*Por Laura Hevia.
*Realizador audiovisual: Diego Canut (Twitter: @productorartist / IG: diego_canut)
Añelo es un pueblo marcado por el contraste: en su suelo convive un valle fértil que bordea el margen del río Neuquén y un desierto arcilloso que se emplaza sobre sus mesetas. En esas dos geografías están el Añelo rural, el de antaño, y el petrolero, en donde se encuentra Vaca Muerta.
Ubicado a tan solo 100 kilómetros de la capital de la provincia de Neuquén, en la Patagonia argentina, supo ser un lugar tranquilo con 1500 habitantes, en su mayoría agricultores y ganaderos, hasta 2011 cuando el nombre “Vaca Muerta” comenzó a resonar con fuerza.
Bajo su suelo alberga la segunda reserva de gas no convencional del mundo y la cuarta de petróleo no convencional. Sin embargo, una parte de su población aún se calefacciona y cocina con leña o gas envasado. La escasez de servicios en un pueblo rico en hidrocarburos también es parte de la realidad diaria de sus ahora 7500 pobladores.
Por una ruta de tierra que atraviesa la meseta, el paso de camiones cargados de crudo, arena para el fracking (o fractura hidráulica), cañerías y productos para la industria es constante. A los costados, se emplaza la “nueva ciudad de Añelo”, esa que comenzó a construirse como parte de un plan que preveía que se radicaran allí 30.000 personas fruto del gran crecimiento que tendría el lugar tras el descubrimiento de shale gas y shale oil en sus entrañas.
Ahí viven hoy más de 700 familias que no tienen gas ni cloacas, en algunos casos tampoco electricidad. La red de agua es abastecida a través del mismo acueducto que YPF —petrolera de mayoría estatal— construyó para captar el líquido desde el río Neuquén y utilizarlo para las hidrofracturas, pero no llega a todos los domicilios.
En el dialecto local, le llaman vivir “arriba”, para diferenciarse de los que viven “abajo”, es decir, en el pueblo tradicional.
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El paraje olvidado
Antes de la Campaña del Desierto —que se llevó a cabo entre 1879 y 1885—, Añelo albergaba a poblaciones indígenas pehuenches y pueblos ranqueles. Lo denominaron así porque en su lengua significa “paraje olvidado o ciénaga de la muerte”, un nombre que parece haber marcado su destino más de 100 años después.
“Uno de los grandes inconvenientes que tiene Añelo es la falta de infraestructura”, reconoce Milton Morales, su intendente. Y asegura: “Nuestra localidad era muy incipiente en 2011. Éramos 1500 habitantes y no estaba diagramada para crecer como lo hizo”.
Según Morales, tras descubrirse Vaca Muerta, el Gobierno municipal comenzó a trabajar en un plan de crecimiento a 2030. Sin embargo, los fondos prometidos para acompañar la llegada de nuevos habitantes no se volcaron como esperaban.
“Una de las carencias que tiene ese plan es el aporte económico de los Gobiernos nacional y provincial, y eso es lo que sufre nuestra localidad. Tenemos graves falencias, sobre todo con el gas, algo tan contradictorio en donde hoy se hace la mayor extracción de gas y petróleo del país, y que es mirado como uno de los mejores lugares a nivel mundial”, sostiene.
El boom del shale comenzó
En 2013, luego del descubrimiento de Vaca Muerta, Miguel Galuccio, entonces presidente de YPF, anunció: “El boom del shale comenzó”. Tres meses después, el 28 de agosto, la Legislatura neuquina ratificaba por mayoría un convenio entre la petrolera nacional y la Provincia para redimensionar un área y otorgar una prórroga que permitía materializar el contrato conocido como “acuerdo YPF-Chevron”.
Puertas afuera del recinto, ocurría una manifestación en contra que intentaba ser disuadida con balas de goma y represión de la policía provincial.
Tras ese acuerdo, el bloque Loma Campana ubicado en Añelo se convirtió en el segundo yacimiento más importante del país y el primer desarrollo no convencional masivo fuera de Estados Unidos y Canadá. Se estima que Vaca Muerta posee recursos recuperables por 308 trillones de pies cúbicos (TCF, por sus siglas en inglés) de gas y 16.200 millones de barriles de petróleo
El gobernador de ese entonces, Jorge Sapag, había acordado con el Gobierno nacional una compensación de 1000 millones de pesos para acompañar el impacto del desembarco de la industria no convencional, que incluyó 64 obras —en su mayoría, para la localidad de Añelo—, aunque los fondos fueron llegando a cuentagotas y las promesas apenas se completaron.
