Jhon Vásquez aprendió a leer las miradas de los micos. Cada movimiento de sus ojos y de sus cuerpos son parte de un diálogo, asegura, y en ellos se encuentran las más profundas historias de supervivencia ante las amenazas que les rodean. Es cuestión de querer entenderlos. No necesitan hablar: sus ojos, su cola, cada gesto con sus labios, son expresiones como las de los humanos, dice. “En una ocasión una mona churuca (Lagothrix lagotricha) se fue por varios meses, pero regresó con una herida que le causó un águila arpía (Harpia harpyja). Era muy claro que ella, en su rostro, decía: ‘Necesito que me ayudes’. Sus ojos decían que quería vivir”, cuenta Vásquez.
“Se recuperó en tres meses y fue como regresarle el espíritu. Ver que volvió a los árboles amazónicos fue la recompensa”. Vásquez tiene 39 años y es originario de la etnia Tikuna. Dirige la Fundación Maikuchiga, ubicada en el resguardo indígena de Mocagua, Colombia. Es una comunidad vecina del Parque Nacional Natural Amacayacu y se encuentra a hora y media en bote, por el río Amazonas, de Leticia, capital departamental. Allí se dedica a rehabilitar primates de los efectos de sus peligros naturales, pero, sobre todo, a los que son víctimas del tráfico ilegal de fauna, un delito arraigado en la región.
En tres claves, te explicamos las amenazas latentes para estas especies y las acciones para protegerlas.
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2. ¿Qué amenazas enfrentan?
El “lanudo”, como también llaman al churuco, es víctima de la caza por su abundante carne, pero también es capturado para venderlo ilegalmente como mascota. Además, la tala desmedida de los árboles donde habita y el cambio climático —que provoca la escasez de los frutos que consume— son algunos de los motivos más importantes por los que se encuentra en Peligro de extinción, según el Atlas de la Biodiversidad de Colombia y en estado Vulnerable, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Datos oficiales del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS), analizados por la Wildlife Conservation Society (WCS Colombia), muestran que entre 2010 y 2018 fueron recuperados del tráfico ilegal de fauna silvestre 3160 animales de todas las especies, en las zonas fronterizas de Colombia–Ecuador y Colombia–Perú–Brasil.
De ese total, se recuperaron 12 monos churucos. Integrantes del equipo de Combate al Tráfico de Vida Silvestre de WCS Colombia explican que antes el tráfico estaba encaminado a la venta de animales de compañía y hacia el consumo humano como un suplemento proteico para la comunidad, pero que ahora es parte de grandes multinacionales y carteles dedicados a la explotación de la riqueza ambiental, poniendo en riesgo el patrimonio de Colombia y de la humanidad.
Por ello, además de trabajar con la Fundación Maikuchiga, WCS Colombia capacita a las policías Nacional, Aeroportuaria y Ambiental, así como a las aerolíneas de carga y de pasajeros respecto a la responsabilidad de informar, identificar y aportar, desde sus funciones permitidas, al control del tráfico de fauna silvestre.
3. Las acciones y el futuro de los primates
Desde 2004, la Fundación Maikuchiga recibe monos rescatados o confiscados por la Policía Nacional o la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia). Jhon Vásquez contabiliza, al menos, unos 800 ejemplares que han pasado por un proceso de rehabilitación desde entonces, donde alrededor de un 70 % ha logrado recuperarse para ser reintroducido a su hábitat natural.
“Algunos primates han perdido tanta habilidad y destrezas al estar privados de la libertad —como usar su cola o trepar— que, cuando están libres, saben bien que más allá se encuentran sus depredadores y que son presa fácil”, explica Vásquez. Por ello, los micos con pocas posibilidades de sobrevivir en la selva se quedan en la fundación, dentro del resguardo.
La visión de Maikuchiga a largo plazo es convertirse en una estación biológica para hacer ciencia, explica Jhon Vásquez. Buscan generar oportunidades de conocimiento local y académico, seguir haciendo investigación y generar acuerdos con organizaciones no gubernamentales y universidades que garanticen avances para el proyecto en su conjunto.
“Lo que espero es que puedan regresar a su contexto natural, a ser micos de verdad”, concluye Vásquez. “En Maikuchiga les hemos criado, pero nuestra casa no es su casa: ellos pertenecen al bosque”.
*Por Mongabay LATAM.