En esos momentos en los que la vida desafía de verdad, muchas personas se sienten totalmente extenuadas en su energía y vitalidad como para seguir adelante. Si bien transitar momentos buenos y malos es un proceso natural de la condición humana, es necesario afianzar esta cualidad humana de la esperanza para recobrar el sentido sobre lo importante del acto de vivir.
Más allá de la pesadez, del dolor, de la inquietud y la desazón, está la perspectiva de que eso que nos aqueja puede mejorar.
Hay situaciones donde la desesperanza se presenta sin pedir permiso. En estos casos, es apropiado aceptar estas emociones y transitarlas lo mejor posible. Sin embargo, en otros casos, la mayoría de los problemas de pérdida de esperanza obedecen a expectativas desmedidas respecto de la realidad posible de las cosas que anhelas, quieres o sueñas. La etiqueta del “debería ser…” o “tengo que…” que le colocas, es lo que termina por decepcionarte una y otra vez. Prolongado en el tiempo, y mezclado con una frustración casi permanente, desencadena una sensación de pérdida de la esperanza.
Si no te ocupas de esto a tiempo, abres la puerta a que empiecen los problemas psicosomáticos que necesitas tratar con un especialista matriculado en salud, como alteraciones del sueño, falta o exceso de apetito, conductas nocivas como las adicciones, decaimiento muy profundo, depresión, ataques de pánico y angustia generalizada, entre otros.
Pensar cosas buenas trae cosas buenas. De pronto empiezas a sentirte un poco mejor, a recobrar el sentido de lo esencial de la vida, y a estar abierto a recibir experiencias de signo positivo. También sucede exactamente lo opuesto. Tú eliges.
El valor de una buena actitud de vida
La actitud de vida, y sostener una mirada compasiva (con-pasión) acerca de nosotros mismos como personas falibles, que podemos equivocarnos y reinventarnos tantas veces como sea necesario, son definitorias para recordar que cada acontecimiento que vivimos tiene su significado como experiencia.
Somos aprendices en esta escuela que se llama vida. Dicho así, esto suena muy sencillo: hay que estar en los pantalones de quien perdió toda esperanza de un futuro mejor (y sé de lo que hablo por mi propia experiencia).
Ya que estamos en lo más bajo del escalón, y estamos a punto de rendirnos y perder la esperanza por completo, ¿qué tal hacer un pequeño impulso más, y animarse a explorar por qué te sientes así y cómo llegaste a este punto?
Seguramente lo primero que se viene a la cabeza son muchos “él tiene la culpa…”, “si ella no hubiera hecho…”, “yo no tuve la culpa…”, “no tengo nada que ver: la culpa la tiene el gobierno / los políticos /el jefe / mi mamá-papá, etc.”. Quizás puedas analizar que pensar de esta manera quita el foco del problema en ti, y se lo arroja al otro.
Hay situaciones en las que el entorno (ese “otro”) puede tener que ver: en estos casos, lo que puedes hacer desde tu lugar, es analizar y gestionar mejor cómo permites que “eso” te afecte y desarticule tu equilibrio emocional. Sin embargo, es importante saber que, en la inmensa mayoría de los casos, eres tú mismo quien está implicado desde la raíz del problema en el que estás metido, porque, aunque sea mínimamente, y a veces en forma inconsciente, lo has creado, provocado y permitido.
Este aspecto, revelador y sutil, muchas veces imperceptible, te llevará a perder la noción de responsabilidad personal sobre lo único que puedes gestionar: tu actitud hacia los problemas. El hecho de hacerte responsable de la parte que te toca ya te conectará con la esperanza de mejorar.
Una idea complementaria: en personas creyentes en algún tipo de culto, religión u orientación espiritual de cualquier tipo, es usual el acto de pedir a una entidad superior que les traiga lo que anhelan. El contrasentido es que muy pocas veces los humanos actúan en consecuencia: el resultado se produce moviéndose, no esperando que lluevan las cosas. La conexión espiritual es esencial en estos casos, y mejor aún si la complementas con la toma de acción: moverte paso a paso para ayudar a que las cosas ocurran.
