En nuestro proceso mental interior, todos contamos con mecanismos que funcionan como ayudas que nos permiten encontrar equilibrio, serenidad, entendimiento y la posibilidad de vivir mejor.
Sin embargo, también tenemos los llamados mecanismos de defensa que, en forma inconsciente, los individuos utilizan para defenderse de emociones o pensamientos que podrían producir ansiedad o emociones no contributivas, generando sentimientos displacenteros o heridas emocionales si es que llegasen al plano de la mente consciente.
En la psicología, fue Sigmund Freud quien los asoció con una especie de lucha interna que tiene como principal objetivo hacer desaparecer el sufrimiento en la persona.
Los mecanismos de defensa sirven para disminuir las situaciones de emociones intensas de las que denominamos comúnmente “negativas”. Algunas de sus funciones son permitir equilibrar la realidad configurada en forma interna versus la externa; satisfacer los impulsos; ayudar en los procesos adaptativos para convivir mejor; contribuir con el desarrollo de la personalidad y proteger el equilibrio emocional que cada persona puede anhelar.
Reconociendo los mecanismos de defensa
Hay algunos mecanismos concretos que las personas aplicamos frente a distinto tipo de situaciones de contexto. Por eso es que es necesario reconocer, descubrir y elaborar estas formas de accionar, primarias o secundarias, para el proceso de mejora continua que puede encarar cada persona.
Algunos mecanismos de defensa primarios
1. Retraimiento: la persona se encierra en sí misma; se aleja de la realidad y pierde contacto con el entorno. Es una vía de escape de una realidad que no puede asumir como tal. Se evade.
Herramientas: entrenarse en afrontar los problemas, aprender a resolverlos con autonomía, y animarse a atravesar el umbral de frantasías negativas de lo que “podría suceder” para “hacer que las cosas pasen” mientras se vive la experiencia.
2. Negación: se niega lo que está pasando, creyendo de que no existe o no es real.
Herramientas: aceptar las situaciones que no se pueden controlar; procesar la negación con ayuda terapéutica, y afrontar la etapa de entendimiento.
3. Control omnipotente: en este caso se piensa como el centro de que todo lo que pasa es por su influencia directa, y cree que puede controlarlo.
Herramientas: practicar la humildad y la empatía; tomar consciencia de que puede servir como fuente de motivación e impulso para metas y objetivos, aunque el punto débil es que se pierde contacto con la realidad de la co-creación junto a otros y la interacción con el entorno -que siempre ejerce influencia-.
4. Idealización y desvalorización: es uno de los mecanismos de defensa más frecuentes. Se crea dependencia hacia otra persona, entregándole su poder personal y piensa que éstos resolverán sus problemas y lo completarán.
Herramientas: trabajar en reconocer el amor propio, el valor del Yo Soy, y el hacerse responsable de todos los aspectos de la vida, donde los demás son bienvenidos, aunque no definen quien soy.
5. Proyección: aquí la persona no se hace cargo de sus conductas y pensamientos, y le echa la culpa a los demás, negando su responsabilidad.
Herramientas: elaborar la falsa visión de víctima (ellos me hicieron, pobre de mí, por qué a mí), e incentivar el asumir la responsabilidad de sus actos, cobrando el protagonismo de su vida.
6. Identificación proyectiva: el conocido Síndrome de Estocolmo, cuando alguien es agredido sistemáticamente, y busca reducir el sufrimiento identificándose de alguna manera con el agresor, justificando esos hechos a pesar del daño.
Herramientas: buscar ayuda terapéutica de inmediato; elaborar la fortaleza interna y la afirmación del Yo Soy y el empoderamiento.
7. Escisión: dividir todo en bueno / malo, incluso a las personas. En apariencia, esta clasificación rápida inconsciente es una distorsión que le da la sensación de que resuelve (encasilla) situaciones que siente amenazantes.
Herramientas: trabajar la aceptación, el entendimiento y la perspectiva en las miradas internas y de los hechos del mundo. Entender que nadie tiene la verdad absoluta sobre todo.
8. Disociación: en este caso, la persona crea otra versión de sí mismo, para que, en esa disociación, se desconecte de la experiencia actual que le resulta dolorosa o intolerante. En caso de hacerlo frecuente, la persona puede creer que conviven varios “sí mismos”.
Herramientas: crear visiones auténticas, trabajar sobre el ser real y herramientas de afrontamiento para poder poner límites a emociones dolorosas sin necesidad de disociarse.
Algunos mecanismos de defensa secundarios:
1. Represión: la persona tiene consciencia de lo que está pasando; sin embargo, elige olvidar u omitir, provocando una inhibición de eso que está pensando, deseando o fantaseando.
Herramientas: aprender a delimitar los comportamientos contributivos y aceptables de los inaceptables y a procesar el origen de la represión con ayuda terapéutica.
2. Regresión: volver a actuar como en la infancia, para evitar conflictos que tiene que afrontar. Por ejemplo, teniendo actitudes adolescentes o reacciones típicas de los primeros años de vida, como un berrinche como forma de llamar la atención.
Herramientas: desarrollar el proceso madurativo y asumir la responsabilidad; aprender a comunicarse asertivamente.
3. Aislamiento: aquí la persona disocia un pensamiento de las emociones que le podría producir, para que no le afecte. Es habitual en profesiones donde hay que hacerlo conscientemente para poder operar mejor, como médicos o jueces. Se relaciona de alguna forma con otro mecanismo, la intelectualización, donde el sujeto reconoce el afecto que está presente, pero no lo puede expresar: lo procesa en forma cognitiva, pero no lo conecta con lo emocional.
Herramientas: desarrollar inteligencia emocional.
5. Racionalización: se pasa por el pensamiento lógico cada hecho, para evitar entrar en conflicto con ellos mismos; la persona selecciona explicaciones racionales para justificar cosas inclusive inaceptables. Padecen muchas veces de parálisis por análisis.
Herramientas: entrenarse en desarrollo del equilibrio emocional, y saber discernir e identificar las emociones para aplicarlas apropiadamente.
6. Sublimación: es un mecanismo de defensa, donde se canalizan y evaden las pulsiones o impulsos que se tienen en algún aspecto y que produce cierta dosis de exceso, o de sufrimiento o padecimiento, y se la reemplaza por otra conducta que podría ser más aceptable.
Herramientas: detectar el origen de la sublimación y trabajar sobre esa raíz; trabajar en el equilibrio interno del Ser para elegir conscientemente qué tipo de experiencias vivir, y asumir la responsabilidad sobre ellas.
Estos son sólo algunos de los mecanismos de defensa que utilizamos los seres humanos. Como observamos, la mayoría son limitantes, y, trabajándolos en base a la ayuda de un terapeuta profesional, y de las herramientas propuestas, es posible ir superándolos en la construcción de una versión mejorada de cada uno.