Poner en cuestión los presupuestos habituales que desde hace mucho tiempo vienen guiando nuestra mirada al mundo y a nosotros mismos, no es algo trivial.
De una manera que no siempre percibimos con claridad, formamos parte de esa misma tradición que intentamos cuestionar. Y no siempre somos conscientes de hasta qué punto su influencia nos condiciona y nos mantiene encadenados a modelos que, aun sin quererlo, venimos repitiendo. Lo difícil y a la vez maravilloso de esta situación es que no se trata de enfrentar a algún agente o hecho externo, sino de tener la fuerza y valentía de comenzar a observarnos y cuestionarnos.
Para que sea una etapa fértil en transformación y aprendizaje, no debe quedarse en el mero análisis intelectual: debe tratarse de algo visceral, empírico y que genere una auténtica revisión de nuestra forma de vida.
Al asumir este desafío, que para mí es la mejor manera de avanzar hacia una transformación positiva y virtuosa, filosofía y vida aparecen como dominios inseparables. Con el término “filosofía” no me refiero a un conocimiento erudito, abstracto, restringido al ámbito académico y alejado del quehacer concreto de los ciudadanos. Hablo de una filosofía de vida, constituida por principios rectores que cada uno irá incorporando por elección, para de esa forma tejer el porvenir.
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No hay duda de que estamos en un período de revolución de los paradigmas actuales. Es el momento de soltar los condicionamientos y aprovechar la fuerza de cambio actual, para que cada paradigma que nos influye en forma no deseada pueda ser superado y sustituido por otro.
De acuerdo con lo que analiza Thomas Khun en su interesante libro La estructura de las revoluciones científicas, observamos que la transformación que está ocurriendo en el mundo, acelerada por la pandemia, no es una mera modificación de aspectos parciales de determinados paradigmas, sino la sustitución total de muchos paradigmas vigentes.
Este mundo en proceso de cambio por el que nos encontramos navegando, lo que más nos ofrece son incertidumbres. Por ello, aquel que conquiste certezas tendrá mayores posibilidades en todos los aspectos. Aceptemos el momento con entusiasmo para administrar esta fuerza transformadora en forma creativa y positiva.
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Este proceso es consecuencia de una acumulación de experiencias que se han ido agotando en el tiempo, a lo que se suma un indispensable cambio de valores sociales. No podemos evitar que surja en nosotros la sospecha de que, tal vez, algo en nuestra mirada esté distorsionado. Es un buen comienzo para analizar en qué punto nos encontramos.
Recordemos que cuando modificamos un paradigma todo vuelve a cero; eso significa que, al decidir dejar a un lado la estructura condicionada que nos hace actuar de determinada forma, se abre la puerta a la creación de algo nuevo y único que nos hará más libres y felices.
Te deseo que el nuevo año que se aproxima te permita seguir construyendo la vida que deseas, sin olvidarte de disfrutar, concretar tus sueños, revisar tus zonas condicionadas, dedicar tiempo a las personas que amas y en especial a ti mismo.
Por Edgardo Caramella