En la actualidad y desde hace años, la expectativa en torno a la apariencia, comportamientos, sesgos culturales y cánores estereotipados influyen en la cotidianeidad de las mujeres ocasionando un costo personal y material.
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Podríamos decir que esta brecha se consolida en estándares que desencadenan en la ridiculización, vulnerabilidad y desigualdad entre ambos sexos y géneros, catalogando a la mujer como alguien inferior. La equidad y respeto parecieran ser conceptos e ideas ilógicas que culminan perpetuando a los mandatos impuestos por encima de la igualdad.
Por lo tanto, la mujer debe caracterizarse por mantener la calma, ser coqueta, atenta, comprensiva, dulce y sobre todo complaciente con los hombres en varios aspectos. ¿Acaso se debe cumplir una determinada norma y estar en inferioridad de condiciones en torno al patriarcado?
TODAVÍA PERSISTE LA DESIGUALDAD DE GÉNERO
Lamentablemente, la disparidad entre hombres y mujeres es estructural en nuestra sociedad y no distingue barreras geográficas ni ideológicas.
De seguro conoces a muchas de ellas que se dedican a las tareas del hogar y cuidar a sus hijos mientras el hombre cumple la franja horario laboral y solo espera regresar a su casa y ser atendido por la figura femenina, entendiendo que ya cumplió su jornada.
Estas situaciones están presentes tanto en ámbitos laborales y domésticos y mutan a otras áreas. Además, en esta cuestión un dato no menor es que el salario mensual de las mujeres es menor que el de los masculinos, en diversos países.
¿QUIÉN PAGA EN LA PRIMERA CITA?
Esta pregunta es una buena directiva para reflexionar en torno a las oportunidades dentro de las relaciones afectivas y como la violencia machista interfiere en la libertad de las mujeres. Quién paga en la primera cita no define los términos de la relación, incluso se puede llegar a un común acuerdo entre ambos, sin generar una cuestión de género y de poder.
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No obstante, durante los últimos años el feminismo ha transformado la visión de protagonistas materializándose en diversas movilizaciones sociales.
Sin embargo, la violencia contra niñas, adolescentes y mujeres persiste en el día a día. Las cifras hablan por sí solas en relación al sometimiento implantado y las desigualdades persistentes en una sociedad con marcados rasgos machistas.