“Lo único que tenemos del acuerdo YPF-Chevron es el hospital. Es lo único que se terminó y se puso en marcha. El resto de los proyectos que estaban pensados en ese acuerdo y que planteaban el acompañamiento de Añelo nunca se hicieron efectivos, y por eso tenemos la situación de hoy”, lanza Morales.
Para el jefe comunal, la respuesta al panorama actual “tan contradictorio” es la “desidia” de parte de los sucesivos gobiernos nacionales y del provincial desde 2011. La falta de inversiones hace difícil sostener el crecimiento explosivo que vivencia Añelo desde ese momento.
Se calcula que, por semana, llegan tres o cuatro familias nuevas, atraídas por los atractivos salarios petroleros y la posibilidad de conseguir un empleo en la industria de los hidrocarburos. “La gente sobredimensiona Vaca Muerta”, sostiene Morales al cuestionar la cantidad de personas que llegan esperando encontrar nuevas oportunidades.
En paralelo, el negocio inmobiliario vio en Añelo un campo fértil, y hoy las principales inversiones en departamentos, viviendas familiares y hoteles son las impulsadas por privados y las que se hacen eco de esa demanda habitacional, muchas veces a precios que se tornan inaccesibles para la mayoría de los recién llegados.
Actualmente, en Añelo operan YPF, Shell, Tecpetrol, Vista Oil & Gas, Pan American Energy (PAE), TotalEnergies y Pampa Energía. En asociación también se encuentran la norteamericana Chevron, la malaya Petronas, la europea Wintershall y la petroquímica Dow. Además, la localidad tiene tres parques industriales y un cuarto en ejecución donde están instaladas más de 70 empresas de servicios petroleros. Diariamente, llegan al lugar unas 2500 personas que trabajan allí, pero viven en zonas aledañas.
“Esto es Vaca Muerta”
En 2014, las autoridades de Añelo y de Neuquén daban a conocer el Master Plan 2030, un proyecto financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y elaborado en conjunto con YPF, la Jefatura de Gabinete nacional y el Consejo de Planificación y Acción para el Desarrollo (Copade) neuquino, que proyectaba sobre La Meseta una nueva ciudad de Añelo: allí vivirían 30.000 personas, y se construirían cines, supermercados, centros deportivos, barrios organizados, escuelas, hoteles, bancos, dos centros de salud y una estación de bomberos.
A siete años de concretarse la fecha meta del Master Plan, poco se avanzó en él.
Adela López vive ahí, en una de las 100 viviendas construidas por los Gobiernos nacional y provincial para dar respuesta al abrupto crecimiento poblacional que la zona experimenta desde Vaca Muerta. En su casa recién estrenada, hay una salamandra que funciona con leña y que sirve para calefacción. La cocina se usa con gas de garrafa.
Es oriunda de Neuquén capital, pero, luego de rondar por trabajo en distintas localidades, decidió establecerse hace varios años junto a su marido, paciente oncológico. Adquirió su vivienda tras anotarse en un registro provincial que le permitió abonar en cuotas su valor a la Provincia y la tierra, al Municipio. Sin embargo, al ingresar, se encontró con que no tenía red de gas.
“Acá nos pasamos de frío”, cuenta Adela. “Las viviendas se llueven con las tormentas y corre el agua por las paredes. Este invierno fue crudo: llovió, nevó e hizo mucho frío.” Y la falta de servicios básicos complican más la salud de su marido enfermo de cáncer.
Durante 2022, en Neuquén, las temperaturas registradas fueron bajas, con nevadas que se extendieron desde abril hasta noviembre en la zona cordillerana. En Añelo, la nieve llegó en julio y agosto, y las bajas temperaturas permanecieron hasta octubre. Según el reporte El Clima en Argentina 2022 del Servicio Meteorológico Nacional, la temperatura este año fue levemente inferior a lo normal, y se registraron olas de frío intensas entre mayo y julio que afectaron a toda la Patagonia.
Para quienes viven allí, la única forma de hacerle frente al frío es comprando leña en camionadas —a un costo de 48 dólares— y garrafas de gas envasado, cuyo valor ronda entre los 4 y los 10 dólares, pese a que la Secretaría de Energía establecía para ese entonces que el envase de 10 kilos debe valer 522 pesos (unos 3,30 dólares al momento de escribirse esta nota). La leña dura cerca de 15 días y la garrafa, hasta una semana.
