En Colombia, las lluvias descontroladas apenas dieron tregua. El país aún se recupera de la tragedia de Mocoa, que terminó dejando 323 muertos y 100 desaparecidos luego de que lluvias más intensas que lo normal produjeran el desborde de tres ríos.
Ahora, un fuerte temporal con lluvias torrenciales arrasó con un barrio en la ciudad de Manizales, en el centro-oeste de Colombia.
El Puesto de Mando Unificado de Manizales ya registró 16 muertos y 20 desaparecidos, además del colapso de alrededor de 60 viviendas.
Según explicó a los medios José Octavio Cardona, alcalde de la ciudad de 400.000 habitantes, las lluvias no cesan desde la noche del martes y la situación es difícil.
"La ciudad está literalmente incomunicada por derrumbes, deslizamientos, inundaciones", advirtió Cardona, quien también ha explicado que se han presentado emergencias en varios barrios y que se han suspendido las clases para atender a la situación.
El presidente colombiano Juan Manuel Santos suspendió un viaje que tenía previsto hacia Manizales y pidió a la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) y a funcionarios del ministerio de Transporte que se trasladen hasta el lugar de los hechos.
Por ahora, solo resta esperar que pare de llover y que las lluvias inesperadas den tregua a Colombia. Tanto este temporal en Manizales, como el alud en Mocoa, los huaicos en Piura (Perú), y demás desastres que tristemente debemos lamentar cada semana, ya no son solo advertencias: son las muestras irrefutables de que el clima ha cambiado y revertirlo será muy difícil.
Nada se puede hacer contra la naturaleza, pero sí es posible y necesario reconocer cuánto tenemos los seres humanos de responsabilidad en estas catástrofes "aparentemente naturales". Si no tomamos conciencia, cada vez lamentaremos este tipo de tragedias con más frecuencia e intensidad.