Si bien en muchos casos y, como producto del trabajo de autoconocimiento y desarrollo personal, ponemos consciencia a nuestro deseo e intención y a cómo queremos transitar nuestra experiencia en este plano, nos vemos inmersos en situaciones que reflejan lo contrario, alejándonos del bienestar que buscamos.
Estamos repitiendo patrones heredados que nos llevan a actuar de manera que confirmamos una creencia profunda o “idea de mundo” que se encuentra arraigada en nosotros y que está teñida de una experiencia pasada que no hemos hecho consciente. Al no hacerla consciente, significa que tampoco hemos canalizado saludablemente la emoción que aquella experiencia despertó en nosotros, alojándose en nuestro cuerpo y generando así, un mecanismo de respuesta –automatizada- frente a situaciones similares. Por lo cual, al día de hoy, nos encontramos actuando al servicio de una creencia no cuestionada y al sentimiento que hemos asociado a ella. De manera tal que, reforzamos la misma con nuestro accionar creando un espiral o ciclo vicioso en el que producimos un efecto tangible no deseado para nuestra vida.
Si creo que no soy lo suficientemente valioso/a y no soy merecedor/a de “ganarme la vida” haciendo lo que me gusta, entonces no me daré la posibilidad de explorar y conectar con lo que tengo para dar: con mis talentos y habilidades. De este modo, tampoco voy a orientarme a generar y encontrar espacios en los que pueda y tenga la oportunidad de desplegar mi potencial.
Una creencia primaria de falta de valoración personal como la del ejemplo, genera emociones y sentimientos de desesperanza, resignación y falta de confianza en mostrarnos auténticamente y en conexión con nuestra verdadera naturaleza. Por lo cual, en este estado emocional, y teniendo en cuenta que la emoción es anterior a la acción, nuestra predisposición va a ser actuar de forma retraída, aislándonos y alejándonos de la propia esencia, reforzando así, la creencia de “no ser lo suficientemente bueno/a para lograrlo”. Es como si la acción estuviera al servicio de aquella creencia.
Nos convertimos en devotos de una creencia que no hemos revisado y pasó a formar parte de una verdad que tomamos como guía en nuestro día a día. Lo paradójico es cuando nos detenemos a observar(la) y, la única verdad que se revela, es darnos cuenta que nos está alejando de la forma en que queremos ser, estar y experimentar la vida
Hacer consciente la creencia primaria que subyace a nuestro accionar e ir más profundo: reconocer las experiencias pasadas que puedan ser fundamento de tal creencia y que hoy hacen que tengamos una percepción sesgada y limitada del abanico de posibilidades que nos brinda constantemente la vida. Aceptar e integrar lo vivido con el presente para empezar a re-pensarnos, generar nuevas experiencias y construir nuestra propia historia:
- Observar creencias y emociones asociadas:
¿Qué quiero (y elijo) seguir sosteniendo? ¿Cuáles son las creencias que se alinean con mis valores? ¿Qué necesito editar y transformar para enfocarme en lo que quiero a partir de hoy?
¿Qué emociones quiero experimentar? ¿Cuáles son los pensamientos y creencias que me generarán este tipo de emociones?
- Observar acciones:
Las acciones que estoy llevando a cabo y las decisiones que estoy tomando hoy, ¿se nutren de pensamientos y creencias propias o se sustentan en mandatos heredados? ¿estoy siendo y haciendo desde un lugar auténtico o estoy adaptándome y haciendo para encajar y buscar la aprobación de los demás?
Distinguir entre acciones conservadoras, basadas en modo “supervivencia” o acciones transformadoras, innovadoras y creativas, basadas en la confianza: ¿lo que estoy haciendo hoy tiene más que ver con resguardarme y sentirme protegido o con acciones que me generan una sensación de apertura, conexión y expansión conmigo mismo y con los demás?
- Hacer una pausa consciente y elegir:
Entre la emoción y la acción tenemos la posibilidad de hacer una pausa para habilitar el modo responder en lugar de reaccionar.
Elegir conscientemente qué rumbo vamos a tomar en función de lo que ahora podemos observar con mayor claridad y en relación a la vida que queremos vivir, es posible. Des-instalar los programas automáticos inconscientes que viven en nosotros y que nos llevan a responder de una manera en particular implica un proceso que lleva tiempo y que nos requiere atentos y comprometidos con nuestro trabajo de desarrollo personal. Incluso, el proceso mismo se convierte en un camino de ida cuando comenzamos a manifestar en el plano físico (afuera) el cambio que hemos internalizado (adentro).
¿Listo para iniciar el viaje?
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