Adela asegura que, en 2022, la demanda superó la cantidad de leña disponible. “Lo sufrimos todos, los vecinos que tienen niños también, porque no había leña. La que tenía el Municipio no alcanzó”, se lamenta, y cuenta que, en ocasiones, el mismo Gobierno de la ciudad los abastece con troncos. “Estuve días sin leña. Nos acostábamos a las 7 de la tarde porque no teníamos cómo calefaccionarnos. Para no gastarla, nos íbamos a dormir a la tarde”, relata.
Tan dramática fue la situación que, entre todos los vecinos, organizaron un reclamo que derivó en que el Gobierno dejara de cobrarles las viviendas hasta que se solucione la falta de gas. “Cada vez que preguntamos, no tenemos respuestas, pero dicen que para 2023 estará solucionado.”
En noviembre de 2022, el Gobierno nacional y el provincial anunciaron una inversión de 136 millones de pesos para realizar las redes de gas en el barrio Balcón, en la meseta, lo que beneficiará a 130 familias. Aún así, el intendente Morales reconoció que quedarán 400 familias más sin el servicio.
“Esto es Vaca Muerta”, lanza Adela con un gesto de resignación, al tiempo que cuenta que a quienes viven “arriba” les cobran la garrafa al doble que a los de “abajo”.
“Estamos parados sobre el yacimiento de gas más importante y, en la meseta, el 70% de las casas tiene estufas a leña y las paredes ahumadas. Algo no está bien en mi pueblo”, agrega Andrés Mena, comerciante de la localidad. Reforzando ese sentimiento, comenta: “Una garrafa en Vaca Muerta sale más cara que en Buenos Aires”.
En busca de la "Dubái argentina"
En el mismo plan de viviendas en el que reside Adela, viven otras 60 familias que el 1º de agosto de 2022 decidieron ocupar ilegalmente un grupo de casas que permanecían abandonadas y sin terminar de construir, luego de que la empresa a cargo se retirara sin finalizar las obras. No tienen gas, electricidad, red de agua ni cloacas. Algunas casas tampoco tienen ventanas ni inodoros.
“No nos vamos a ir porque no tenemos dónde. La demanda de alquileres es muy alta, y trabajás para pagar el alquiler y comer”, asegura Jimena, quien —cuenta— antes de vivir en la toma pagaba entre 550 y 780 dólares mensuales en renta.
“La luz no la van a colocar porque estamos en una toma, eso dijo el Intendente, y el gas no tenemos esperanza de tenerlo porque en esta zona no hay”, agrega Mariela, otra vecina. “En esta parte de Vaca Muerta, muy pocos tienen”, acota, haciendo referencia a los barrios de La Meseta. “Usamos garrafa y estufa a leña, pasamos frío porque este invierno tuvimos lluvia y nieve, y la piloteamos como podemos.”
En su mayoría, son familias jóvenes con niños pequeños que llegaron a Añelo en busca de trabajo y una nueva vida. Y, diariamente, se les suman otras provenientes de Santa Cruz, Mendoza, San Juan, el Norte argentino, Chile y hasta Colombia. Es el caso de Jimena, que viajó desde Salta hace seis años. “Escuchamos que en Vaca Muerta está el trabajo, que es el nuevo Dubái, y vinimos a probar”, relata.
Y agrega: “Vine por necesidad. Primero, llegó mi marido y, después, llegué con mi nena, porque en Salta capital no hay trabajo. Al principio, alquilamos y me anoté para solicitar una vivienda, pero luego me dijeron en el Municipio que mis papeles se extraviaron”.
Según cuenta Jimena, las fuentes laborales existen, pero no hay lugar para vivir.
“Estas casas están desocupadas hace tres años”, lanza Karen, de 26 años, quien también tomó la decisión de ocuparlas. Llegó desde Mendoza buscando una nueva vida, y su pareja consiguió trabajo como mesero en un restaurante. La dificultad para afrontar el pago del alquiler fue lo que los llevó a ocupar una de las casas abandonadas.
“Se abusan de quienes venimos a trabajar: te cobran hasta 100.000 pesos (unos 675 dólares al momento de hacerse este reportaje) por una habitación y un baño”, advierte. Los precios elevados, resalta, también se reflejan en los alimentos, los productos básicos y las garrafas.
A esta situación se le suma una lista de faltantes en toda la ciudad, acota Mariela, oriunda de la zona. “Tendríamos que tener una multitrocha, iluminación, estar mejor. Pero no tenemos nada. Ni siquiera un hospital como la gente. Y el asfalto es un desastre”, reclama. “Siendo Vaca Muerta, desde donde sale el gas y el petróleo, tendríamos que estar a un nivel mejor.”
