Cada 22 de marzo, se celebra el Día Mundial del Agua y este año la ONU invita a preguntarnos cuál es el valor que tiene este recurso para cada persona, familia y comunidad. Sin temor a equivocarnos, podemos decir que la experiencia será distinta según el rincón del planeta en que nos encontremos, el trabajo que realicemos, el rol que tengamos en nuestros núcleos familiares y cómo sean nuestros ingresos. La experiencia será distinta incluso, si la relación o la gestión del agua la lleva adelante un hombre o una mujer.
El valor del agua para cualquier habitante del planeta es incalculable, por ser un bien que garantiza nada más ni nada menos que la vida, pero además porque es un recurso esencial para la realización de múltiples procesos. Si tenemos en cuenta que aunque el 70% de la superficie terrestre está cubierta por agua, sólo el 3% es agua dulce y solo el 1% es apta para consumo, podemos comprender por qué es alarmante observar a la crisis climática afectando año a año su disponibilidad.
Las Naciones Unidas estiman que para el 2050, una cuarta parte de la población mundial se verá afectada por la escasez de agua, perjudicando especialmente a los niños y niñas de los sectores más vulnerables. Es preciso entender que cada año mueren 297 mil menores de 5 años por diarrea, ante la falta de acceso a agua segura y saneamiento en todo el mundo. Y que la gestión del agua cotidiana, también representa una tarea agotadora para muchas mujeres que deben caminar kilómetros para llevársela a su familia.
En síntesis, es necesario poder visualizar que la mayor parte de la población no abre la canilla y saca agua limpia y que el valor que el recurso tiene para ellos es inconmensurable. Son más de 2 mil millones de personas (29% de la población mundial) que viven en países con severo estrés hídrico y otras que simplemente no tienen acceso a los servicios WASH (agua, saneamiento e higiene) aún viviendo en el centro de las ciudades más desarrolladas.
Es por eso que debemos repensar la manera de relacionarnos con el agua en particular y con nuestro entorno en general. El crecimiento poblacional y los modos de producción que hoy mueven la economía global, están afectando el presente y futuro de nuestra existencia. Los fenómenos naturales causados por el cambio climático, provocan migraciones forzosas, contaminaciones, sequías, inundaciones, incendios y una desigualdad creciente entre los pocos que tienen todo y los muchos que no tienen casi nada.
Pero podemos aprender de las comunidades campesinas que cosechan agua de lluvia en parajes desérticos, de los promotores y promotoras ambientales que llevan adelante tareas de sensibilización y educación, de las empresas de triple impacto que saben que la verdadera rentabilidad debe ser siempre una inversión en el futuro, de quienes protegen las vertientes porque allí radica el desarrollo de una población entera.
Monitorear nuestra huella hídrica, la personal y la social, es parte de una agenda que estamos construyendo día a día para diseñar un ecosistema de bienestar para todas las personas.
En ese sentido, el acceso a agua segura y saneamiento es vital para el desarrollo sostenible de empresas, gobiernos y comunidades, porque es una cuestión de cuidado ambiental y de salud pública, pero también de igualdad de oportunidades y de equidad de género, es por sobre todas las cosas, la oportunidad de construir un mundo mejor.
* Por Manuel Saurí, Director Ejecutivo de Proyectos Agua Segura.