Si eres de los que siempre creyó que los incendios forestales eran uno de los peores fenómenos que podían ocurrir para el ecosistema, un estudio publicado en la revista Science nos recuerda una distinción señalando que no todos los incendios son igualmente perjudiciales.
De hecho, según afirma, el avance de las zonas agrícolas influye sobre el régimen de incendios naturales, impidiendo la regeneración, la proliferación de nuevas especies, aumentando el almacenamiento de gases de efecto invernadero y permitiendo la entrada de más rayos solares.
Antes de que el hombre interviniera en el régimen de incendios naturales, éstos ocurrían cada cierto tiempo sin que eso fuera una verdadera amenaza. El fuego es un elemento básico del proceso ecológico, pero al mermar, muchos ecosistemas empezaron a manifestar problemas de enfermedades, de dominancia de especies, o de mantenimiento, entre otros.
Por ejemplo, en los bosques boreales, la pérdida de estos fuegos provoca la acumulación de estratos de materia orgánica que impiden el deshielo de la capa superficial del suelo, aumentan la capa de permafrost, empobrecen los bosques, y disminuyen su productividad.
Al reducir el régimen natural, además, y por más paradójico que resulte, se provocan incendios más peligrosos e intensos que sí constituyen una verdadera amenaza. Los naturales, por el contrario, suelen ser pequeños y de mediana intensidad.
Claro que no solo la intervención del hombre ha modificado el ciclo natural de incendios, sino también el cambio climático, al alterar las temperaturas regulares hasta el momento.
De acuerdo a lo observado por científicos de la NASA y de la Universidad de California en Irvine (EE.UU.) con imágenes satelitales, entre 1998 y 2015, los incendios han disminuido, especialmente en Centroamérica, Sudamérica, la estepa euroasiática y el norte de África. Más específicamente, en los últimos veinte años, hay más de un millón de km2 menos de superficies quemadas, lo que implica una reducción de más de un 20%.
Como principales causas aparece el aumento de la actividad ganadera, de las áreas de cultivo y de la edificación y construcción de carreteras.
“Las imágenes de los satélites revelan la relación entre la desaparición de fuegos en pastizales y estepas alrededor del mundo con las actividades humanas”, señala Niels Andela, investigador de la NASA.
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