Mucho se ha dicho sobre como nuestros pensamientos afectan a nuestro organismo, sin embargo, solo determinados hechos se han podido comprobar hasta ahora. Una investigación reciente ha demostrado cómo el sentimiento de culpa afecta la forma en qué sentimos.
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Cambia la percepción
Durante miles de años, las personas han relacionado estrechamente la limpieza moral con los actos de limpieza física. Los textos religiosos, incluyendo la Biblia, el Corán y el Hadith, así como las obras literarias ejemplifican esta tradición. Por ejemplo, en el Salmo 51: 2, un pecador, Natán el profeta, pide perdón diciendo: "Lávame completamente de mi maldad, y límpiame de mi pecado".
La literatura clásica no se queda atrás, Lady Macbeth ejemplificó esta práctica cuando, después de sentirse culpable por convencer a su marido de matar al rey, se lavó las manos como si estuvieran manchadas con la sangre del difunto.
Inspirada por esa relación, La Dra. Maura A. E. Pilotti de la Prince Mohammad Bin Fahd University de Arabia Saudita estudió la forma en que el sentimiento de culpa afecta al organismo.
En el experimento, la culpa, una amenaza para la pureza moral de la persona, fue provocada al pedirles a los participantes que recordaran las acciones personales que causaron daño a otros y que aún no se habían reparado.
La manifestación de la culpa en el cuerpo
El sentimiento de culpa condujo a un aumento de la excitación de la piel, una memoria mejorada de palabras amenazantes y ciertas inclinaciones hacia la limpieza, o por ejemplo, cambios en la percepción de la higiene personal. Quienes se sienten culpables pueden literalmente sentirse sucios.
"La culpa es una experiencia compleja que involucra al menos dos componentes ordenados cronológicamente: la experiencia de una amenaza a la pureza moral, que puede hacer que la gente piense en los peligros, y la respuesta defensiva de la persona a la amenaza, que probablemente active el deseo de limpiar" explicó la Dra. Pilotti.
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