Las redes sociales están llenas de posteos que intentan retenernos en ellas, o en todo caso que consumamos algún que otro producto. Solo algunas publicaciones nos salvan de eso, como aquellas que piden, a veces, que salgas a la calle y veas la luna. Ese satélite si en el que no podríamos vivir está ahí todas las noches, a veces menos visible que otras, pero sin duda cuando decide darnos un espectáculo, es capaz de sorprendernos, no importa cuántos años llevemos contemplándola.
Comprenderla es imposible, sólo queda admirarla y sorprendernos una y otra vez. Incluso hoy, gracias a la tecnología, podemos asombrarnos de lo desconocida que puede ser para nuestros ojos cuando la vemos a través de un lente.
Pero no somos los únicos fascinados por ella. Las civilizaciones antiguas también dieron significado a esa esfera en el cielo en la cuál, desde aquí, parece tener un conejo en ella. Una de las civilizaciones más avanzadas del periodo precolombino creía que la luna tenía un conejo gracias a la compasión del dios Quetzalcóatl. Hoy parece un cuento para niños, sin embargo es importante entender que así como hoy tenemos mitos que son difíciles de poner en contexto, en el pasado las creencias mayas eran formas de explicar el mundo a la población.
"Quetzalcóatl, un dios imponente y bueno viajaba por el mundo en forma de hombre, cansado por andar todo un día, notó que su apetito aumentaba, pero siguió en el camino, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la Luna se asomó. El dios decidió sentarse a la orilla de un árbol, donde contempló a un conejo.
–¿Qué estás comiendo? –le preguntó.
–Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
–Gracias, pero yo no como zacate.
–¿Qué vas a hacer entonces?
–Morirme tal vez de hambre y de sed.
El conejito se acercó a Quetzalcóatl y le dijo;
–Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.
El dios benevolente y sorprendido por la reacción del conejito le dijo:
–Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti.
Y lo levantó alto, muy alto, hasta la Luna, donde quedó estampada la figura del conejo.
Después el dios lo bajó a la tierra y le dijo:
–Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos".
En la escuela, la asignatura de Historia sirve para aprender fechas y hechos, pero historias como estas deberían ser parte de nuestro entendimiento de la vida y del pasado. En los mitos encontramos nuestra esencia como humanidad y a través de ellos podemos reconocernos más allá de las diferencias.