8 motivos frecuentes por los que pierdes la esperanza
La primera tendencia ante la pérdida de esperanza es la de desaparecer: muchos piensan que irse a una isla desierta, o dejar este plano físico de alguna forma cruenta serían la solución. Verás que hay salidas y están a tu alcance: para ayudarte a avanzar y volver a recobrar tu entusiasmo, confianza y proyección de algo mejor por venir, puedes revisar estos nueve motivos que frecuentemente te llevan a perder la esperanza; y en cada punto encontrarás recursos prácticos para recobrarla.
- 1. Falta de empatía
¿Por qué se pierde la esperanza si no eres empático? La empatía es la capacidad de ponerse en los zapatos del otro. Muchas personas la asocian sólo con la simpatía; y allí radica un error: esto último es querer agradar a los demás; la empatía es más profunda y, si te falta, careces de una habilidad social básica, que es entender el mundo emocional de las demás personas con las que te vinculas.
La consecuencia es aislamiento, estar a destiempo en tus comunicaciones, no ser asertivo con los demás, fingir o querer aparentar algo que no eres para buscar que los demás te acepten, y provocar situaciones enojosas para llamar la atención.
Herramientas prácticas: sé auténtico. Trabaja en ti mismo desde el interior. Elige cómo vivir: si basado en símbolos, por ejemplo el estatus, el dinero, la posición social, los filtros que pones a tus fotos en redes sociales; o en experiencias, como todo aquello que te hace crecer desde adentro; aprender cosas que estimulen tu desarrollo físico, mental y espiritual; la conexión con tu ser interior; crear una mejor versión como persona; rodearte de buena gente; tener dos o tres amigos leales y alegres; crear un proyecto del que puedas vivir y además, ayudar a los demás.
- 2. Agotamiento emocional
Cuando apenas puedes contigo, sería sabio evitar sobre adaptarte a todas las situaciones, algo que se da cuando permanentemente quieres amoldarte a los gustos, costumbres y lo que tú piensas que se espera de ti sin siquiera saberlo a ciencia cierta. Este hecho tan frecuente es cuando das más de lo que realmente puedes, porque, aunque no lo sepas, los seres humanos hacemos todo para obtener un beneficio. En este ejemplo de dar más de tus posibilidades, muchas veces buscas aprobación, que te consideren especialmente, que te agradezcan.
El problema es que estás desgastado por dentro; es un estrés permanente que, sostenido en el tiempo, puede derivar en complicaciones mayores de salud. Otra forma de agotarte es mezclar problemas con asuntos: en la cultura actual, parece que la palabra "problema" está de moda, cuando la mayoría de las cosas pueden resolverse, por lo tanto, no serían un problema irresoluble. Cuando empiezas a distinguir “problema” de “asuntos para gestionar”, la vida se hace más liviana.
Herramientas prácticas: ponle un freno a la queja y a tu victimización. Elige sabiamente las personas de las que te rodeas. Busca apoyo y contención en un profesional de la salud mental. Participa de actividades que sean totalmente distintas a tu cotidianeidad, para conocer personas distintas. Haz tu aporte a una obra benéfica, por ejemplo, dedicando una hora al mes (te conectará con otras realidades). Deja de mirar tu ombligo ya que no eres el centro del mundo. Practica la bondad en actos cotidianos, como decir “gracias” o “buen día”. Agradece diariamente por todo lo bueno de tu vida -siempre hay algo para rescatar-. La clave de la práctica es hacerlo permanentemente, no en forma aislada; de lo contrario no podrás saber si estas herramientas funcionan.
- 3. Sensación de no futuro
La palabra "sensación" alude a una percepción personal, única e intransferible desde las emociones que sientes con relación a situaciones en particular. Asimismo, es imprecisa en sí misma y se conforma por un conjunto de emociones encontradas y enredadas entre sí, que configuran un estado de ánimo de decaimiento y pérdida de sentido de la vida, que deja fuera la posibilidad de encontrar caminos alternativos.
En general, la sensación de no futuro se construye a partir de una expectativa acerca de cómo deberían haber sido las cosas según tu criterio interno, tu interpretación y anhelos. Cuando esto no se da, aparecen estos nubarrones negros en el horizonte, matizados de chubascos ocasionales, o hasta tormentas que darían vuelta a una docena de barcos como el Titanic. ¿Te has sentido así?
