Estamos habituados a creer que vamos a sentirnos bien y felices cuando ocurra alguna situación en particular. Sin embargo, es posible crear bienestar a partir de hoy si asumimos el compromiso de iniciar una búsqueda que tiene que ver con sembrar un estado de conexión interior y armonía siendo nosotros mismos los responsables y creadores de estar de esa manera en la vida, en lugar de otorgar esta posibilidad a circunstancias externas.
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Creer que nuestro bienestar depende de conseguir algo externo o llegar a un destino específico, hace que construyamos una expectativa de lo que esperamos que suceda y cuando eso no se cumple, puede llegar a ser muy frustrante. O bien, y si tomamos en consideración que estamos en constante cambio, cuando sí se cumple lo que esperamos, puede llegar a tener sabor a poco: ya no somos los mismos para ese entonces.
Cultivar el bien-estar, nos convoca a desarrollar una actitud de apertura y curiosidad que promueva la aceptación sobre lo que la vida nos presenta, disminuyendo así, la resistencia y volviéndonos más flexibles ante experiencias humanas difíciles o poco placenteras.
Observar-nos es el punto de partida para hacer consciente qué podemos empezar a hacer, modificar y/o transformar en relación a emociones facilitadoras en pos de generar espacios y nuevos hábitos que nos acerquen hacia cómo queremos vivir de ahora en adelante.
Según propone el Doctor Martín Seligman, referente en el tema, existen cinco componentes para crear un estado de bienestar sostenido en el tiempo:
- Propósito:
El propósito es lo que nos genera sentido y tiene relación con nuestros valores.
¿Mis acciones reflejan mis valores? ¿En qué estoy invirtiendo mi tiempo y energía? Revisar si existe un relato coherente entre lo que creo es esencial para mí y lo que estoy haciendo hoy, es un punto clave a la hora de crear bienestar en nuestra vida.
En un sentido trascendental, es decir, más allá de mí mismo, podríamos preguntarnos: ¿qué me genera sentido? ¿con qué causas resueno? ¿con qué me pongo al servicio de los demás?
Cuando conectamos con nuestros valores, conectamos también con nuestra autenticidad. Ser auténticos significa mostrarnos cómo somos y reflejar, a través de cada elección (y acción) los valores que llevamos como bandera. Así, tenemos la sensación que estamos sumando y haciendo una diferencia: agregamos valor y esto nos genera un estado interior de dicha por sí mismo.
Conocernos es lo que nos otorga la libertad de elegir en relación a lo que es importante para nosotros. A su vez, cultivamos la confianza en nosotros mismos dando pasos, así como también, revisando y transformando lo necesario en función de lo que vamos descubriendo nos hace sentir mejor.
- Involucramiento:
Estar interesados e involucrados en alguna tarea o proyecto en la que perdamos la noción del tiempo: “fluimos”.
Puede suceder que nos encontremos con esta sensación en algún proyecto puntual del trabajo o puede que sea en algún grupo o comunidad de la que somos parte, haciendo una tarea voluntaria, por ejemplo, que nos despierta interés, entusiasmo y un sentido de compromiso con la causa en cuestión.
- Emociones (positivas)
Además de crear espacios que nos conecten con emociones placenteras como gratificación, inspiración, alegría, esperanza y amor, es necesario experimentar el abanico completo, aprendiendo a convivir y gestionar de una manera saludable las emociones que resultan más incómodas y difíciles.
La gratitud es una emoción elevada que nos permite percibir lo sutil del día a día. Y en esas sutilezas es dónde comenzamos a observar la grandeza de nuestra vida: conectamos con la abundancia y con una sensación de completitud, en contraposición con enfocarnos en lo que falta, una actitud en la que muchas veces nos vemos inmersos.
Además de practicar activamente la gratitud a través de un diario escrito, por ejemplo, existen otras prácticas como: meditar; hacer yoga; promover una alimentación consciente; sembrar estilos de pensamientos optimistas, todas ellas promueven el cultivo de emociones que impactan positivamente en el plano mental, corporal y espiritual, contribuyendo a un estado interior de equilibrio y bienestar general.
- Relaciones interpersonales:
Rodearnos y generar vínculos de calidad en los que encontremos apoyo y empatía en lugar de dependencia emocional. Conectar con personas con las que compartamos intereses y valores, de forma tal que nos resulten inspiradores y motivadores para el despliegue de nuestra mejor versión.
El sentirnos escuchados, validados, siendo nosotros mismos y presentes en la vida del otro nos da una pauta de qué tipo de vínculo estamos teniendo con los demás: ¿cómo me siento luego de estar con esa persona?
- Logros:
Proponernos metas genuinas (no heredadas) y tomar consciencia de los avances que vamos haciendo producto del compromiso y los esfuerzos que invertimos en este camino de exploración y búsqueda sobre cómo queremos transitar la vida, es elemental para continuar con el proceso de evolución y crecimiento personal en este plano.
Hacer del cultivo del bienestar una práctica diaria es parte del bienestar en sí mismo que podemos experimentar generando así, un círculo virtuoso que nos acerque todos los días a un estado interior de armonía, plenitud y paz.