Miedo. Terror. Ataques de pánico. Aislamiento/compañía constante. Desesperación. Búsqueda de situaciones extremas. Ansiedad descontrolada. Problemas de sueño. Irritabilidad. Inquietud… Aquí también podríamos estar varios días exponiendo todos los síntomas y malestares que genera el que durante tanto tiempo hayamos desplazado a la muerte al rincón más oscuro de la existencia y que es justamente desde esa negación donde le concebimos la mayor comodidad para aterrarnos.
¡Hola!, mi nombre es Ale López Hiriart y siento que llevo dentro de mí a una cantidad infinita de reencarnaciones y también, ¡aunque evidentemente de manera no manifiesta aún!, al maestro o maestra espiritual que en algún momento de mi recorrido divino seré. Aun así, y lo admito aquí mismo y sin que me tiemble la mano, todavía apuro mi andar cuando recorro los pasillos oscuros de mi casa que me conducen al baño. Y es justamente por esto y no por otra cosa, que he decidido poner en tela de juicio al concepto que hemos formado durante tanto tiempo sobre la muerte e intentar mediante la luz del amor, el entendimiento y la comprensión, darle el lugar que verdaderamente merece y desde el cual no podrá volver a asustarnos nunca más.
Creo que si hay algo que debemos tener bien en claro es que la ‘negación’ no es la ‘eliminación’ del problema (aunque la muerte no es un problema), sino más bien es posponerlo, mirar hacia el costado, dejar que nos siga afectando poco a poco hasta que en algún momento ya no podamos tolerarlo y se comiencen a sentir los primeros malestares. Es por esto que creo que aceptar la muerte y abrazar la vida es el primer paso para lograr una existencia digna de ser llamada como tal.
Es simple, si lo pensamos bien, no asumimos una verdadera existencia porque no nos atrevemos a asumir a la muerte como parte de la misma. En cambio de eso, la desplazamos hacia el rincón más oscuro y escalofriante del pensamiento e intentamos taparnos de objetos, fantasías, sensaciones placenteras y proyectos para mantenernos firmes en este ‘olvido voluntario’ e ir llevando una existencia medianamente, aunque ilusoria, placentera. Sin lugar estas son formas que dan la sensación de ser “efectivas” para lidiar con la innombrable y pobre muerte… pero todo tiene un precio, ¡porque la tierra que sacas por debajo de la puerta a veces se te mete por la ventana!
El miedo a la muerte y su no-enfrentamiento/comprensión/aceptación es el combustible que permite que tanta ansiedad nos paralice o acelere de forma anti-natural y además que crea y sostiene el caos en el que estamos atrapadxs como humanidad.
Sin lugar a dudas enfrentar a la muerte y darle el lugar que le corresponde hace de la vida una experiencia más plena. Por eso propongo que hablemos sobre la muerte, que pensemos a la vida en este plano como una escuela que comienza y termina de forma armónica y según un plan perfecto que cada unx debe cumplir y que le demos a la misma la oportunidad de revalorizarse no ya desde la oscuridad sino desde la luz de la vida misma.