El dilema entre el cuidado ambiental y el progreso es falso, porque cuidar al ambiente es progresar.
¿Cuáles son las primeras imágenes que se nos vienen a la cabeza cuando escuchamos hablar de crisis ambiental? Probablemente sea un mix entre osos polares en el ártico, incendios de bosques, incendios y extinción de especies. Pero, ¿es solo eso?
Bajo esta concepción, es lógico pensar que el cuidado ambiental solo puede ser una preocupación de los países ricos que ya resolvieron otras urgencias. Mientras tanto, los países más pobres tenemos otras prioridades que atender antes que ocuparnos del ambiente: pobreza, educación, salud, infraestructura, seguridad, estabilidad económica...
Pero, yo me hago una pregunta: ¿Qué entendemos por los niños y niñas que no tienen acceso al agua potable, por los barrios marginados colapsados de basura? ¿No es eso un problema ambiental?
¿Qué entendemos por las millones de personas que se enferman a causa de no tener agua limpia, aire puro ni comida sana? ¿Y por los millones de refugiados ambientales en todo el mundo? ¿No es eso una crisis ambiental?
Sí, lo es. La sociedad y las personas son parte del ambiente. De hecho, es redundante decir que el problema es socioambiental, porque el concepto de ambiente ya incluye al componente social. Destruir al ambiente es hacernos daño a nosotros mismos.
En un artículo titulado No, el Covid-19 no está “ayudando” al ambiente, Alejandro Inti Bonomo lo explica de la siguiente manera: "Cualquier detrimento de la calidad de vida es, en definitiva, un deterioro ambiental compuesto de elementos biofísicos, sociales y económicos. El ambiente va a mejorar con trabajo serio, cambios culturales y voluntad política, no con pandemias".
Lo que sucede es que no hay tal separación entre ambiente y sociedad, al contrario. La sociedad forma parte del ambiente y las personas están en constante retroalimentación con su entorno, dependiendo y condicionándose el uno al otro.
La vida en la ciudad hace que nos olvidemos de esto. Vivimos sin saber de dónde vienen nuestros alimentos ni a dónde van a parar nuestros residuos. La realidad es que, en el sistema planetario, no existe la palabra afuera. Todo sale y queda acá adentro, quizás lejos de nuestra vista, pero sí cerca de la vista de otros.
Sin embargo, como dije más arriba, las primeras imágenes que se nos vienen a la cabeza cuando escuchamos hablar de crisis ambiental son osos polares en el ártico, incendios en el Amazonas y desertificación de bosques… ¿Cuál es el peligro detrás de estos prejuicios?
Estos prejuicios son peligrosos, porque es más común que nos sensibilice una problemática cuanto más cercana la sintamos. Adam Smith, en su libro Teoría de los sentimientos morales, comparaba cómo nos afecta un terremoto que destruye China con perder nuestro dedo meñique: solo perder el meñique nos impediría dormir. De este simple ejemplo se desprende que la empatía y la benevolencia es más fuerte con los más cercanos a nosotros.
Con la crisis ambiental pasa algo similar: parece un problema lejano cuando pensamos que está afectando la flora y fauna mundiales, o que quizás nos va a afectar a nosotros en el futuro, sin entender bien cómo ni cuándo.
Sin embargo, como vimos antes, el concepto de ambiente incluye a los elementos biofísicos, sociales y económicos. Por lo tanto, en el contexto actual, es un error conceptual decir que esta pandemia está ayudando al ambiente, porque está destruyendo vidas y sumiendo en la pobreza a millones de personas.
Cuidar al ambiente es cuidarnos a nosotros mismos. Es luchar por la mejora en la calidad de vida de la población con mayor vulnerabilidad a los impactos ambientales y mayores niveles de exposición al riesgo de distintos eventos. Visto de esta forma, no existe ningún dilema entre el cuidado ambiental y el progreso, porque cuidar al ambiente es progresar.
“El deterioro del medio físico no es una consecuencia inevitable del progreso humano, sino el resultado de una organización social cimentada en valores en gran parte destructivos", afirmaba Amilcar O. Herrera en 1977. "Por eso, la solución a estos problemas no puede articularse sobre la aplicación circunstancial de medidas correctivas, sino sobre la creación de una sociedad intrínsecamente compatible con su medio ambiente”, continuaba.
Tenemos la oportunidad de repensar nuestros valores y de redefinir nuestro norte como sociedad. Como dice Joan Antoni Melé, promotor de la Banca Ética en España y Latinoamérica en esta conferencia, debemos fundar un modelo donde la ética cotice por encima de la rentabilidad.