En un mundo azotado por la incertidumbre y el cambio constante, la antifragilidad emerge como una filosofía liberadora.
Este innovador concepto, introducido por Nassim Taleb en su obra "Antifrágil: Las cosas que se benefician del desorden", trasciende nuestras nociones convencionales de resiliencia y estabilidad.
¿Cómo podemos aplicar la antifragilidad en nuestra vida diaria y en el entorno laboral? ¿Por qué se la define como “la nueva resiliencia”? Esto es precisamente lo que vamos a explorar en este artículo.
Nassim Taleb es un ensayista y pensador nacido en el Líbano, que trabajó varios años en el mundo de las finanzas, en áreas como el trading de opciones y la gestión de riesgos. Ha sido profesor en la Universidad de Nueva York. Entre sus obras más conocidas, su serie "Incerto", incluye libros como "El Cisne Negro", "Antifrágil" y "Engañados por el Azar", entre otros.
Es el creador del concepto de “El cisne negro” en referencia a eventos altamente improbables pero de gran impacto global, y la antifragilidad, dedicado a describir sistemas que se benefician del caos y la incertidumbre.
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¿Qué es la Antifragilidad?
La antifragilidad es más que una simple resiliencia o recuperación frente al estrés o la adversidad. Se trata de una cualidad que permite a un sistema o individuo no solo resistir a los golpes y fracasos, sino prosperar a partir de ellos.
En un giro creativo, Taleb menciona el ejemplo de la Hidra de la mitología griega para ilustrar este principio: corta una cabeza a la serpiente y crecerán dos más, más fuertes que antes.
Para introducirnos en su tema, propone una tríada conceptual que incluye la fragilidad, la robustez y la antifragilidad:
- Fragilidad: Representa sistemas o entidades que son vulnerables a desafíos, cambios y estrés. Cuando se enfrentan a perturbaciones, tienden a quebrarse o fallar.
- Robustez: Los sistemas robustos pueden resistir shocks y estresores sin cambiar fundamentalmente. Mantienen su integridad bajo condiciones adversas.
- Antifragilidad: A diferencia de los dos anteriores, un sistema antifrágil mejora y se fortalece cuando está expuesto a ciertas clases de desorden y estrés. Esto no significa que vas a ser invencible, invulnerable o indestructible: todo lo contrario. Significa que contarás con las herramientas de previsión apropiadas en tu desarrollo interno para afrontar lo que se presente con mayor entereza y confianza.
🟠 La antifragilidad implica, por lo tanto, poseer una robustez adaptativa, contar con un plus de resiliencia para activar cuando necesites y ser inquebrantables (no indestructibles).
También implica ser adaptables al caos y encontrar beneficios aún en medio de la situación; ser estables en situaciones de alta presión, y resultar fortalecidos por una dosis razonable de estrés como impulsor y sostén. No se trata, aquí, del estrés sostenido en el tiempo, que puede transformarse en burnout, el síndrome del quemado, sino de algo que de todas formas aparecerá en tu vida y te estresará: es entonces cuando lo transformas a tu favor.
Modelar la antifragilidad desde lo cotidiano
Comprender la antifragilidad implica primero reconocer el valor formativo de los fracasos y los desafíos.
Mientras que sistemas o individuos frágiles -que no debemos confundir con débiles- temen y evitan cualquier tipo de estrés, son quebradizos y asustadizos frente a las situaciones, quienes desarrollan los componentes de robustez y adaptabilidad se nutren de estas experiencias, adaptándose y fortaleciéndose en el proceso.
Esto se observa con total claridad en la naturaleza, a través del proceso evolutivo. Las especies están en una constante batalla por la supervivencia, adaptándose y refinándose en respuesta y afrontamiento a desafíos ambientales. Aquellos que no se adaptan, simplemente desaparecen.
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La engañosa estabilidad del mundo moderno
Taleb señala que nuestra búsqueda moderna de estabilidad y control nos ha hecho intrínsecamente más frágiles. Instituciones y políticas centradas en la eliminación de riesgos y la predicción de resultados han creado sistemas que son altamente susceptibles a perturbaciones imprevistas.
El asunto de la predicción o futurología de riesgos que se alienta socialmente bajo el pretexto de dar calma o estabilidad por anticipado, es algo para prestar atención y evitar caer en un realismo mágico, porque nadie puede predecir lo que va a pasar mañana, en un mundo absolutamente cambiante.
Según el autor de este ensayo, en lugar de buscar certezas ilusorias, es posible cultivar una mentalidad flexible que nos permita adaptarnos a cualquier eventualidad.
Porque ser antifrágil significa dejar de lado la ilusión de control y abrirse a la incertidumbre, y se necesita desarrollar estrategias que nos permitan responder con agilidad a situaciones inesperadas.
Por ejemplo: ante una crisis económica, las personas y empresas pueden diversificar sus inversiones o ahorros de contingencia lo mejor posible, o, sin caer en el pensamiento catastrófico, planificar los escenarios extremos.