Todas las experiencias pasadas nos dejan enseñanzas y nos ayudan a mejorar. Nada puede pasar por nuestra vida sin marcarnos de alguna forma. Las personas y los momentos que nos han hecho crecer nos acompañan siempre, ya sea de forma consciente o inconsciente.
Pero a veces, estas experiencias conllevan cargas emocionales que, quiérase o no, conviven con nosotros. Se trata de momentos dolorosos, a partir de los cuales solemos aferrarnos al dolor. Son difíciles de reconocer, y aún más difíciles de soltar.
Dejarlos ir no significa olvidarnos de los momentos de dolor, sino que implica poder distinguir los aprendizajes de las cargas emocionales que ponemos sobre ellos. Los aprendizajes tienen una carga positiva y nos ayudan a construirnos a futuro. En cambio, las cargas emocionales están llenas de dolor y no nos permiten avanzar.
Para que puedas andar más libre por la vida, te invitamos a que te preguntes si estás llevando alguna de estas cargas emocionales contigo.
Tú no eres tu familia
La familia es el núcleo básico y el primer paso del ser humano en el proceso de socialización. Es por esto que los vínculos formados durante los primeros años de vida suelen tener un gran impacto en nuestra formación personal. Las primeras visiones sobre el funcionamiento del mundo y nuestro lugar dentro de él vienen de nuestro vínculo familiar.
Es el sistema que establece reglas tácitas sobre el comportamiento y las relaciones. Cuando lo que se experimenta en la niñez no es saludable, es posible que se internalicen estos comportamientos. De esta forma, es posible proyectar en tu persona elementos propios de tu familia.
Si tus padres tenían actitudes de desprecio hacia tu persona, es posible que tengas un bajo nivel de autoestima. La desacreditación de las opiniones, minimización de los logros y la burla socavan el amor propio. Es por este motivo que puedes sentir en tu vida adulta una latente posibilidad de desprecio en cada comentario. La posibilidad de estar siempre a la defensiva es un mecanismo para contrarrestar esta vulnerabilidad.
Lo importante es reconocer que lo que tu familia haya dicho de ti, no es tu realidad, ni te define.
Por otro lado, si la relación de tus padres estuvo marcada por separaciones o engaños es posible que sientas desconfianza en las relaciones sentimentales. La idea de que las relaciones sanas y duraderas no existen puede llevar a tener problemas con la concreción de una pareja.
Por eso es importante reconocer que los hijos no están destinados a repetir los pasos de los padres. Observar experiencias de pareja no exitosa entre los progenitores puede dar la pauta sobre qué tipo de relación no deseamos tener en el futuro.
Tu pareja actual no es tu ex pareja
Las relaciones son una parte de nuestro entorno en la que depositamos conscientemente nuestro tiempo y energía. Del mismo modo, también ponemos en juego nuestras expectativas y autoestima. Es por este motivo que las relaciones pasadas, y el modo en el que terminan, pueden afectarnos incluso años más tarde.
Si tu ex pareja te engañó, es posible que sientas un poco de paranoia respecto de las relaciones futuras. Esta desconfianza hace imposible el fortalecimiento de una relación a lo largo del tiempo. Pero es posible dejar ir esa carga y concentrarte en tu relación presente. La honestidad es el único lugar de donde se puede partir. Para esto, es importante comentarle tu historia pasada a tu nueva pareja. Y más importante, es trabajar de a dos. Tu pareja puede contemplar el lugar que tú le otorgas a la seguridad siempre y cuando tú no intentes hacer que cargue con las características de tu ex.
Si te has enfrentado al abuso en tu pasado, resulta compresible que cueste confiar en una pareja otra vez. En estos casos, es necesario mucho trabajo, y a menudo la ayuda de un terapeuta, para dejar ir las heridas. Debes comprender que eres una persona que merece ser feliz, amar y ser amada por alguien que te trate bien.
Tú no eres tu pasado
Si en algún momento de tu pasado has realizado acciones que no te enorgullecen, es necesario reconocerlas. No debemos ocultar nuestros errores. Identificar nuestras acciones negativas nos permite aprender de ellas y no equivocarnos de nuevo en el futuro.
Pero vivir en el remordimiento y la culpa no nos permite avanzar. No podemos cambiar el pasado. Pero sí podemos cambiarnos a nosotros, mejorar a partir de lo que fuimos. En algunos casos, al darse cuenta de lo mucho que han lastimado a otros, las personas se aferran a los sentimientos de dolor y culpa.
La culpa por las acciones pasadas se mezcla con el miedo a repetir esas acciones en el futuro. Es por este motivo que hasta aceptemos las acciones realizadas, no nos podemos liberar de la culpa. Y una vez que esto suceda, podemos estar seguros de que no repetiremos las acciones negativas.
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Recuerda siempre: el hecho de haber pasado experiencias negativas no te define.
No puedes cambiar el pasado. Sí puedes, en cambio, apreciar la fortaleza de tu persona al atravesar esos momentos difíciles. Toma lo positivo, toma las enseñanzas. Suelta la carga emocional. Sé feliz.
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