La palabra resiliencia está en boca de todos en épocas difíciles. Se trata de un concepto que no proviene del mundo de la psicología y la superación personal: se origina en la ingeniería, y tiene que ver con la capacidad de los materiales de volver a su estado después de haber cambiado o deformado.

Ante situaciones verdaderamente desafiantes de la vida, esas en las que a veces te planteas “de esta no salgo”, aparece una enorme fortaleza interna que nos hace capaces de sobrellevar lo impensado.

Más allá de las etapas propias del proceso de duelo inevitable por la pérdida de lo que teníamos (salud, estabilidad, trabajo, relaciones, etcétera), aparece la oportunidad de aprender y salir transformados.

Si bien todos somos resilientes por naturaleza, esta capacidad humana recién se pone de manifiesto cuando afrontamos cara a cara con la situación adversa. En tiempos regulares cada ser humano transita por sus propios niveles de exigencia, control, entusiasmo, optimismo, tristeza, pesimismo, todas curvas lógicas en la ciclotimia que la vida propone y cada uno asume desde su actitud personal frente a los acontecimientos.

En algunos estudios de estrés postraumático comparando hechos como terremotos y el atentado a las Torres Gemelas, los estudiosos del comportamiento humano concluyeron en que aproximadamente un 57% de las personas declaró haber salido fortalecidas de la experiencia traumática que debieron afrontar; el resto, lo hizo muy paulatinamente sin necesariamente encontrarle algún tipo de significado especial para sus vidas, o, directamente, lo internalizaron como algo definitivamente traumático sin disposición a superarlo, que acarrearán consigo por el resto de sus vidas con el signo de negatividad por delante.

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5 claves ante la adversidad

Por eso es importante que, ante las situaciones de desafíos extremos, las personas aprendan a asumir distintas actitudes que los pueden ayudar a sobrellevarlas un poco mejor, dentro de la gravedad y crudeza del cuadro de situación.

Las características van concatenadas, y no son iguales de una persona a otra. Estas cinco, pueden ayudar a encontrar un nuevo sentido a la experiencia, y, en el tiempo, salir fortalecidos:

1. Manejar de las expectativas

Si una persona tiene la habilidad de crear escenarios realistas frente a las situaciones, su hemisferio cerebral izquierdo, el de las funciones analíticas y lógicas, pueden ayudar a encontrar salidas y alternativas versus las expectativas que crea su mente (por ejemplo, “esto debería ser de tal forma”). La estrategia aquí es poder calibrar las expectativas con la realidad, y decidir el mejor camino posible en cada momento, para transitar la tristeza, desazón y el dolor con mayor entereza. De esta manera aprenderá a gestionar las expectativas de una forma más contributiva a su bienestar del momento.

2. Plantearlo como un reto a superar

La primera sensación interna que se tiene frente a la adversidad es la de rendirse, o bien que se ha fracasado, o que no se sabe cómo seguir. Esto conduce directamente a la desesperanza, y el desgaste emocional es mucho mayor, ya que no se podrán percibir las salidas, alternativas y la posibilidad de empezar a crear una nueva realidad con lo disponible. Es justamente esto último lo que se puede transformar en un reto a partir de formularse metas cortas, específicas y concretas, a partir de preguntas transformadoras como “¿Qué puedo hacer con lo que tengo?”, “¿De qué forma ahorraré más sufrimiento?”, “¿Con qué recursos internos cuento para hacerlo?”.

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3. Evaluar el nivel de influencia interno que se tiene sobre la situación

En psicología existe el concepto de “locus de control”, que analiza la posición de percepciones que tiene una persona sobre las situaciones que gestiona diariamente. En el caso de experiencias desafiantes en extremo, donde aparece la resiliencia, aprender a mejorar este análisis le dará mayor poder personal (empoderamiento).

Si la gente afectada acostumbra a pensar que el control de su vida es externo, sentirá que no podrá hacer demasiado para resolver las cosas. En cambio, si se puede reconstituir ese poder personal interno para que adquiera cierto auto dominio para esta gestión, podrá sentir mayor seguridad, disminuirá la preocupación y bajará la curva interior de incertidumbre. Una forma práctica es analizar el comportamiento: a más reactividad sobre el hecho, menos poder de influencia para resolverlo. A mayor toma de acción, por pequeña que sea, se amplía la influencia y disminuye la preocupación.

4. Visión optimista/realista

Cuando irrumpe una situación que impulsa a que surja la resiliencia de una persona, otro aspecto asociado es el del pesimismo. La mirada del pesimista en esa circunstancia, es que tiende a buscar aparentes soluciones que no son prácticas para resolver la cuestión, por lo que se sume en un estado peor de lo que ya está.

El entrenarse en sostener una visión optimista-realista puede ser un camino que ayude a superar el obstáculo del pesimismo, porque crea, desde la misma realidad, sin negarla ni esconderla, opciones alternativas para conducirse con mayor decisión por el terreno de la posibilidad de superación de lo que se está viviendo.

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5. Bajar el nivel de exigencia

Los momentos de adversidad encierran la paradoja de la incertidumbre y la complejidad: las cosas difícilmente sean como se piensa, y se necesita calibrar permanentemente el hecho de base, para encontrar soluciones viables en el muy corto plazo; sería esta suma de mini-decisiones las que podrían traer alivio emocional.

Una de las claves es aprender a bajar el nivel de exigencia, que se manifiesta en querer tener el control, o todas las respuestas, o acelerar procesos que tienen su tiempo natural. El trabajo sobre la conducta para evitar desvíos que no sumen y reconducirlos a espacios que sí lo hagan, es estratégico para salir adelante.

En definitiva, el “rendirse” entendido como el fluir con lo que está presente, aunque no le guste a la persona, es la primera evidencia de que hay algo que se está transformando: suelta el control, y podría visualizar mejor las alternativas disponibles en medio de esa situación desafiante que despertó su resiliencia interna.

Como siempre, en todos los procesos movilizantes es necesario consultar con el especialista en salud mental para acompañar y guiar de la mejor forma, acorde con la temática de cada persona. El coaching y el counselling, al igual que el mentoring, pueden contribuir en su medida desde la motivación, orientación al logro y contención, aunque la base del poder de la resiliencia es un cambio en el modelo mental de la persona afectada y sufriente; y eso es terreno de la salud mental.