Históricamente, las mujeres han cargado con el rol de ocuparse de las tareas del hogar.
Puesto que, en la división tradicional de la familia, ellos salían a trabajar mientras ellas se quedaban dentro siendo “amas de casa”. Lo que en otras palabras quiere decir: las que se hacen cargo de todo en el hogar.
Luego, la mujer ha entrado en el mundo laboral. En muchas familias, incluso, son ellas las que aportan la mayor cantidad de ingresos a la casa. Sin embargo, siguen estando culturalmente atadas a las tareas domésticas.
Así, incluso en las familias en las que el hombre de la casa colabora con las tareas domésticas, es la mujer quien debe ocuparse de coordinar las tareas del hogar.
Se convierte, por llamarla de alguna manera, en la project manager de la casa.
La carga mental
En las empresas, el project manager es un puesto de trabajo exclusivo. Quien se ocupa de distribuir las tareas, de encargarse que estas se cumpla, de delegar y de reclamar si es necesario, cobra un sueldo solo por ello. No participa de las tareas, pues ocuparse de que otros las hagan es un trabajo en sí mismo.
En cambio, cuando la mujer se convierte en la manager del hogar, no deja de hacer su parte de las tareas
(que, en el mejor de los casos, es el 50% de todo lo que hay que hacer, pero generalmente es más).
Ella, entonces, debe encargarse de: saber qué es lo que hay que hacer, organizarlo y delegar la parte correspondiente al marido. Es decir, se pone sobre los hombros toda la carga mental de la casa.
Mientras ellos esperan instrucciones, ellas tienen en la cabeza todo lo que hay que hacer.
Dificultades para delegar
El trabajo de ser manager del hogar puede ser tan desgastante que muchas mujeres terminan por no delegar en absoluto: se hacen cargo de todo.
Es que vamos, no es súper agradable estar todo el día dando indicaciones. “Cariño, ¿Puedes poner la mesa?”, “Deberías poner a lavar la ropa del colegio de la niña”, “¿Recuerdas que tenías que sacar a pasear al perro?”. Frases como esas se repiten todo el día en las casas donde las tareas están repartidas, ¿Te suena?
Al final, puede que la mujer de la casa se canse de tener que decirle todo a su compañero, y termine poniendo el lavado de ropa de la niña mientras tiene al perro ya listo para salir a pasear.
Pero cuando en algún momento explota de cansancio, o no da a basto con todo y algo sale mal, aparece la temible frase del hombre: ¿Por qué no me pediste ayuda?
Los hombres siempre están listos para ayudar, siempre y cuando se lo pidan. Y la mujer odia pedir que hagan cosas, sobre todo porque por su historia, su crianza y sobre todo, por el mundo en el que vive, no deja de sentir que es su responsabilidad.
Al final, la distribución de tareas difícilmente es equitativa dentro de la casa.
Multitasking: ¿Habilidad o sometimiento?
Se dice que las mujeres nacen con la capacidad de hacer más de una cosa a la vez. Pero en realidad, también van entrenando y perfeccionando la técnica del multitasking a lo largo de toda su vida.
A ellas siempre se les exige más. Deben estudiar y trabajar, sí. Pero también deben verse hermosas, ir depiladas, llevar las uñas pintadas. Además, deben saber hacer las tareas domésticas, lo que aprenden desde pequeñas ayudando en casa; deben saber cocinar, coser y, para cuando lleguen los niños, cambiar pañales; etc., etc., etc.
A la hora de compartir el hogar con la pareja, esto se traduce en que ella hace varias cosas a la vez, mientras él se enfoca en una sola tarea. Así, el trabajo de delegar es todavía más difícil, puesto que hay que señalar cada cosa por separado.
Este cómic lo ilustra muy bien:
Resumiendo…
Hay un trabajo silencioso que la mayoría de las mujeres realizan sin que se note siquiera: son las coordinadoras del hogar.
Lo cierto es que es algo que se trae “de la cuna”. Durante toda la vida, a la mujer se le demuestra de distintas maneras que ese es su rol, y al hombre se lo educa para que no participe del mismo.
Entenderlo es el primer punto para lograr un cambio. Intentar compartir la carga mental del hogar es la mejor manera de quitarle peso.
Habla con tu pareja, dile todo lo que tienes en mente y de lo que te estás ocupando, para que lo comprenda.
Busquen herramientas: quizá armar una agenda de la casa, donde los dos puedan apuntar sus tareas y lo que descubren que es necesario hacer.
Encuentren el método que les funcione a ambos, y empiecen a gestionarlo cuanto antes. ¡Verán que los dos terminan sintiéndose mucho más felices!
Ah, y por supuesto: no olviden educar a sus hijos lo más libres de estereotipos posible, para que en el futuro no sea necesario aclarar estas cosas.
Fuentes: