Los comportamientos individuales determinan el funcionamiento de los equipos y el éxito de la gestión. La distinción entre ser reactivo o proactivo adquiere relevancia, por cuanto permite enfocar mejor los esfuerzos hacia la solución de los problemas.

Las personas proactivas tienen iniciativa propia, suman, hacen que su labor valga la pena y que su tiempo sea aplicado convenientemente en llevar adelante los asuntos. También toman decisiones, participan en un sentido colaborativo y promueven una gestión de calidad.

Por el contrario, las personas reactivas tienen dificultades para asumir sus errores, demoran en encarar las soluciones, suelen echarle la culpa a los demás, se excusan y están “con el termómetro recalentado” a cada momento. Como no se hacen cargo, molestan y son altamente contraproducentes para los demás, en todos los niveles.

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¿Conoces personas así, en uno u otro lado?

Características de las personas proactivas versus las reactivas

Si bien el rasgo de la iniciativa es uno de los más sobresalientes, quienes son proactivos hacen que las cosas funcionen. Para lograrlo, combinan tres aspectos:

1. Una elección consciente: piensan, procesan y escogen sólo aquello que suma, dejando de lado todo lo que no es relevante.

2. Una actitud apropiada: lejos de saltar por cada problema que se presenta, tiene el temple interno suficiente para encarar las situaciones enfocándose en la solución, no en el problema.

3. Inteligencia emocional ante cada situación: buscan crear un entorno apropiado que facilite la resolución de los conflictos y atravesar las dificultades. Generan respeto y confianza.

Características básicas proactivas: empatía, comunicación asertiva, entendimiento, cercanía, búsqueda de respuestas, indagación consciente, cordialidad, tiende puentes, busca puntos en común.

En oposición, las personas reactivas, a su vez, se expresan permanentemente alternando estos tres comportamientos:

1. Sobredimensionan las emociones tóxicas: las reacciones desbordadas son típicas, provocando que los colaboradores les huyan y que, incluso, generen miedo.

2. No toman acción y entran en una falsa distracción: el estallido emocional les impide ver con claridad el curso de acción, y su nivel de responsabilidad en el asunto.

3. Se enfocan en el problema: la persona reactiva mira solo el desafío; le “parece” que está haciendo algo al reaccionar, aunque no genera nada nuevo. Crea desconfianza y produce alejamiento con el entorno, además de dilatar la resolución de temas.

Características básicas reactivas: descontrol, eludir el involucramiento personal, responsabilizar a otros, desprecio, enojo, ira, inacción, crean más problemas, estrés, maltrato; rebeldía que se manifiesta en inacción (no producen nada nuevo ni superador).


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Dinámica del círculo de influencia

Como somos seres sociales, se establecen ciertas dinámicas de vida en cualquier ámbito determinadas por el entorno. Dentro de él, es que existe el llamado círculo de influencia.

El círculo de influencia es tu espacio personal en el que te centras para operar los cambios. Básicamente hay dos formas de hacerlo: centrado todo en ti (mirarse el ombligo todo el tiempo), o centrado en la solución (efecto expansivo).

La persona proactiva se centra desde si en hacer su mejor aporte hacia los demás, quedando satisfecha con el resultado. Proyecta su acción hacia el bien mayor. En cambio, el reactivo se centra siempre en sí; la única perspectiva que vale es la suya; cree que su mirada es la más valiosa; y busca que todo gire a su alrededor. Una persona reactiva deteriora su posibilidad de acción hacia el bien mayor, buscando quedar falsamente realzado con su reacción negativa.

Algunas definiciones de proactividad

En prácticamente todos los perfiles de búsquedas laborales aparece la noción de “proactividad” como un valor esencial. El autor Ralph Schwarzer lo asocia con la creencia de una persona en el poder que tiene para mejorarse a sí mismo, con cierta sensación de suficiencia y control bien entendido para liderar los problemas.

En una mirada coincidente, el especialista en productividad Stephen Covey lo asocia con la capacidad de auto liderarse con todo lo que hace falta. Bateman y Crant hablan del concepto de ser un agente de cambio, ya que el enfoque de las personas proactivas es el de la mejora continua.

Cómo cambiar de reactivo a proactivo

Para tomar consciencia del comportamiento reactivo y cambiar hacia la polaridad de proactivo, es posible seguir estos tres consejos.

1. Evita accionar en caliente

Desde la práctica conductual, es fundamental frenar a tiempo y no dejarse llevar por impulsos. Tomar pausas, no dar respuestas inmediatas en asuntos complejos, advertir al otro cuando se está en proceso convulsionado emocionalmente, son todas herramientas que ayudan a un sano auto control. El resultado será obtener mayor calma para resolver los problemas; no deteriorar los vínculos y empezar a observarse como un co-creador responsable de todo lo que deba afrontarse.

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2. Utiliza lenguaje opuesto al usual en modo reactivo

Esta distinción es fundamental, ya que, siempre, puedes elegir la respuesta. Cambia tu lenguaje y cambiarás tus resultados. Las personas reactivas dicen frecuentemente: no puedo hacer nada, yo soy así, no entiendo como…, tengo que hacer todo yo, no puedo, debo hacer tal cosa, es imposible.

En cambio, el lenguaje proactivo es completamente diferente y se enfoca en hacer su parte del asunto: veamos qué alternativas tenemos, controlaré mis emociones, buscaremos las palabras apropiadas, elegiré una mejor respuesta, voy a hacerlo paso a paso, propondré este cambio.

3. Haz cosas diferentes, actúa de maneras distintas todo el tiempo

Es posible elegir ser proactivo si se actúa de una manera diferente. Lo importante es tener la conciencia en el momento apropiado, para reencauzar la emoción negativa en automático -típica de la reactividad-, y conducirla a un estado diferente.

Como la mayoría del tiempo estamos en el modelo acción / reacción, será muy importante generar un link interno apropiado ante la ACCIÓN para evitar que la reacción sea desproporcionada y emocionalmente distorsionada. En vez de sobre reaccionar, la propuesta es asumir un proceso interno profundo para reconducir las emociones dominantes hacia otras más positivas.

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Herramientas para lograrlo: salir de la zona de confort; pensar fuera de la caja; analizar el propósito mayor de lo que desea ser resuelto; tomar conciencia del estado interno en estado de reacción, y cómo quisiera estar en modo proactivo (seguramente, más sereno, calmo, abierto y empático).

Fuente:

Daniel Colombo