Desde pequeña siempre me gustaron los hombres. Fue algo que nunca me cuestioné, simplemente lo adopté como propio.
Cuando crecí, fue igual. Novio de acá, novio de allá. Nunca se me hubiera ocurrido estar con una mujer. Pero sí, lo estuve.
Estuve porque dentro de mí se despertó una curiosidad como de niña por probar lo que siempre aprendí que "no era para mí". Pero no como una cuestión de rebeldía adolescente, porque ya tengo casi 40 años y no lo soy en absoluto.
Solo creo que forma parte de un proceso de deconstrucción en el que estoy desde hace unos años; proceso que siento que además tiene un eco social en la fuerza femenina que estamos mostrando al mundo.
Estamos animándonos a ser. Como si de repente algo nos hubiera despertado a todas, de forma contagiosa, rápida y profunda.
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La experiencia fue eso, una experiencia. Hoy estoy en pareja con un hombre a quien amo, pero siento que bien podría haber sido Lila también.
Porque estar con una mujer me hizo volar por los aires muchos de mis preconceptos y flexibilizar mis estructuras.
Por eso hoy quiero compartirte algunas cosas que aprendí al estar con otra mujer.
Las personas no se definen por su género
Cada una de las personas que me gustó en la vida es hermosa por algo muy particular, no por su género. Podría amar a un hombre como hoy, o amar a una mujer. Estar con Lila me ayudó a entender que para el amor no hay género, hay personas con corazón. Así de simple.
La sexualidad puede expandirse (incluso hacia mí misma)
Estar con Lila me hizo poner en práctica mi propia relación con mi cuerpo, también. Probar cuánto me conozco, cuánto tengo aún por conocerme. Además, me ayudó a conocer que hay otras formas de explorar la sexualidad, incluso conmigo misma. No todo es conocido. Hay otras formas de sentir el placer.
Los celos y las comparaciones no tienen sentido
Cuántas veces antes de Lila veía a otras mujeres pensando en lo que a mí me faltaba, comparándome. Estar en la cama con otra mujer me hizo quitarle ese velo, verla igual que yo, perfecta en su imperfección. Y gozosa, porque, y eso también me lo llevo, las mujeres tenemos el derecho al goce. Y no debería darnos vergüenza.
No se puede etiquetar todo
Sobre todo con Lila aprendí que las etiquetas mienten. Las personas no pueden encasillarse. Yo no podría decir que soy "esto" o "lo otro" . Pero, sin duda, me siento más receptiva, perceptiva y menos prejuiciosa de haber experimentado en vez de criticar, que el amor cuando llega y de la forma que sea, siempre es bienvenido.