emocional y espiritual tiene no sólo para nuestro propio bienestar, sino también para el de las personas con las que nos vinculamos y con absolutamente todo lo que nos rodea.