Herramientas: aprende a ser realista. Hay una gran diferencia entre sueños, objetivos, metas y resultados: los dos últimos se enfocan en el hacer permanente, ensayo y error, corregir los desvíos y seguir adelante más allá de los fracasos ocasionales. Determina qué es importante para ti y ponle la emoción adecuada (por ejemplo, optimismo, confianza, autovaloración) y trabaja sobre esos ejes emocionales para generar una mejor experiencia que te conecte con el resultado que quieres lograr. Si te quedas en la sensación del momento, nada sucederá en positivo.
- 4. Decepciones permanentes
Es lógico sentir que pierdes toda esperanza cuando vienes de tropezón permanente durante mucho tiempo seguido, sin ninguna tregua que amortigüe esos golpes. Cuando estamos en estados emocionales excesivamente negativos, somos más vulnerables, por lo que nuestro sistema inmunológico emocional abre las ventanas a que entren nuevos problemas. ¿Te has dado cuenta de que hay momentos en que, tras un problema, aparecen muchos más? Es porque has bajado tus defensas de emociones asertivas, que son las que te ayudan a afrontar mejor los desafíos.
Herramientas: para superar el estado de decepción permanente, es importante que explores el otro hemisferio de tu cerebro. El izquierdo, más racional; derecho, más emocional. Si estás sumamente emocional por situaciones de tu vida, busca resignificarlas -darle un nuevo significado- haciendo un switch mental hacia el otro hemisferio, y viceversa. Por lo general, las decepciones hieren nuestro ego y sentimientos, y estamos en el hemisferio derecho. Entrenándote, aprenderás a tender puentes entre ambos, para encontrar información valiosa que te ayudará a establecer posibles atajos y salidas a los problemas y decepciones. No se trata de evitar las emociones, sino de sentirlas, y, a la vez, utilizarlas como un escalón de aprendizaje hacia algo mejor y superador en términos de experiencia de vida: salir fortalecidos.
- 5. Creencias limitantes: una auto-cárcel
Las creencias limitantes son aquellas que te impiden avanzar en el sentido que anhelas, siguiendo aquello que sería importante y relevante para ti. Por lo general, hay muchas de este tipo de creencias que nos fueron implantadas desde que nacemos hasta aproximadamente los seis o siete años. Aprendemos del ejemplo cuando somos niños, y tenemos poca capacidad de discernimiento; por eso creemos todo lo que nos dicen, lo que observamos y las vivencias que tenemos. Si de adulto tienes una mente muy estrecha -por ejemplo, que no se abre a considerar puntos de vista diferentes a los tuyos-, estamos ante una creencia limitante de raíz que lo impide.
Herramientas: Para recobrar la esperanza necesitas salir de tu auto-cárcel en la que te has metido, encerrado y arrojado las llaves bien lejos. Revisa tus patrones de creencias, esas que "sí o sí" indican que las cosas son así. Muchas veces hay alternativas y opciones, que abrirán tu vida a un mundo de sensaciones nuevas. Anímate a convivir con personas totalmente diferentes a ti. Descubre gustos y sabores nuevos. Habla con quienes te criaste sobre cómo fueron aquellos años: hazles preguntas, busca respuestas y verifica cómo impactan en tu interior emocional. Verifica qué funciona y qué no de esas viejas creencias limitantes, y reemplázalas por una creencia nueva, opuesta a la que ya no va más.
- 6. Poca flexibilidad al cambio
Es muy frecuente que las personas experimenten poca flexibilidad ante los cambios y transformaciones. En verdad, lo que está detrás es el miedo. Como a nadie le gusta sentir esta emoción, se quedan anclados en el mismo espacio, tiempo y lugar de sus limitaciones, basados en el principio “yo tengo razón, tú estás equivocado” en prácticamente todos los órdenes de su vida. Esta actitud, sostenida en el tiempo, es la que te llevará literalmente a un pozo muy profundo, ya que empezarás a desconectar de los demás al no poder acompasar (ir al compás) de ciertos aspectos que podrían moverte del estado de pérdida de esperanza. Definitivamente, para salir hay que moverse y animarse a considerar puntos de vista completamente distintos.
