Una trágica avalancha de barro dejó más de 254 muertos en Mocoa (Putumayo, Colombia) en la madrugada del sábado 1 de abril. También hubo una cantidad similar de heridos, y más de 400 personas se encuentran desaparecidas.
Prácticamente toda la ciudad está buscando a sus familiares y, en muchos casos, lamentando a las víctimas. Quienes se salvaron de la avalancha lo hicieron parados sobre techos o aferrados a árboles, desde los que vieron al barro tragar casas, electrodomésticos, y lo más triste de todo, personas.
La imagen es aterradora y lamentablemente suena familiar: hace pocas semanas, algo muy similar ocurrió en Piura, Perú, cuando un huayco de barro y piedras tragó todo lo que encontró en su camino. En ambos casos, las intensas lluvias que se presentaron de forma repentina fueron las responsables.
En el caso colombiano, la tragedia fue causada por el desborde de los ríos Mocoa, Sangoyaco y Mulatos, que arrasaron con la ciudad de Mocoa. Rápidamente, muchos de los habitantes comenzaron a declarar que se trataba de una tragedia anunciada.
Elimelec Vargas, de 22 años, comentó a los medios que el desborde de los tres ríos tras torrenciales lluvias en Mocoa "ya estaba predicho"."Hay un documental que habla de que ésta era, fue, una zona de riesgo", dice Vargas.
Mientras tanto, Wilson Chilito, un joven de la misma edad que aún no sabe cuántos familiares perdió en la tragedia, explica que hace un año y medio se hablaba del probable desborde de los ríos, pero "todos lo tomaban con recocha" (en broma). "Uno no cree que las cosas pasan hasta que pasan", dice Arturo Herás, de 46 años, mientras intenta recuperar junto a su mujer las pocas pertenencias que se salvaron del barro.
Incluso hay quienes afirman que el Instituto de Hidrología, Meteorología y Adecuación de Tierras de Colombia (Llamado HIMAT hasta 1993, y IDEAM desde entonces) había anticipado hace casi tres décadas el riesgo que corrían las viviendas establecidas en la zona.
"Las viviendas no parecían endebles, pero sí estaban en una zona altamente vulnerable", explicó al diario El País Christian Euscátegui, jefe de pronósticos y alertas del IDEAM.
Mocoa se encuentra emplazada en una tierra amazónica rodeada de altas cordilleras y ríos caudalosos, que además está sufriendo los efectos del cambio climático.
Desde 2010 a 2011, esta región ya fue golpeada por el fenómeno de la Niña, fuertes lluvias que deforestaron la zona y la dejaron erosionada, más vulnerable a las lluvias. En 2012, los ríos ya amenazaron con desbordar, y sus límites naturales se desdibujaron. Luego de eso, los ríos se fueron llenando de sedimentos que los volvieron más propensos aún a los desbordes.
A esos factores "naturales" (aunque debemos preguntarnos cuánto tuvo que ver el cambio climático producto de la acción del hombre) se sumó el factor específicamente humano: el mal uso del suelo por la ganadería, y la construcción de una carretera que debía unir Mocoa y el municipio de San Francisco, dos factores que, unidos, incrementaron la deforestación.
Todo indicaba que la conjunción del cambio climático y la falta de previsión podían derivar en un desastre, que finalmente tuvo lugar este fin de semana.
Tal como está sucediendo en Piura, ahora Mocoa deberá recuperarse, y luego todo el planeta deberá aprender de estos casos para que la tragedia no continúe replicándose una y otra vez.
Nada se puede hacer contra la naturaleza, pero sí es posible y necesario reconocer cuánto tenemos los seres humanos de responsabilidad en estas catástrofes "aparentemente naturales", y hacer lo que haga falta para que, en unas pocas semanas, no debamos volver a lamentar, en otra región, una tragedia similar.