El auténtico poder de la comunicación está en saber escuchar, no en hablar. De hecho, siempre comparto la idea de que necesitamos escuchar un 80% del tiempo y hablar sólo el 20%. No se trata sólo de economía de palabras, sino de que, conceptualmente, el proceso de conectar con las demás personas a través del uso del lenguaje, acompañado por los gestos y las emociones, se basa en la habilidad de interpretar y acompañar lo que los demás comparten con nosotros.
Desde que nacemos hemos sido entrenados en el arte de hablar. ¿Será por aquello de la estimulación temprana para que hablemos de bebés que nos ha quedado tildados eso de hablar y hablar, y escuchar mucho menos?
Cómo entrenar tu escuchatoria
Seguramente conoces los cursos de oratoria; de hecho, tengo muchos libros publicados y entrenamientos en línea y presenciales sobre este tema.
La propuesta de ahora en más es en desarrollar la capacidad de escuchatoria, que es justamente lo opuesto, aunque complementario. No se trata sólo de quedarte ausente, en silencio, sino del poder de estar presente con la otra persona, mientras se expresa.
Para que tus puentes de contacto con los demás se tiendan firmes, sobre bases sólidas, y realmente conecten, es necesario que desarrolles la escucha activa.
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Se trata de la capacidad de conectar con total presencia: física, mental, afectiva y de espíritu, para que, de esa forma, puedas establecer un contacto más genuino con nosotros y los demás.
El hacerlo de esta forma te traerá como beneficio que, con el tiempo, irás silenciando el ruido mental, los pensamientos que circulan a toda velocidad y los juicios e interpretaciones mientras los demás hablan.
Estas tres ideas te van a ayudar a hablar menos y escuchar más:
- Mantén permanentemente contacto visual
- No interrumpas ni interfieras en lo que te están diciendo
- Serena tus pensamientos para conectar con las personas, y deja de preparar contra-argumentos mientras te hablan.
5 motivos por los que la escuchatoria funciona, y técnicas prácticas
En el mundo laboral actual, dentro de las habilidades blandas, la capacidad de escucha se ubica entre los primeros lugares, junto con el saber expresar claramente tus ideas, el trabajo en equipo, la flexibilidad y la adaptabilidad, entre otras.
Para lograrlo, aquí tienes 5 motivos de peso y varios ejercicios para entrenarte en saber escuchar:
1. Percibirás mejor las ideas e intenciones de los demás
Cuando sólo hablamos, los hemisferios del cerebro se acostumbran a tener esa función predominantemente. Al transformarlo en un hábito, te parece que el hecho de estar observando en silencio y muy atentamente es una pérdida de tiempo.
Pues bien: es todo lo contrario. Podrás captar mejor las intenciones de las demás personas, y desde allí se construirá una mejor relación en el intercambio de ideas.
Ejercicio práctico: a partir de ahora, en cada conversación que tengas, no respondas en forma automática. Haz una pausa breve de 5 segundos, y luego contesta. Observa cómo te sientes empezando con ‘micro silencios’ para habituarte a un nuevo modo de escucha.
2. Lo que decimos, se decreta
Tal vez no eres totalmente consciente de la importancia del acto lingüístico. Pongamos este ejemplo: no es lo mismo un contrato firmado de puño y letra, que uno sin la firma. Lo mismo sucede con la palabra dicha: es un decreto, lo estás manifestando, sale de tu voz y se expresa. Asumes una responsabilidad por tus expresiones.
Cada palabra tiene un peso y están cargadas de significado. Sin embargo, hay muchas personas a las que les parece que hablando más llenan los espacios, y que con eso tienen algún beneficio aparente, por ejemplo, llamar la atención por su verborragia, o que los consideren más importantes, elocuentes o decididos.
Hay gente que dice “yo hablo hasta con las piedras”, y eso está bien… salvo cuando no dan espacio para que los demás se expresen, y, mucho menos, escuchar empáticamente.
Para practicar este punto: considera que si lo que vas a decir no es valioso, no lo digas. Si no agrega algún aspecto relevante, guárdatelo. No rellenes espacios. En todo caso, si son ideas que no suman, anótalas y guárdalas para ti. Ensaya esto durante un mes seguido, y observarás cómo tus conversaciones ganan en calidad y profundidad.
3. Puedes dialogar sin palabras
El lenguaje no verbal es ideal para acompasar (ir al compás) de las personas que tenemos delante. De hecho, representa más del 90% del total de la comunicación humana; las palabras son el resto.
Para escuchar activamente puedes trabajar en percibir tus gestos y lo paraverbal, por ejemplo, la postura, la velocidad al hablar y la distancia a la que estás de los demás.
Cuando logras entrenar el dominio de tu escuchatoria, verás cómo las conversaciones son más ricas y profundas, porque prestarás más atención a lo que la otra persona dice, sus micro gestos, sus cadencias, matices y silencios.
Ejercítate de esta forma: cuando estés con alguien, observa la posición de tu cuerpo, si sientes relax o tensión en alguna parte, cómo están tus manos y piernas, la posición de tu cabeza, y ajusta cualquier cosa que necesites para estar en sintonía en ese momento. También presta atención a lo corporal en las demás personas, ya que nos transmiten mensajes, sobre todo emocionales. Luego, enfoca tu atención en el mensaje que te transmite, sin que tu mente se vaya a otra parte. Mantén tu presencia completa y en silencio.
4. Preguntar para avanzar, no para curiosear
Una característica muy humana es la de querer saber qué piensan y cómo es la vida de los demás, o para chismorrear. Si lo que estás preguntando ayuda a mejorar en proceso en el que estás, adelante. Y si sólo se circunscribe a tu propia curiosidad o no suma, considera dejarlo pasar.
La escuchatoria es una danza entre dos o más personas, con tu percepción e intuición muy desarrolladas y puestas al servicio del acto que llevas adelante con los demás.
Para trabajar este aspecto: Si surgen aportes sería apropiado que sean constructivos y que ayuden a la evolución del vínculo. Haz preguntas poderosas, profundas; detente en los detalles que consideres importantes para ti.
5. Parafrasear: la mejor forma de chequear si estás escuchando asertivamente
Otro punto central en una escuchatoria de calidad es la técnica del parafraseo, que implica repetir con tus propias palabras los aspectos salientes de lo que necesitas chequear con la otra persona.
¿Para qué sirve? Para evitar juicios, suposiciones e interpretaciones posiblemente erróneas, y que surgen del hecho de dar por sentadas ciertas cosas, cuando, en vez de eso, podrías haber indagado si lo que acabas de decir parafraseando es lo que la otra persona quiso expresar.
Te animo a practicarlo en cualquier conversación. Cuando llegas a puntos relevantes y centrales del diálogo, dirías algo así como “Si me permites, quisiera asegurarme de que comprendí bien lo que acabo de escuchar. Lo que yo escuché (o percibí, u observé) es…”, y allí reiteras a tu modo el mensaje. Y al final, inquieres: “¿Es así?”, abriendo la posibilidad de corrección o aseveración del otro lado.
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“Callando es como se aprende a oír; oyendo es como se aprende a hablar; y luego, hablando se aprende a callar.”, dijo el filósofo griego Diógenes de Sinope. Y el gran Chaplin afirmó: “No esperes a que te toque el turno de hablar: escucha de veras y serás diferente.”