El ambiente es una temática que es puesta cada vez más sobre relieve. Pero,en la mayoría de los casos, lo que se percibe es solo un lado del estas problemáticas que tanto afectan al mundo entero. En la agenda de los medios y de los políticos, el ambiente no aparece o lo hace en su mejor perfil: el que se vende al mercado en tonos verdes ytérminos eco-amigables.
Sin embargo, el "lado B” que no sale en primera plana es un complejoentramado de negociados, regulaciones permisivas, políticos conniventes eintereses comerciales cubiertos por grandes pancartas de “desarrollo”, trabajoe, incluso, y por paradójico que se escuche, de cuidado ambiental.
La lucha de activistas de todo el mundo ha intentado ejercer una fuerzacontraria, mostrando al mundo entero que muchos de esos proyectos implican una grandestrucción de los recursos y el peligro de la salud de comunidades enteras. El lado “B” también incluye amenazas, persecución e incluso, en muchoscasos, asesinatos.
La ONG Global Witness publicó un informe (“En Terreno Peligroso”) que revela esta situación y señala que el 2015 ha sido, hasta ahora,el año con más militantes socio-ambientales y territoriales asesinados.
En el informe fueron registradas 185 muertes, un número que supera en 69 el del 2014 y que implica un promedio de tres asesinatos por semana. Del total, el 66% de las víctimas han sido latinoamericanas, siendo Brasil el país más peligroso para los activistas, con 50 muertes registradas. Filipinas, Colombia, Perú y Nicaragua siguen en la lista.
Otro dato aun es más relevante (y alarmante) es que alrededor del 40% de los asesinados son miembros de pueblos originarios; lo que no resulta casual dado que muchos de los grandes proyectos mineros, o vinculados con la agroindustria, las hidroeléctricas y la deforestación, entre muchos otros, implican el avance sobre las tierras, culturas y derechos de uno de este sector, uno de los más vulnerables de la sociedad.
Según confirma el informe; la minería, con 42 casos, ha sido el área que mayores muertes ha registrado, seguida por el agro-negocio (20), la tala de árboles (15), los proyectos de represas hidroeléctricas (15) y la caza furtiva (13).
Interponerse y obstaculizar los intereses de estos grandes proyectos no es para nada una cuestión menor; y a muchos de quienes lo han hecho, les ha costado la vida, como fue el caso de la activista Berta Cáceres, quien militaba en contra de un proyecto hidroeléctrico que comprometía el río Gualcarque, considerado como sagrado y Patrimonio Cultural del Pueblo Indígena Lenca, en Honduras. Berta fue asesinada en marzo de este año.
Los asesinatos fueron producidos por distintas fuerzas de choque, como grupos paramilitares, el ejército, la policía, sicarios y guardias de seguridad privada. Esto pone de manifiesto una clara intención de querer quitar cualquier “obstáculo” a los negociados, aunque en el camino se encuentren comunidades enteras.
“El calentamiento climático y el crecimiento de la población implican que habrá un aumento de la demanda de tierra y recursos naturales. Sin una intervención urgente, el número de muertes que estamos observando actualmente se considerará una minucia en comparación con las que están por venir”, señala el equipo de Global Witness.
Sin duda, ésta es una alarma importante para el mundo entero, ya que nos pone ante los ojos el costado político-ambientalista que no solemos mirar y que, sin embargo, ocurre día a día y, en la mayoría de los casos, en el más horroroso silencio. Cuidar el ambiente es una tarea más compleja de lo que parece, y es una responsabilidad de todos defender nuestros derechos como pueblos y luchar para que las restricciones informativas no impidan que este "lado B” salga a la luz.