La crisis ambiental que afecta a nuestro planeta poco a poco entra en agenda global: cambio climático, contaminación, plásticos, uso desmedido de recursos no renovables y pérdida de biodiversidad son temas que ya resuenan incluso en medios no especializados.
El aporte de años de trabajo de organizaciones de la sociedad civil y la nueva oleada joven comprometida han puesto a las problemáticas ambientales dentro de las discusiones políticas, siendo estas movilizadoras de masas a nivel mundial, si bien las presentaciones de Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) tienen un carácter que reviste cierta parsimonia frente a lo que entendemos, y oportunamente mencionó en su último discurso el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres: “Quiero a toda la sociedad presionando a los Gobiernos para que entiendan que deben ir más rápido, porque estamos perdiendo la carrera, las consecuencias de los desastres naturales son cada vez más devastadoras”.
Está claro que las acciones de los gobiernos con mayores contribuciones nacionales determinadas de GEIs (gases de efecto invernadero) no son suficientes y sabemos que no se han cumplido las metas del protocolo de Kyoto y menos aún del pacto de París. En esta compleja coyuntura nos encontramos con una agenda ambiental, como mencionaba anteriormente, que impacta de manera superficial sobre hábitos de consumo y mitigaciones de baja escala.
Es que, en esto de las “responsabilidades diferenciadas”, el ciudadano de a pie se encuentra en fuerte desventaja respecto a las grandes corporaciones. Cada vez más la ciudadanía es consciente de la crisis, surgen nuevos movimientos que nos interpelan y promueven cambios en la forma en la que interactuamos con las dinámicas de consumo. Van apareciendo corrientes como la desmaterialización, el minimalismo, la desplastificación y despapelización entre otras. Sin embargo, no mueven la aguja de impacto global, mientras las multinacionales, grandes corporaciones y polos industriales sigan con la modalidad de producción y extractivismo actual el colapso ambiental que nos plantea Guterres ocurrirá con mayor celeridad a la estimada.
Cuando hablamos de la agenda del margen encontramos varios temas que tiene un fuerte impacto ambiental pero no están siendo incorporados a las decisiones de peso en la política global. El costo real de desoír a los investigadores, técnicos y científicos está siendo enorme y se está cobrando de drásticas pérdidas globales.
Entre ellos encontramos a una problemática ambiental asociada a causas antrópicas, que hoy tiene una escala planetaria de profunda gravedad: las especies exóticas invasoras (EEI). Son criaturas de diversos reinos que han logrado adaptarse y colonizar flora y fauna autóctona estando entre las 5 causas mundiales de pérdida de biodiversidad. Han llegado a los confines del mundo por acción directa o indirecta de los seres humanos y están generando un cambio profundo en los ecosistemas, acelerando la extinción de especies y afectando a comunidades enteras con pérdidas económicas de considerable magnitud.
Las interacciones que se generan cuando una especie alóctona ingresa en un ecosistema marcan la supervivencia de muchas de las autóctonas que lo componen, ya sea porque la especie exótica invasora solape el nicho biológico de la especias nativas o porque sea parásita, predadora y termine por desplazar y en ocasiones disminuir las poblaciones de especies nativas hasta la extinción.
Las especies exóticas invasoras han colonizado gran parte de los continentes y generado pérdidas inmensurables, y Argentina no es la excepción. Hoy tenemos poblaciones de ardillas asiáticas, castores de Norteamérica, mejillones nipones, algas, ciervos de otros continentes, jabalíes y roedores que han llegado al país para quedarse y el control de ellas es necesario para la supervivencia de nuestros ecosistemas. Ahora bien: cuando hablamos de impactos es importante mencionar algunos de ellos para entender la real incidencia entre estas especies y los ecosistemas a los que invaden, los cambios que generan en las poblaciones y las pérdidas económicas que están vinculadas.
Un caso que es conocido por todos es el del castor en el sur argentino, especie traída de Norteamérica en los años 50 para el aprovechamiento de su piel y carne a la provincia de Tierra del Fuego, al extremo más austral de nuestro continente y que por la inviabilidad del proyecto original fueron liberados al bosque andino patagónico y se volvieron una gran plaga, producto de la ausencia de depredadores y un ecosistema similar en cuanto a temperaturas y morfología.