Para ellas, la visión de un futuro mejor es incierta. Reconocen que existe cierto progreso social en la vida de Añelo, pero dudan acerca de cuánto tiempo podrán seguir viviendo en condiciones tan precarias, si es que no llegan a una solución con el Gobierno municipal para que les otorguen los servicios que les fueron quitados al ocupar las casas.
La tierra de nadie
Unos 30 kilómetros antes de Añelo, por la Ruta Provincial 7 que va desde la capital neuquina, se encuentra el paraje Punta de Sierra, donde viven unas 45 familias. Este punto es también el camino de ingreso a la planta Sierras Blancas de procesamiento de gas y crudo de la empresa Shell, que tiene unos 100 pozos perforados en Vaca Muerta.
Los vecinos la reconocen como una “zona gris” impositiva, ya que no pertenece al ejido de Añelo ni al de San Patricio del Chañar, ubicado a 21 kilómetros. Por este motivo, no cuenta con ningún servicio —ni gas, ni luz, ni agua potable, ni recolección de residuos—, aunque algunas familias viven allí desde hace 40 años.
“Hace 13 años que padezco acá. Tengo mi casa, pero no tengo ningún servicio básico, sólo un médico en una salita cercana”, cuenta Marta Torres, una de las vecinas más antiguas, quien compró su terreno hace varios años con el plan de llevar una vida de jubilada tranquila, lejos de la capital.
Según relata, las tierras eran de un privado que luego las habría abandonado. El Estado provincial decidió apropiarse de ellas en 2021 para comenzar a regularizar la situación de quienes viven allí, luego de solicitarles que abonen una deuda impositiva que las y los vecinos afrontaron entre todos."
“Ahora tenemos los planos y las mensuras de los lotes. Tramitamos la luz, y la empresa (EPEN) nos pide unos 10 millones de pesos para hacernos la obra, pero acá somos todos pobres. Es la realidad”, dice.
Entre los reclamos que hacen al Gobierno provincial está el pedido de agua potable —sólo cuentan con agua de pozo con un alto grado de salinidad—, energía eléctrica y gas. “Pedimos que nos financien las obras, y seguimos esperando respuestas.”
La falta de gas afecta su cotidianidad: bañarse o disponer de agua caliente para otras tareas requiere calentarla en la cocina con gas de garrafa, que tiene un precio elevado, y buscar los envases a varios kilómetros de distancia.
“Es feo vivir sin gas. Además, no puedo usar el termotanque porque el agua de pozo está llena de sarro y nos rompe las cañerías. Calentamos agua para bañarnos, lavar, limpiar la casa, y compramos garrafas que nos salen carísimas”, expresa Marta.
“Somos gente que vive sentada arriba de Vaca Muerta y carece de todo”, se angustia, mientras analiza, con el resto de los vecinos, qué medida tomar para obtener alguna respuesta a sus reclamos, y vivir como esperaba. “Sentimos mucha impotencia. Vemos cómo pasan los millones, y nadie es capaz de proveernos de algo, ni el Gobierno ni las empresas”, agrega, señalando hacia donde salen los camiones de gas de Shell.
Entre lágrimas, Marta detalla que su sueño era salir de la capital y comprar un pedazo de tierra para tener gallinas y una huerta. En su patio, cientos de plantas dan cuenta de ese deseo, aunque lucha por mantenerlas vivas cuando sólo dispone de agua salada.
“Vamos a estar tranquilos el día que tengamos las comodidades que todos tienen”, enfatiza. “Quiero vivir cómoda, bañarme con agua caliente, lavar con mi lavarropas y no salir a buscar agua a kilómetros. Ese día voy a estar feliz, porque no vine a sufrir. Trabajé toda mi vida, pero no me voy a rendir, no me voy a ir porque lo que tengo lo hice trabajando.”
Son las 6 de la tarde, y el paso de camiones y minibuses es incesante a la vera de la ruta. Es una larga fila de vehículos la que retorna hacia la capital neuquina, llevando a los trabajadores de las empresas petroleras y de servicios hacia sus casas.
Se oculta el sol al Oeste, sobre la meseta, y los mecheros de gas del venteo de los pozos iluminan el cielo. En agosto de 2022, Vaca Muerta alcanzó el récord histórico de producción de 91 millones de metros cúbicos de gas por día y se acerca a convertirse en uno de los más importantes productores a nivel mundial.
Mientras tanto, sobre ese rico suelo, algunos de sus habitantes esperan que se cumplan las promesas y ya no anhelan ver nacer una nueva Dubái, sino bañarse con agua caliente o poder descansar al calor de una estufa.