“No es posible resolver un problema con la misma lógica que lo creó”
Herramientas: Deja tu ego de lado, y considera otras perspectivas sobre los asuntos más diversos. Evita tener opiniones radicalizadas sobre todo. Cuida tu lenguaje verbal: determina tus anclajes en el cerebro (la forma en que piensas tus ideas), y eso se manifiesta tal cual en la realidad exterior.
- 7. Personalidad débil
Es fácil caer en la desesperanza cuando tu personalidad es débil y se deja llevar de las narices por los demás. Como no has alcanzado por el momento una madurez emocional interna, te importa demasiado lo que digan de ti. Prefieres aceptar calladamente todo lo que los demás deciden por ti, y ni siquiera expresas tu malestar: te lo comes, te lo tragas. Por eso este tipo de personalidades suelen presentar síntomas físicos de distinto tipo, ya que lo que te guardas, lo sacas por algún lado.
Herramientas: Trabaja en ti. Toma cursos y seminarios de desarrollo de la auto estima. Desarrolla tu confianza, empezando por pequeñas cosas, de menor a mayor. Concreta un proyecto, aunque a los demás les parezca alocado. Prueba algo diferente cada día. Lleva un registro de tus logros, para tomar consciencia de cuánto has avanzado. Esfuérzate por mejorar tus habilidades sociales y de comunicación: empieza participando en grupos, reuniones con desconocidos e incluso con la familia, donde nunca has emitido ni una opinión. Hazlo paso a paso para ganar auto confianza.
- 8. Ser crítico en exceso con uno, los demás y el entorno
Las personalidades excesivamente perfeccionistas y auto exigentes al límite son más propensas a perder la esperanza con mayor facilidad. Como su brecha de aprendizaje incluye su perspectiva de que las cosas deben darse sólo a su manera, esta inflexibilidad de pensamiento les impide enfocarse en otras alternativas, con todas las variables de la vida humana, que está muy lejos de lo que llamamos perfección.
Es así que cuando eres muy crítico y te das con todo a ti mismo, a los demás y al entorno, estás auto flagelándote, porque de una u otra forma estás conectado con eso mismo que criticas. Por ejemplo, hay millones de personas que drenan su malestar acerca de personas y situaciones a través de las redes sociales… aunque no proponen ninguna solución concreta ni participan en ellas. Esto es un gran contrasentido: son muy buenos opinando sobre lo que hay que hacer, y evitan al mismo tiempo el compromiso personal y la responsabilidad que se requiere para hacer que las cosas cambien.
“Sé el cambio que quieres ver en el mundo”
¿Lo estás haciendo? ¿Estás ayudando a cambiar las cosas en ti y los demás?
Herramientas: Escucha el 80% del tiempo, y solo habla el otro 20%. Da vuelta la ecuación, incluyendo tu auto-charla crítica contigo. Evita juzgar las cosas y erigirte en el dueño de la verdad. Entrena tu humildad, aceptación y entrega en aquellos casos en que no hay nada que puedas hacer tú para resolver las cosas de una mejor forma. Deja de escuchar tanto tu ego -que siempre te exigirá más-, y presta atención a las formas sutiles de tu alma y tu ser interno: ¿cómo te sientes cuando respiras un minuto en silencio? ¿Qué pasa si acallas tus pensamientos alborotados todos los días unos segundos? ¿Y cómo vivirías si te desenchufas cada día 15 minutos del móvil, de la TV y cualquier otro chupete electrónico? Son formas de sensibilización para domar tu tendencia a criticarlo todo.
Con práctica continuada, verás como tu vida adquiere un mayor brillo y entendimiento hacia ti; y luego, hacia los demás. Y, como plus, evitarás derrochar tanta energía negativa, típica de la actitud de crítica.
Una sugerencia final: sé agradecido. Conéctate con la gratitud en todo momento, incluso cuando crees que ya nada podría ser peor en tu vida. Descubrirás que hay un gran poder en expresar gratitud, incluso por las experiencias que etiquetas como negativas. Dar gracias por todo y a todos te conecta con una fuente de abundancia y soluciones infinita.
No me creas nada de lo que aquí transmito. Te invito a ponerlo en práctica y verificarlo tú mismo: así te darás cuenta de cómo funciona.
Fuente: