Las lluvias descontroladas ahora atacaron a Argentina. Las provincias de Chubut, La Pampa, Tucumán y Catamarca fueron las más perjudicadas, y muchas personas lo perdieron todo.
En Comodoro Rivadavia (Chubut), una de las localidades más afectadas, se registraron: un muerto, 7600 evacuados y al menos 2000 casas destruidas por las lluvias. La situación empeoró al formarse lodazales que tragaron todo lo que había a su paso: automóviles y hasta casas.
En Tucumán, mientras tanto, decenas de personas se quedaron sin hogar. En La Pampa hubieron 1000 evacuados en Santa Rosa, la capital, y en Catamarca aún hay pueblos que continúan completamente aislados al haberse anegado los caminos.
Luego, el temporal y las inundaciones se extendieron a la provincia de Buenos Aires, llegando a la ciudad de Mar del Plata, en donde el agua alcanzó más de un metro de profundidad.
Mientras que las ciudades y pueblos intentan reponerse y las familias intentan ayudar a quienes sufrieron las peores pérdidas materiales, muchos se preguntan si las inundaciones podrían evitarse.
Es entonces cuando aparecen dos factores que hace años se conocen como responsables de que la tierra no de abasto y las ciudades se inunden; pero frente a los cuales se siguen haciendo oídos sordos: la deforestación y el desmonte.
En Mocoa, la localidad colombiana que sufrió una devastadora inundación y avalancha de barro, la naturaleza dio una clara señal: El Carmen, el único barrio que se salvó por completo, estaba protegido por el único bosque nativo que quedaba en pie.
No sabemos si, de haber llovido más, en Argentina podría haber ocurrido una tragedia tan grande como la de Mocoa o la de Piura. Pero sí se sabe que la eliminación sistemática de los bosques nativos tuvo mucho que ver con las últimas inundaciones y con las que cada año suceden.
Cuando a fines de 2015 graves inundaciones afectaron a varias zonas del litoral y norte de Argentina, Uruguay y Paraguay, se supo que el mapa de las inundaciones coincidía con el mapa de la deforestación.
Esta vez, ocurrió lo mismo. Según explica Hernán Giardini, coordinador de la Campaña de Bosques de Greenpeace: "Las inundaciones que recurrentemente sufrimos no son un fenómeno natural, son consecuencia del cambio climático y de que Argentina sea uno de los diez países del mundo que más deforestan, perdiendo a nuestra esponja natural por el avance descontrolado de la soja, la ganadería intensiva y los desarrollos inmobiliarios".
En los últimos 25 años, según un informe de la FAO, Argentina fue uno de los 10 países que más desmontaron, y se perdieron 7,6 millones de hectáreas (una extensión similar a la superficie de la provincia de Entre Ríos), a razón de 300.000 hectáreas al año.
Desde 2007 se desmontaron 2.403.240 hectáreas, y hasta un 42% fue de forma ilegal, ya que la ley de bosques sancionada en 2007 no lo permite. "Una hectárea con bosques absorbe diez veces más precipitaciones que una hectárea con soja. Más desmontes es sinónimo de más inundaciones", afirmó Giardini.
Los árboles actúan como esponjas que absorben las precipitaciones. Además, con sus raíces fortalecen los suelos y liberan agua a intervalos regulares. El bosque es una esponja protectora, que se encarga de contener el agua, regulando su flujo naturalmente.
Cuando la pérdida del bosque se suma, además, al aumento de las lluvias en algunas zonas causadas por el cambio climático, las consecuencias son devastadoras, y lo que acaba de suceder en Colombia, Perú y ahora, en menor medida, en Argentina, son ejemplos claros. Mientras otros intereses sigan poniéndose por delante de las conservación de los bosques y los suelos, los casos se seguirán multiplicando.