Fuente: 24 Horas
Aaron Hernández de 27 años, jugador de origen puertorriqueño de la NFL, sufría de una enfermedad muy rara para su edad. Pero lo peor son las posibles causas: el deporte que practicaba.
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Aaron, que cumplía condena por asesinato, se suicidó en abril de este año y su cerebro ha aportado datos importantes sobre su terrible enfermedad, la Encefalopatía Traumática Crónica.
La encefalopatía crónica traumática (antiguamente llamada demencia pugilística o “punch drunk syndrome”) es una enfermedad neurodegenerativa, que se produce principalmente por la presencia de lesiones cerebrales traumáticas repetitivas con o sin síntomas, incluyendo lesiones concusivas y sub-concusivas. Sus síntomas incluyen dificultad para controlar impulsos violentos, entre otros.
Las causas de la enfermedad fueron difíciles de rastrear durante mucho tiempo, puesto que la única forma de estudiarlas era a partir de cerebros que los enfermos hubieran donado a la ciencia antes de morir. Siquiera puede diagnosticarse con certeza durante la vida. Sin embargo, los estudios realizados a partir del cerebro del ex jugador de fútbol americano han revelado datos preocupantes.
A lo largo del tiempo, esta enfermedad se ha documentado en atletas que realizan deportes de contacto, como por ejemplo, boxeo, futbol americano, hockey y practicantes de artes marciales. También puede afectar a víctimas de una explosión que sufren los efectos de una onda expansiva, pero los últimos estudios sugieren que entre los deportistas que reciben golpes constantes en la cabeza, incluso con casco, es extremadamente frecuente. Algunos estudios indicaron que el 99% de los jugadores profesionales de fútbol americano la podrían sufrir.
El caso de Aaron
La enfermedad del jugador habría afectado a su capacidad de tomar decisiones, controlar sus impulsos y procesar información. Podría, incluso, haber influido en los crímenes que lo llevaron a prisión, aunque sus abogados no alegaron en los juicios la posibilidad de que estuviera sufriendo una encefalopatía.
Su cerebro, según afirmaron los investigadores, presentaba daños en lóbulo frontal y puntos negros, anomalías en un órgano sano. Otras partes, relacionadas con el comportamiento emocional, el miedo, la ansiedad, o incluso la capacidad para escuchar sonidos, estaban gravemente dañadas.
“Claramente, para su edad, pertenecía a la categoría más severa. Su cerebro es una de las mayores contribuciones a nuestro trabajo”, afirmó Ann Mckee, la directora del centro. Mckee también señaló que Hernández era un ejemplo claro de la gravedad que puede adoptar la enfermedad en una persona joven que haya jugado al fútbol americano y recibido numerosas contusiones.
Hernández, que llegó a firmar un contrato por 40 millones de dólares, cumplía condena vitalicia por matar a tiros en 2013 a Odin Lloyd, un jugador semiprofesional que mantenía una relación sentimental con la hermana de su prometida. Nunca se esclarecieron los motivos.
Un estudio publicado en 2016 en la prestigiosa Journal of the American Medical Association ya revelaba que, de 202 cerebros de jugadores de fútbol americano profesionales estudiados, el 87% presentaba signos de Encefalopatía Traumática Crónica.