En el ámbito del yoga los abusos también comenzaron a salir a la luz. En diferentes partes del mundo, los movimientos feministas, bajo los nombres de #MeToo en Estados Unidos o #MiraComoNosPonemos en Argentina, siguen alzando su voz para denunciar los abusos de poder que sufren las mujeres y disidencias.
Lo que debería ser un espacio de sanación se convierte en un infierno para aquellas que, en busca del desarrollo espiritual, se encuentran con alguien que se proclama gurú y abusa, discrimina y viola a sus alumnas.
Bikram Choudhury es el creador del yoga caliente al que le atribuyó su nombre: una secuencia de 26 posturas y dos respiraciones que se realiza en una sala calefaccionada a 42 grados, para simular las temperaturas de la India, de donde es oriundo.
Esta disciplina fue furor en los Estados Unidos en la década del 70 y se expandió por el mundo. Al parecer, la profunda desintoxicación que genera la práctica trae muchos beneficios para sus practicantes: ayudó a perder peso a muchos de ellos, a curar y aliviar lesiones graves y a superar adicciones.
“El chico malo del yoga”, como se autodenominó, nunca tuvo formas convencionales de dictar sus clases y entrenamientos. El documental de Netflix muestra que se construyó una personalidad exótica, se proclamó un dios y se permitió humillar, degradar y maltratar a sus alumnos, a menudo con insultos racistas, sexistas, homófobos o antisemitas. Sin embargo, sus seguidores entendían esos tratos como una manera de ir en busca de su fuerza interior.
Este personaje también le permitió ser poseedor de una fortuna de 75 millones de dólares y 46 autos de colección. Lejos de ser una enseñanza del equilibrio entre la materia y el espíritu, lo que transmite la vida del creador del hot yoga es un hambre de poder y reconocimiento desmesurado, que se construyó sobre falsas verdades, como haber evitado la amputación de una pierna del entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.
Su negocio consistía en los entrenamientos que dictaba para quienes deseaban convertirse en instructores de este método, que se realizaban durante nueve semanas en lujosos hoteles. La inversión que realizaban sus seguidores era de USD 10.000, lo que les permitía al finalizar el curso, enseñar y abrir sus propios estudios de Bikram Yoga.
Fue en estos semilleros donde el “gurú” agredió y abusó sexualmente de sus alumnas. “Bikram: Yogui, gurú, depredador” comparte los testimonios de las mujeres que sufrieron abusos durante esos entrenamientos y el de su abogada, a quien también acosó.
Contra Choudhury no llegaron a presentarse cargos criminales, y cuatro de los seis casos civiles presentados contra él fueron resueltos antes de llegar a juicio. Sin embargo, para evitar pagar los 7 millones de dólares que le debe a quien fue su abogada, se declaró en bancarrota y se exilió en Acapulco.
El yogui sigue negando las acusaciones e impartiendo los entrenamientos en México y España. Muchos de quienes fueron sus alumnos han optado por quitar su nombre de sus estudios y separar la práctica de su fundador. Sin embargo, muchas personas aún no se enteraron de la historia detrás de esté método de yoga o prefieren descreer las denuncias.
El documental espera generar consecuencias, no solo hacia Choudhury, sino hacia todos los abusos que se cometen en nombre de la espiritual y la sanación.