Llega un momento en que los niños pequeños comienzan a crecer y van descubriendo nuevas formas de expresar sus sentimientos y lo que les pasa.

La mayoría de los pequeños tienen un escaso vocabulario, por lo tanto deben valerse de otras herramientas para comunicar lo que les sucede, entre estas se encuentran los balbuceos, onomatopeyas, señas y obviamente los famosísimos berrinches, esos llantos descontrolados que no pasan desapercibido.

Según la psicóloga Alejandra García Moreno, los berrinches en los niños son esperables hasta la edad aproximada de tres años porque es cuando ellos pueden acceder al lenguaje, entonces lo más frecuente es que puedan expresar con palabras qué es lo que les pasa.

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La realidad es que cada niño es un mundo y siente a su manera. Por lo tanto, algunos tienen más berrinches que otros, muchas veces ante situaciones de frustración, cuando algo no les sale bien o no resulta como ellos esperaban, pueden llegar a enojarse consigo mismos o ponerse nerviosos.

En estos momentos es fundamental que los padres puedan estar cerca para contenerlos y poder dialogar con ellos.

“No está bueno que el adulto entre en un enojo o en una irritabilidad extrema a la par que el niño. Lo ideal sería que el adulto se siente al lado del chico y le diga que sabe que es difícil pero que se puede mejorar, hacerle saber que uno está para ayudarlo y para intentar de enseñarle a resolver tal situación que él solo no puede”, explicó la psicóloga.

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En varias ocasiones cuando los niños se enferman y están con dolor es un momento donde su expresión aumenta a través de las rabietas, en estas situaciones también es bueno acompañarlos. Sin embargo, otro tipo de berrinches se pueden dar cuando el niño trata de obtener algo que no le es permitido. Por ejemplo: comer un caramelo fuera de horario, no querer acostarse a dormir, no soltar a los padres cuando se tienen que ir a trabajar, entre otras.

Según García Moreno, en los casos relatados anteriormente no hay que darle importancia a la rabieta. “Uno puede dejarlos solos, en un lugar seguro donde no se vayan a lastimar, un tiempo en soledad para que la rabieta pase”, expresó la psicóloga y agregó que esta situación no debe ser reforzada, hay que dejarla pasar y que el chico pueda hablar de otra manera, expresarlo con otras herramientas.

En los casos particulares donde el berrinche es demasiado perturbador por ejemplo: gritar y patalear en un lugar público, golpear a los padres o arrojar objetos, la especialista recomienda que los padres tengan una herramienta que es la suspensión de tiempo. “Aislarlo dos o tres minutos hasta que se le pase, que el chico sepa que luego cuando se calme podrá regresar con los padres”, especificó. Después de estas situaciones uno puede abrazarlos y hablar de por qué reaccionó de esta manera.

Niño enojado

Hay que estar alerta a distintas situaciones donde habría que consultar a un profesional.

La psicóloga explicó que si el chico se lastima o lastima a otro durante este berrinche es signo para prestar atención. “Si ocurre cinco o más veces al día y suceden en la escuela, o si tiene algún otro problema de comportamiento porque muchas veces las rabietas están asociadas a otro tipo de trastornos del comportamiento”, dijo García Moreno.

Cuando a uno mismo como padre le preocupa o le inquieta porque se da cuenta de que el niño no era así y hubo un cambio, puede ser que esté viviendo una situación compleja como bullying, acoso o grooming.

“Si a los padres les empieza a alertar es momento de consultar a un profesional, también cuando ponemos en práctica algunas de las prácticas mencionadas anteriormente y no dan resultado, entonces es el momento de acercarse a un experto en el tema”, concluyó la psicóloga.

Existen, entonces, diferentes tipos de berrinches y diversas formas en las que uno como padre puede actuar. Lo más importante es ser pacientes y lograr entender qué le sucede al niño. Y, en caso de inquietud, debe consultarse siempre con un profesional.

y tú, ¿has vivido alguno de estos berrinches?