Es bien sabido que la biología del castor, segundo roedor más grande del mundo, consta de la construcción de grandes diques con árboles que roen con sus incisivos para luego apilar y generar lagunas donde antes había cursos de río, inundando áreas de gran superficie y produciendo alteraciones complejas como la descomposición de bosques enteros, desde una mirada ecológica la pérdida de los servicios ambientales inherente a esta situación tiene un costo altísimo, estamos perdiendo bosque nativo, herramienta de mitigación para cambio climático, especies arbóreas que tiene una función biológica necesaria para la ecorregión bosque andino patagónico.
Queda claro que se afectan profundamente a los ecosistemas nativos dejando al borde de la extinción a especies nativas y haciendo cambios en dinámicas biológicas, y sin embargo no hemos conseguido que esta problemática esté presente en la agenda política global, entendiendo el lugar que ocupa la biodiversidad en la toma de decisiones, se explica que no haya una política pública fuerte para su abordaje y es entonces donde necesitamos, como sociedad civil, también levantar la voz y pronunciarnos para la visibilización de las EEI y sus impactos.
Pocos habitantes del partido de Lujan (Buenos Aires, Argentina) no han visto aún, alguna ardilla de vientre rojo caminando por el tendido eléctrico entre equilibrios y saltos, especie asiática traída con fines ornamentales y que tras actos de irresponsabilidad de sus tenedores han sido liberadas y en poco menos de medio siglo han colonizaron el dosel urbano y periurbano del partido.
La realidad, si elegimos no poner sobre la mesa el impacto biológico que representa una EEI en un ecosistema, por más urbano que este sea, es que la pérdida económica para Lujan de este carismático pero destructivo animalito está empezando a forzar la incorporación en la agenda local del tema. Las pérdidas asociadas con la rotura de cables producto de mordeduras de ardilla están afectando a la ciudad con cortes constantes de luz a productores, proveedores de servicios y habitantes que se traducen en la disminución de insumos, productos y servicios básicos
En varias oportunidades, en diversos encuentros convocados por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Argentina, Ines Kasulin, Coordinadora Nacional de la Estrategia de EEI, planteaba la importancia de trabajar sobre la prevención para evitar el establecimiento de las especies exóticas invasoras, trabajo fuerte que se realiza con el alga didymo que afecta a lagos y ríos, propagado por los equipos que utilizan los pescadores.
La importancia de identificar de manera temprana el asentamiento de poblaciones exóticas, como el mejillón dorado que tras años de cruzar el océano en el agua de lastre de los grandes buques empezó a colonizar diferentes áreas periféricas a puertos y ciudades costeras, siendo hoy una de las causas de reducción en el porcentaje de generación de energía por las represas, ya que el mejillón forma colonias y reduce el caudal que entra en turbina, asegura el límite en su crecimiento poblacional y evita una mayor propagación dentro de nuestro territorio.
Podemos dar muchos ejemplos de estos impactos, pero me parece interesante identificar la falta de conocimiento sobre esta problemática como una de las causas que explican el aumento silencioso de la amenaza. ¿Cuántos de ustedes oyeron hablar de las especies exóticas invasoras? El hecho de que no estén en la agenda impacta en que no se comunique adecuadamente la amenaza que implica la propagación de las mismas, aun cuando la pérdida de biodiversidad esté directamente relacionada y los servicios ambientales de nuestros ecosistemas comprometidos.
Como sociedad, como seres que necesitamos de estos servicios ecosistémicos, tenemos la responsabilidad de saber sobre esta grave amenaza a nuestra biodiversidad y exigir a nuestros gobiernos la información necesaria para estar al tanto de los avances en las estrategias nacionales para la erradicación de las EEI. Tenemos también que asumir el compromiso para trabajar de manera participativa y colaborativa en la identificación de posibles invasiones, entendiendo cuáles son nuestras especies autóctonas, qué rol biológico ocupan en nuestros ecosistemas y cómo afrontamos la gran crisis de extinción que las afecta.
Las EEI llegaron para quedarse y son una amenaza que crece silenciosa en un bullicio ocupado por otros “grandes” temas. De nosotros depende seguir trabajando para asegurar la supervivencia de nuestros ecosistemas, de nosotros depende que deje de ser un tema aislado y que pase de ser agenda del margen a política pública.